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¿Estamos viviendo ya en una distopía y no nos hemos enterado?

El futurista 'data center' de 'Transcendence'

Susana Vallejo

@SusanaVallejoCh —

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Últimamente me da por pensar si no estaremos viviendo ya en una de esas distopías de ficción que tanto nos gusta consumir.

Lo primero de todo es aclararnos, ¿qué es una distopía? Para mí, que me encanta la ciencia ficción y a veces la escribo, la definición está clara: la distopía es un subgénero literario, dentro de la ciencia ficción, caracterizado por un elemento clave: el componente político. En una distopía, la población vive oprimida por una minoría privilegiada. Entonces, alguien de esa minoría toma conciencia de su situación. Después, puede rebelarse contra el sistema o no, puede vencer y tener éxito en su revuelta o no. Pero, la idea de la toma de conciencia y la posible rebelión contra el sistema son las claves para detectar y definir las distopías.

“1984” de George Orwell o “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley son las típicas distopías que enseguida nos vienen a la cabeza. Pero también lo son “El cuento de la criada” de Margaret Atwood, la saga de “Los Juegos del Hambre” de Suzanne Collins o la de “Divergente” de Veronica Roth.

¿Es nuestra realidad una distopía? Miquel Codony, un amante del género de la ciencia ficción, inventó el término “distopina” para poder analizar algunas obras de ficción y determinar “cuánto de distópica” puede ser una situación.

Así, por ejemplo, en “1984”, el protagonista está siempre rodeado de pantallas que lo espían. No hay ni un solo rincón, ni siquiera en su habitación, donde esté a salvo de la mirada del Gran Hermano que lo vigila en todo momento. Eso es mucha “distopina”, yo casi diría que un 100 sobre 100.

Hoy en día, no encontramos esas pantallas de televisión en todos sitios, como imaginó Orwell. Es aún peor, ¡llevamos esas pantallas encima! Pero si lo pensáis, aun es más terrible, porque podemos llegar a pagar todo un sueldo mensual para conseguir el último modelo de móvil que constantemente controla en qué lugar nos encontramos, registra cada web que visitamos, anuncio que vemos o interacción que hacemos con nuestros “amigos” en las Redes Sociales.

Vaya, que yo daría bastantes puntos de “distopina” a eso de pagar con gusto por llevar encima un dispositivo que sabe lo que estamos haciendo en todo momento para vendérselo a determinadas empresas. De uno a cien, le doy… ¿110 puntos?

Por no hablar del Ministerio de la Verdad de “1984”, en el que se cambia la Historia en función de los intereses del momento. Hoy, en nuestra realidad, la verdad es muy difícil de encontrar. En tus Redes Sociales solo aparecen las noticias afines a tu ideología y solo interaccionas con los que piensan como tú. Los medios de comunicación mienten descaradamente o dan la vuelta a la noticia para hacerla encajar en su ideología. Los vídeos se montan, cortan y se presentan de una u otra manera, según la ideología del emisor. Yo a eso le doy… ¡60 puntos de “distopina”!

Nuestro poder judicial se apoya en el Consejo General del Poder Judicial que vela por la independencia de los jueces, pero su mandato está caducado y fue nombrado por aquellos a los que ahora debe juzgar. ¿Cómo de distópico es eso? ¿50 puntos de “distopina”?

Hemos visto que en las distopías, la clave es estar oprimido por una élite privilegiada. Nosotros tenemos una vida “normal” y somos “normales”, ¿no? Desde nuestro punto de vista, no sé, los ricos de verdad son señores como Elon Musk o Jeff Bezos. Pero todo cambia si consideramos el mundo como un todo global, en el que nosotros, los “normales”, calzamos unas zapatillas y vestimos camisetas fabricadas, muy lejos, por niños a los que se paga una miseria. ¿Cuántos puntos de “distopina” consideramos por las zapatillas que llevas? ¿Y por la camiseta? ¿30? ¿25?

¿Y si tenemos en cuenta que para poder fabricar ese smartphone que tienes en la mano se necesitan determinados compuestos minerales por los que hay países en guerra? Simplemente para que tú puedas disfrutar del último modelo de móvil hay gente muriendo. ¿Cuánto es eso? ¿80 puntos de “distopina”?

Mal que nos pese, formamos parte de un porcentaje de privilegiados y, prueba de ello, son los inmigrantes que intentan llegar a nuestras tierras en busca de un modo de vida parecido al nuestro, de un futuro mejor al suyo. Y nosotros lo tratamos de impedir construyendo vallas y devolviéndolos a sus países para poder seguir defendiendo nuestro modo de vida y nuestros privilegios.

Oye, ¿a ver si resulta que nosotros vamos a ser “los malos”? ¡Y si resulta que de alguna manera sí que formamos parte de ESA élite privilegiada!

Porque, oh sorpresa, no nos olvidemos de que las distopías y las utopías son las dos caras de una misma moneda, y que lo que para unos es una utopía, para otros es una distopía. Es fácil saber si formas parte de la élite favorecida o no. Si llevas en los pies unas zapatillas o estás descalzo, si tienes la nevera llena de alimentos o si lo de tener nevera es una pura fantasía…

La pandemia actual pone de manifiesto otras desigualdades, otros privilegios, que siempre han estado ahí, pero que ahora relucen como si los limpiásemos con gel hidroalcohólico. La COVID19 nos enfrenta a situaciones que hace un año nos parecerían pura ficción.

¿Médicos de familia diagnosticando por teléfono? ¡20 puntos de “distopina”! ¿Clases en el colegio por Zoom? ¡20 puntos! ¿Tu hermano confinado en su habitación durante 14 días y tu madre higienizando el baño cada vez que lo utiliza? ¡10 puntos! ¿Peleas por el último paquete de papel higiénico en el supermercado? ¡20 puntos!

En conclusión, oigan, que a mí me da la impresión de que ya vivimos en una distopía.

Siempre me ha encantado la ciencia ficción. Es un género que no intenta predecir el futuro (como muchos creen), sino que nos habla del presente, para criticarlo y sobre todo para hacernos pensar sobre quiénes somos, qué sociedad hemos construido y hacia dónde vamos. Es el mejor género para enfrentarse a estas cuestiones. La ciencia ficción y las distopías deben enfrentarnos a nuestros miedos, hacer que nos miremos en un espejo. ¡Deben hacernos pensar!

Y, quizás, como les ocurre a los protagonistas de las distopías, la clave es sencillamente ser consciente de lo que vivimos; y es que es muy posible que estemos viviendo en una distopía. Y que si estás leyendo esto, es muy probable que formes parte de la élite privilegiada.

Y entonces ¿qué podemos hacer? ¿Rebelarnos como en las ficciones que consumimos?

La pandemia mundial ha sacado de su sitio algunos de los engranajes que sostienen nuestra sociedad. El sistema es tan complejo que seguirá sosteniéndose por un tiempo por pura inercia, pero ¿por cuánto tiempo? Y, mientras tanto, quizás serán la ciencia ficción y las distopías las que nos hagan reflexionar para poder cambiar el mundo antes de que el mundo nos cambie a todos, las que nos ayuden a cambiar nuestro presente y con ello, nuestro futuro.

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