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Sánchez desde el Gobierno y Casado desde el PP empujan a Rivera a posiciones cada vez más conservadoras

Rivera exige a Sánchez desde Ceuta que deje el "buenismo" que genera "efecto llamada" para la inmigración irregular

Carmen Moraga

“Los liberales de Cádiz han vuelto para gobernar España”. La proclama de Albert Rivera en la IV Asamblea General de Ciudadanos, celebrada en febrero de 2017, fue acogida por los compromisarios que habían acudido a la clausura del cónclave con una fuerte ovación. Momentos antes, la asamblea había confirmado el cambio en el ideario del partido, eliminando las referencias a la socialdemocracia, ideología con la que había nacido en 2006, y pasando a definirse como una formación “liberal, progresista, demócrata y constitucionalista”.

“Somos el sueño hecho realidad de millones de españoles que se sentían políticamente huérfanos”. “En el centro está la virtud”, sentenció Rivera, que apeló a los legados tanto de Felipe González como de Adolfo Suárez como ejemplos de dirigentes que consiguieron en su momento impulsar en nuestro país políticas reformistas.

Entre los invitados a ese acto de clausura se encontraba Pablo Casado, que por entonces ni se imaginaba que un año y medio después iba a convertirse en el presidente del PP en sustitución de Mariano Rajoy y en el principal rival electoral de líder de Ciudadanos.

A partir de ese momento, Rivera cultivó la imagen de un dirigente capaz de pactar con la derecha y la izquierda, con Pedro Sánchez, -como lo hizo en su investidura fallida-, como posteriormente con Mariano Rajoy, a pesar de que en campaña no se cansó de decir que nunca lo haría con ninguno de los dos.

El líder de Ciudadanos fue acusado de “veleta” y de cambiar de opinión según le convenía pero supo sortear con habilidad esas vicisitudes presentándose en el Congreso como el abanderado de la lucha contra la corrupción del PP y el ‘azote’ de Rajoy.

La estrategia le funcionó y el partido comenzó a ascender en las encuestas a costa de un PP sin fuste y acorralado por los escándalos y de un PSOE sumido en una encarnizada guerra interna. Rivera por entonces incluso se jactaba de ser capaz, si llegaba el caso, de sentarse con Podemos para buscar mayorías alternativas a las medidas contenidas en el pacto de investidura suscrito con Rajoy que el PP se negaba a cumplir, como la reforma de ley electoral, o la eliminación de los aforamientos, que en septiembre quieren volver a llevar al Parlamento.

Cómodos en ese papel, el partido de Rivera veía complacido cómo seguían mes tras mes liderando las encuestas, llegando a darles ganadores de las generales e incluso en muchas comunidades y grandes capitales en las próximas autonómicas y municipales de 2019.

“Los españoles premian nuestro trabajo y aprecian que tenemos el mismo proyecto para España”, afirmaban satisfechos en el partido. Mientras tanto, el discurso de Rivera iba escorándose lentamente hacía la derecha ante la admiración de José María Aznar que vio en Rivera una réplica de lo que él representó en la esfera política española.

Sobre todo en Catalunya en donde la victoria de Inés Arrimadas en diciembre de 2107 supuso todo un revulsivo para el partido. No solo habían logrado enterrar políticamente al PP, sino que por primera vez en la historia un partido “constitucionalista” había vencido a los “nacionalistas y separatistas” a los que Rivera no ha apartado de su punto de mira.

Desde entonces, el líder del partido ha radicalizado más sus mensajes, impulsando la Plataforma 'España Ciudadana', para “recuperar el orgullo de ser español” y de “exhibir sin complejos nuestros símbolos”. Aquella presentación fue toda una exhibición de patriotismo y de nacionalismo español, aunque los dirigentes del partido rechazan de plano esa etiqueta.

Una moción de censura que le descolocó del tablero

Pero tras la moción de censura y la desaparición política de Mariano Rajoy todo cambió. Ciudadanos se quedó descolocado del tablero político y Rivera se empleó a fondo contra el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez contra el que ha radicalizado su mensaje, cargando contra él por considerarle un “okupa”.

La llegada de Pablo Casado a la presidencia del PP, pese a que en el partido la minimizan, ha obligado a Rivera a dar un nuevo golpe de timón a su discurso ante el temor a que el conservador se lleve a un sector del electorado que había abandonado a su partido y que Cuidadanos cree ya afianzado.

Ambos dirigentes rivalizan ahora en dureza, no solo contra la inmigración, alertando sobre un supuesto “efecto llamada” ante el “buenismo” de Sánchez, sino también ante la política penitenciaria con el acercamiento de algunos presos de ETA al País Vasco decidido por Sánchez. Dos temas muy sensibles que dividen a la ciudadanía y que tanto Ciudadanos como el PP están utilizando como arma arrojadiza contra el nuevo Gobierno.

Esta ‘derechización’ del partido de Rivera ha sido certificada por el último CIS, que, además, refleja la tendencia a la baja de Ciudadanos por el ‘efecto Sánchez’. Según el sondeo, realizado antes de que Casado fuera elegido presidente del PP, los españoles ven a Ciudadanos más a la derecha que nunca cuando hace tres años lo situaban en el centro.

En el partido restan importancia a estos datos e insisten en que son “tendencias” y “fotos coyunturales”.

Pero esa percepción sigue creciendo. Y algunas iniciativas del partido no están contribuyendo mucho a que esos ciudadanos que los ven en ese espectro ideológico cambien de idea.

La campaña que acaba de lanzar el partido en su cuenta oficial de Twitter exigiendo “Orden y Seguridad”, “Es hora de que haya orden en las calles y que los ciudadanos se sientan seguros. ¡Basta ya de dejadez!”, ha sido de inmediato comparada por algunos usuarios de la red con las proclamas del régimen nazi de Adolf Hitler: Ordnung und Sicherheit.

La idea es denunciar lo que consideran una “okupación” de las calles por parte de “las mafias” -los manteros- al igual que están haciendo contra los nacionalistas y sus símbolos en Catalunya. Para ello se han lanzado en algunos municipios a quitar lazos y cruces allí donde consideran que no deben estar, lo que les está acarreando insultos y ataques de todo tipo que achacan a los “separatistas radicales” y que en el partido están también denunciado por considerarla “intolerable”.

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