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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Retrato del político populista

Desde los medios de comunicación y también desde la academia, la imagen que se ha dado de los candidatos populistas es las de un grupo de políticos mal educados o con malas formas porque se presentan contraviniendo las normas sociales, culturales y políticas. Tal vez, uno de los símiles más célebres lo proporciona el teórico político de la UNAM Benjamin Arditi cuando nos cuenta que un populista viene a ser lo que un invitado borracho en una fiesta de etiqueta: rompe los códigos de educación en la mesa, interrumpe las conversaciones de los demás, habla a voces, y, ya puestos, se pone a flirtear con invitados de forma descarada. Si la imagen que les viene a la cabeza es la de José Luis Torrente (o Matteo Salvini), no van desencaminados, pero no es la única. El estilo de los populistas, por definición, consiste en transgredir, exagerar, provocar. Esa forma de hacer las cosas, suele suscitar comentarios. Por ejemplo, el holandés Geert Wilders ha sido acusado de tener “una actitud controvertida y un estilo político aberrante”, mientras que en Rusia, Vladimir Zhirinovsky ha sido descrito como “el príncipe payaso de la política rusa” o “Trump de Rusia” .

Pero también es innegable que a los populistas se les asocia con cualidades de liderazgo y carisma. Según esta perspectiva, los populistas son capaces de establecer una conexión directa y efectiva con sus seguidores. A su vez, este estilo enérgico, emocional y audaz llevaría a persuadir y movilizar a su base. El difunto Hugo Chávez en Venezuela sería un excelente ejemplo. (Nota: Siguiendo una anterior entrada, nos basamos en la definición minimalista de populismo, de Mudde, que enfrenta al ciudadano medio a unas 'elites corruptas'. A esto se le puede añadir -aunque no es necesario- el rechazo a inmigrantes o la adhesión a concepciones patrióticas particulares).

Con todo lo que se ha escrito y dicho en los últimos años sobre el fenómeno populista, las horas de debates, tertulias, seminarios y discusiones dedicadas al asunto (piensen en Trump), nos sorprendió encontrar muy pocos trabajos que abordara la existencia o no, de una personalidad populista. Por tanto, en un reciente artículo (si no tienes acceso, envíame un correo) nos preguntamos si hay algo que se pueda entender como un estilo o personalidad populista. O, visto desde otra perspectiva, ¿en qué medida las personalidades de los candidatos populistas son distintas que las del resto de los políticos?

La importancia de estas preguntas va más allá de nuestra curiosidad. Primero, es posible que la personalidad de los candidatos y la percepción que sobre estos se tenga como personajes públicos afecten sus posibilidades de éxito cuando ocupan un cargo. Y si no lo creen así, piensen en si la suspensión del parlamento británico ideada por Boris Johnson -grandes tardes de gloria- sería una opción en su antecesora Theresa May. Mas allá del ejemplo, hay evidencia para los Estados Unidos en que el narcisismo está asociado con presidentes con grandes dotes de persuasión pública y “grandeza presidencial”, pero también con comportamientos poco éticos. Los ciudadanos también consideran la personalidad de los candidatos y la tienen en cuenta en sus decisiones de votación. Por lo tanto, mostrar si los candidatos populistas tienen una personalidad diferencial puede contribuir a explicar su impulso (o ausencia) en las elecciones en todo el mundo. En segundo lugar, apenas hemos encontrado una descripción de un candidato populista que no mencione directa o indirectamente a su carácter “inusual” o estilo político peculiar. Dicho de otro modo, desde los medios, casi siempre se recoge alguna referencia a sus personalidades. Por lo tanto, al proporcionar evidencia sistemática se puede separar el grano de la paja y diferenciar entre caracterizaciones de adornos retóricos sobre el carácter o la personalidad percibida de los populistas.

