A raíz del artículo “No es Netflix, es el catalán”
La lengua catalana nunca lo ha tenido fácil. El hecho de ser una lengua minoritaria y que en la Europa moderna y contemporánea Cataluña no se haya convertido en un estado son elementos primordiales que condicionan su presente y su futuro. A pesar de esta situación, la voluntad de ser de los catalanes y el compromiso individual y colectivo de los habitantes de nuestro país con su lengua han sido también una característica decisiva para el futuro del catalán.
El siglo pasado fue el siglo de la normativización de la lengua y su consolidación como lengua moderna, literaria y científica, además de como lengua popular. También fue el siglo en el que Cataluña recibió una de las oleadas inmigratorias más importantes de nuestra historia con la llegada de muchas personas procedentes de otras partes de España. Esta llegada masiva se produjo en un contexto de una dictadura que había supuesto una enorme dificultad de cara al futuro de nuestra lengua, por la vía de la prohibición y de la persecución de su uso normal y social.
La lucha contra el franquismo y la consolidación de la democracia, y con ella, el establecimiento de importantes consensos entre la izquierda política y social y el nacionalismo político, comportaron en Cataluña el establecimiento, además de un sistema de libertades, de un gran acuerdo lingüístico de cara al establecimiento de un modelo escolar de inmersión lingüística que cerraba la vía a la aparición de dos redes de escuelas separadas por la lengua y a modelos educativos segregadores por motivos de la lengua. Este modelo, que favorecía el uso del catalán como lengua normal del día a día escolar, y que conseguía el conocimiento, en un nivel de igualdad, de la lengua catalana y la castellana al final de la enseñanza obligatoria, sólo podía ser factible a partir de un gran acuerdo social y político como el ocurrido en nuestro país en el momento de la consolidación de la democracia. Este pacto lingüístico, en palabras de Antoni Puigverd, “era una mezcla de reparación, de mecanismo de igualdad para garantizar un bilingüismo efectivo y de protección ecológica de una especie en peligro”. De esta forma en Cataluña se aseguraba que la lengua era un factor de cohesión social y no de separación, y además su conocimiento y uso social se convertía en un elemento de ascenso social. Se afrontaba de forma clara y constructiva el desafío que supuso la inmigración de los años 50 y 60 del siglo pasado, y nos poníamos en una buena situación para abordar el reto actual y futuro de la globalización y de la difusión de los nuevos instrumentos comunicación social, que favorecen el predominio de las lenguas mayoritarias a nivel mundial.
Leo y admiro los artículos de Neus Tomàs, pero en su artículo “No es Netflix, es el catalán” encuentro que falta un elemento en su análisis, y es el papel que ha jugado el procés en relación con la situación actual de la lengua catalana. Estoy de acuerdo con ella cuando da eco a la exigencia de la Generalitat de proteger el uso de las lenguas minoritarias en las plataformas digitales. Sin embargo, creo que hay que reconocer que los últimos acontecimientos políticos de nuestro país han puesto en crisis este gran acuerdo político, social y lingüístico al que me he referido anteriormente, haciendo que una parte importante de la sociedad no sólo no asuma estos puntos básicos, sino que además, mantenga una actitud de beligerancia hacia ellos. El procés ha conseguido romper los vínculos afectivos de una parte de la población castellanoparlante con la lengua catalana. Además de la gravedad de este hecho, ya de por sí lo suficientemente importante, no constato conciencia de esta situación ni de su importancia de cara al futuro de nuestra lengua, ni en buena parte de la sociedad que apoya (todavía ahora) activamente el proceso de independencia unilateral, ni en los dirigentes sociales y políticos de ese mismo proceso. Sólo una política de consenso y de mantenimiento de unos acuerdos básicos que refuercen la confianza mutua, la superación de bloques enfrentados y la continuidad del pacto lingüístico que permita la asunción del modelo de inmersión por parte de toda la sociedad catalana, pondrán, creo, la lengua catalana en una buena situación de cara al futuro.
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