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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El trío de Colón ensaya los primeros pasos de baile de la legislatura

Casado y Abascal charlan durante el pleno.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La jornada en el Congreso amaneció el martes con diputados madrugadores, colas en la puerta, carreras y un amago de trifulca de bar. A diferencia del primer día del curso en el colegio en el que algunos competíamos por situarnos lo más lejos posible del profesor y preferiblemente en la vertical de su posición, a los diputados les ha dado por ponerse frenéticos en la carrera por ocupar las primeras filas en la sesión de inicio de la legislatura.

Tras la humillación sufrida en las urnas, Ciudadanos intentó aparentar que no había pasado nada y quiso colocarse en las dos filas posteriores al banco azul. Allá iban también las huestes de Santiago Abascal, que ya actuaron como okupas parlamentarios hace unos meses. Marcos de Quinto se las tuvo con un diputado de Vox, que, según su partido, acabó por los suelos. Y eso a que a esa hora, las ocho y media de la mañana, lo único que llevaban ambos encima era a lo sumo un café.

Desgraciadamente no contamos con las imágenes de ese momento de Parlamento al estilo de Corea del Sur o Taiwán, con lo que la Audiencia Nacional no tendrá que intervenir.

En la sesión, se produjo un hecho singular. Las fuerzas de izquierda hicieron las sumas, llegaron a acuerdos y los cumplieron. Ya sabemos que eso no ocurre con mucha frecuencia. Si la idea era impedir que Vox entrara en la Mesa del Congreso, no lo consiguieron, pero ahí las matemáticas dictaron su ley. A menos que el PP les acompañara en el intento, cosa poco probable, habría al menos un miembro del partido ultraderechista en el órgano que rige los destinos de la Cámara.

Se habló mucho de cordones sanitarios, pero no se podía obviar las matemáticas. Los 52 diputados garantizaban a Vox un puesto en la Mesa, lo que en cierto modo es lo más democrático al respetar los deseos de las urnas, que la han convertido en tercera fuerza. Hubiera sido un gesto muy hipócrita que el PP vetara al partido de Abascal cuando ha pactado con él en varias comunidades autónomas.

Al final, la izquierda reforzó su control de la Mesa con seis de nueve miembros. Vox no pudo conseguir un segundo integrante, y sí la vicepresidencia cuarta. Eso propició algunas cuchilladas propinadas a través de Twitter. El número dos del PP acusó a Vox de no retirarse de la pugna por una secretaría en favor de Ciudadanos, por lo que fue elegido “Pisarello, aliado de Colau y los independentistas”. Era falso –veremos luego que los hechos tampoco fueron un obstáculo para el PP en otro asunto–, porque Pisarello sacó siete votos más que Javier Sánchez Serna, de Podemos, también elegido para la Mesa, y nueve más que Suárez Illana. Abascal escribió que el PP era “el único responsable de que el comunismo y el separatismo tengan un sitio más en la Mesa. Tomamos nota”. Amenazas que se llevará el tiempo invernal.

Control mental por el PP

La sesión se cerró con otro intento del PP de torturar a la realidad para que le dé la razón. Los diputados debían jurar o prometer la Constitución, y ese era el momento de la verdad que esperaba el trío de Colón. En primer lugar, Cayetana Álvarez de Toledo se levantó para recordar las exigencias de su jefe de unos días atrás. “No caben juramentos con reservas mentales y por supuesto legales”. Lo de las reservas mentales era sugerente. Parecía que la portavoz del PP pretendía controlar la mente de los diputados, decirles exactamente qué es lo que tienen que pensar, tal que una dura tutora de un internado austriaco de los años 20.

La presidenta reelegida le recordó lo que dice la sentencia del Tribunal Constitucional de 1990, que afirmó que “no resulta congruente una interpretación de la obligación de prestar acatamiento a la Constitución que antepone un formalismo rígido a toda otra consideración”. Es más importante el derecho del pueblo a elegir a sus representantes.

Eso es lo que Álvarez de Toledo llamó “un espectáculo humillante para la democracia”, por lo ocurrido en la legislatura anterior. La diputada sabe más de filosofía que Aristóteles y más de física que Einstein, con lo que es lógico pensar que sabe más de la Constitución que el Tribunal Constitucional.

La sesión pasó al momento de los juramentos con toda la panoplia de intervenciones de lo más variadas y que siempre concluían en un “sí, prometo” (acatar la Constitución). El diputado más original fue el que dijo: “Esperando estar a la altura de las expectativas de la ciudadanía, sí, prometo”. Todavía no tiene claro que lo consiga.

Después de todas esas intervenciones, el trío de Colón se manifestó en todo su esplendor. Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas se levantaron para protestar en intervenciones que se podían haber intercambiado sin ningún problema. La Constitución dice lo que ellos sostienen que dice, y eso vale también para las tomas de posesión en el legislativo. Lo que hacen la izquierda y los nacionalistas es “atentar contra el orden constitucional” (Casado) o “proferir insultos contra la democracia” (Arrimadas).

Las votaciones confirmaron que Pedro Sánchez está lejos de contar con una mayoría en estos momentos (166 votos sacó Batet en la primera votación). Por otro lado, la exhibición conjunta del trío de Colón dejó bastante claro de dónde vendrán los vendavales si Sánchez fracasa en su intento y hay que convocar terceras elecciones.

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