Para estudiar la personalidad, nos basamos en los Cinco Grandes rasgos: extraversión (sociabilidad, energía, carisma), amabilidad (comportamientos cooperativos y tolerancia), conciencia (disciplina, responsabilidad y sentido de organización), estabilidad emocional (calma, desapego, baja angustia emocional y ansiedad) y apertura (curiosidad, una tendencia a crear nuevas experiencias). Complementamos los Cinco Grandes con la Tríada Oscura que abarca el lado “oscuro” de la personalidad: narcisismo (conductas de refuerzo del ego, tendencia a buscar atención y admiración), psicopatía (falta de afecto, falta de remordimiento, insensibilidad) y maquiavelismo (tendencia a usar manipulación y comportamientos estratégicos). Cabe remarcar que estos rasgos son negativos pero están dentro del rango normal de funcionamiento, pues no son manifestaciones clínicas de trastornos (pero se pueden asociar con ellos). Lo que es más importante, estos tres rasgos “negativos” son construcciones separadas que los Cinco Grandes, y no responden a su ausencia; por ejemplo, el narcisismo no puede ser capturado conceptualmente como la ausencia de conciencia o estabilidad emocional. En esta entrada escribimos más en detalle sobre los distintos rasgos.

Hemos reunido información sobre 152 candidatos, 33 populistas, que han competido en 73 elecciones en todo el mundo entre junio de 2016 y diciembre de 2018, desde Albania hasta Zimbabwe. La información se basa en las respuestas proporcionadas por 1.280 expertos. El conjunto de datos contiene información sobre el estilo de campaña de muchos candidatos, incluidos muchos candidatos populistas, como Donald Trump, Viktor Orbán, Jair Bolsonaro, Recep Tayyip ErdoÄŸan, Geert Wilders, Marine Le Pen, Norbert Hofer, Andrej Babiš, Matteo Salvini y muchos otros. Los datos son públicos.

Nuestros resultados muestran que para los Cinco Grandes, los candidatos populistas obtienen una puntuación más alta en extraversión, pero más baja en los cuatro rasgos socialmente deseables restantes, y especialmente en lo agradable. Los candidatos populistas obtienen puntuaciones altas y significativamente más altas que los candidatos convencionales en los rasgos socialmente no deseables de la “Triada Oscura”.

De nuestros análisis emerge un patrón de “reputación populista” que retrata a estos candidatos como desagradables, narcisistas y potencialmente desquiciados, pero extrovertidos y socialmente audaces. En resumen, malhumorados y provocadores, pero carismáticos. La amplia cobertura geográfica del trabajo ilustra dinámicas que no están (o menos) vinculadas a contextos geográficos y políticos específicos.

En conclusión, hoy el populismo goza de buena salud. Aunque el éxito electoral de los candidatos y partidos populistas, en algunos países, es más débil de lo que algunos observadores predican, es indiscutible que un tema habitual en los medios desde Australia hasta España. Más allá de su ubicuidad, esta atención parece estar acompañada de un conjunto específico de narrativas que describen a los populistas como políticos particulares con rasgos de carácter diferenciados: desagradable, propensos a la provocación, con carisma, agresivos y con un estilo político en desacuerdo con las normas sociales.

Desde los medios de comunicación y también desde la academia, la imagen que se ha dado de los candidatos populistas es las de un grupo de políticos mal educados o con malas formas porque se presentan contraviniendo las normas sociales, culturales y políticas. Tal vez, uno de los símiles más célebres lo proporciona el teórico político de la UNAM Benjamin Arditi cuando nos cuenta que un populista viene a ser lo que un invitado borracho en una fiesta de etiqueta: rompe los códigos de educación en la mesa, interrumpe las conversaciones de los demás, habla a voces, y, ya puestos, se pone a flirtear con invitados de forma descarada. Si la imagen que les viene a la cabeza es la de José Luis Torrente (o Matteo Salvini), no van desencaminados, pero no es la única. El estilo de los populistas, por definición, consiste en transgredir, exagerar, provocar. Esa forma de hacer las cosas, suele suscitar comentarios. Por ejemplo, el holandés Geert Wilders ha sido acusado de tener “una actitud controvertida y un estilo político aberrante”, mientras que en Rusia, Vladimir Zhirinovsky ha sido descrito como “el príncipe payaso de la política rusa” o “Trump de Rusia” .

Pero también es innegable que a los populistas se les asocia con cualidades de liderazgo y carisma. Según esta perspectiva, los populistas son capaces de establecer una conexión directa y efectiva con sus seguidores. A su vez, este estilo enérgico, emocional y audaz llevaría a persuadir y movilizar a su base. El difunto Hugo Chávez en Venezuela sería un excelente ejemplo. (Nota: Siguiendo una anterior entrada, nos basamos en la definición minimalista de populismo, de Mudde, que enfrenta al ciudadano medio a unas 'elites corruptas'. A esto se le puede añadir -aunque no es necesario- el rechazo a inmigrantes o la adhesión a concepciones patrióticas particulares).