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Aguirre y Aznar, padrinos políticos de Casado, se enfrentan a su estrategia de oposición justo al inicio de la legislatura

Esperanza Aguirre, Pablo Casado y José María Aznar, durante el Congreso de las Nuevas Generaciones del PP de 2008.

Iñigo Aduriz

El líder del Partido Popular, Pablo Casado, logró alcanzar la primera línea de la política en gran parte gracias al apoyo y el impulso de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre y del exjefe del Ejecutivo José María Aznar. La primera lo aupó como presidente de las Nuevas Generaciones de Madrid en 2005, cuando ella era la líder absoluta del PP madrileño, dándole su primer cargo orgánico de responsabilidad.

Aznar nombró después a Casado su jefe de Gabinete en la Fundación FAES, un puesto que mantuvo entre 2009 y 2012. Y el exmandatario fue uno de los principales impulsores de la candidatura del actual presidente popular en las primarias de 2018, en las que el entonces vicesecretario de Comunicación del PP se enfrentó a la exvicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría y le ganó.

Los dos, Aznar y Aguirre, han solido respaldar a pies juntillas todas las decisiones tomadas por Casado desde que llegó a la Presidencia del partido. Desde las elecciones del 10N en las que el PP logró recuperar 800.000 votos y 23 escaños –obtuvo 89 frente a los 66 del 28A, el peor resultado de su historia– aunque se quedó sin opciones para arrebatar el Gobierno a la izquierda, ambos exdirigentes se han enfrentado sin embargo abiertamente a la estrategia de la dirección popular, que se ha cerrado en banda a facilitar la investidura de Pedro Sánchez y a acercarse al PSOE a través de cualquier vía. 

En un acto de FAES celebrado tan solo una semana después de las elecciones generales, Aznar abogó por conformar “una alianza de partidos constitucionales” para que PSOE, PP y Ciudadanos gobernaran el país de forma conjunta, una opción que fue totalmente descartada por la dirección popular que, al ser preguntada por las palabras del expresidente del Gobierno quiso dejar claro que “el único que representa al PP es Pablo Casado”. 

Cesión de votos al PSOE

Para disgusto de Génova 13, la idea de un Ejecutivo de gran coalición también ha sido defendida por la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, una estrecha colaboradora de Aznar que ha sido desautorizada por el equipo de Casado que insiste en su particular 'no es no' a buscar acuerdos de gobernabilidad con los socialistas.

Aguirre, por su parte, ha ido más lejos proponiendo que los populares cedan parte de sus votos en el Congreso de los Diputados en la sesión de investidura para facilitar que Pedro Sánchez sea reelegido y pueda formar un Gobierno del PSOE en solitario sin necesitar para ello a Unidas Podemos o las fuerzas nacionalistas. 

El lunes, durante el acto de celebración del aniversario de la Constitución organizado por la Comunidad de Madrid, la expresidenta madrileña consideró que el de que el Gobierno de España “caiga en manos de los independentistas y de los comunistas bolivarianos es un drama que hay que evitar a toda costa”. 

“Personalmente creo que Pedro Sánchez gobernando en solitario sería mejor. Habría que ofrecerle a Pedro Sánchez los votos que fueran necesarios, cincuenta y tantos, para que pueda investirse y gobernar en solitario, que es lo que ha dicho todo el tiempo que quería hacer”, señalaba Aguirre demostrando que sigue yendo por libre y que no acepta la doctrina de la dirección de su partido. Ella misma era consciente de la discrepancia: “Ya sé que lo que digo no es compartido por la mayoría de los dirigentes del PP. Pero creo que así el PP pone el interés de España por encima de todo”.

Casado intenta zanjar el debate

Estas declaraciones molestaron especialmente a Casado, que se veía cuestionado por sus dos padrinos políticos. El caso de Aguirre fue más doloroso para el líder del PP porque sus palabras llegaron apenas unos minutos antes de que diera comienzo la primera reunión conjunta de los grupos parlamentarios populares en el Congreso y el Senado de la XIV Legislatura.

El líder del PP quiso aprovechar la cita para zanjar el debate interno surgido sobre la relación con el PSOE al que también se habían sumado días atrás barones como el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco y el líder de los populares vascos, Alfonso Alonso, todos ellos partidarios de buscar fórmulas de entendimiento con la formación socialista, clara ganadora de los comicios del 10N. 

Durante su discurso ante los parlamentarios populares, Casado cerró por completo la puerta a acercarse a Sánchez y sentenció: “No podemos dar poder político a quien amenaza con destruir la Nación española, y mucho menos se lo vamos a dar porque amenace con hacerlo. Solo por esa amenaza no merecería recibir ese apoyo”.

Hasta estas últimas semanas, Aznar no solo se había convertido en uno de los principales asesores de la dirección popular, tras volver a pisar la sede nacional del PP de la calle Génova de Madrid en julio de 2018, después de lustros desmarcado del partido. Suya es la idea, por ejemplo, de “reunificar” al centro derecha que el líder del PP trata de practicar con sus acuerdos con Ciudadanos y Vox en autonomías y ayuntamientos.

Un momento delicado

El expresidente ha conseguido, además, colocar en los puestos estratégicos del partido a algunos de sus principales colaboradores, logrando que en año y medio –el tiempo que lleva Casado al frente del PP– el llamado aznarismo haya asentado el poder que perdió en los anteriores tres lustros. A todos esos dirigentes les caracterizaron en los últimos años sus duras críticas a Mariano Rajoy, quien consideraban que había traicionado los “principios” de la formación conservadora por realizar una política más centrada que la de su predecesor en el cargo.

De la mano de Aguirre, el hoy líder del PP fue elegido presidente de Nuevas Generaciones de Madrid y durante su mandato fue célebre la intervención que realizó ante el Congreso nacional del PP de Madrid de 2008 que reeligió a la exdirigente como presidenta. Casado hizo un alegato durísimo contra la izquierda, dijo también lo de la “guerra del abuelo” y las “fosas de no sé quien” y aseguró que los jóvenes españoles son del PP “aunque probablemente no lo sepan”.

Entonces el actual líder popular se convirtió en un referente para Aznar, Aguirre y los sectores más conservadores de su partido que ahora, en cambio, cuestionan su estrategia de oposición en un momento delicado, el inicio de la XIV Legislatura en la que cada actor político busca posicionarse y marcar perfil propio para los próximos cuatro años. 

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