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¡Cuánta vergüenza!
Y por añadidura, ¡cuánta desvergüenza!
“Todos aprendemos tarde. Durante siglos hemos vivido con la esclavitud, y al final la sociedad y la Iglesia se dieron cuenta de que era un grave error. Y la esclavitud se abolió. Hemos aprendido cuánto tiempo hemos sido conscientes de esos abusos en la familia y en la iglesia. Quitábamos a la persona de su lugar hasta que hemos tomado conciencia de que eso era una lacra”. Monseñor Omella.
Y añado yo: y también un delito, y sobre todo un delito, disimulado, tapado, consentido y hasta justificado. Cuando ha sido tan fácil y recurrente argüir que “la carne era débil” y que la absolución en la confesión suponía “borrón y cuenta nueva”, al menos para los más próximos.
Y poder volver a empezar. Sin empacho, con la sospecha fundada de los superiores de que se volvería a cometer el delito, el abuso y la agresión, hasta que volviera a toparse frente a ciertas conciencias muy laxas, que de nuevo se volvería a “perdonar” a quien fuera de la “cuadrilla” de los llamados y ungidos por la “gracia del dios” propio. Que, al cabo, desde el tiempo de Tirso de Molina, solo serían “los condenados por desconfiados” quienes fueran a pagar los platos rotos del chiringuito de la fe y el templo al servicio de los más poderosos, con sus sayones y sus bonetes mangoneando la credulidad de los más simples.
Mientras, nos hablaban de santos que se azotaban “sus partes” para evitar las tentaciones. Valiente hipocresía, y también, por qué no, con cuánta complicidad dolosa en el disimulo y la reincidencia absuelta sin mayores problemas.
Por mucho que ahora “los obispos españoles” vuelvan a pifiarla, como cuando monseñor Omella insiste en pedir “incluir a todas las víctimas para sumarse a las ayudas”.
¿Pero es que aún “no se les han abierto suficientemente las carnes de la culpa y la vergüenza”? Si con un solo caso que se hubiese producido ya debería atormentar a tanto pío monseñor su escasa pericia al no haberse enterado de nada. O más bien ¿es que disimularon con premeditación? ¿Como con lo de la esclavitud? Y así mezclando churras con merinas, que ambas son ovejas, se procurará desviar el tiro, la culpa y la responsabilidad, y seguirán repartiendo bulas y perdones a tanto pedófilo, a tanto pederasta en el seno de su santa Iglesia.
Y, entretanto, esa “inatacable” Iglesia católica española tratando de desviar el cáliz de “su pecado”, aunque solo sea de y por omisión, tras tanto daño producido por aquellos y aquellas que se ofrecían a la sociedad como depositarios de las buenas virtudes, de su empeño, laudable en teoría, por pastorear a la grey con bondad, respeto y caridad, sobre todo dictando vasallaje, fe rendida y “carbonera” a los más vulnerables… cuando en realidad, solo dejaron un reguero indecente de víctimas bajo las fauces de la hipocresía y el mal sostenido, puesto en entredicho la virtud que hubieran debido auto exigirse, con tal de salvar a los suyos y empocilgar la inocencia de los más frágiles y vulnerables. Malditos y malditas sean mil veces los abusadores y los encubridores.
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