La apuesta de Feijóo a todo o nada: presidente del Gobierno o el liderazgo más breve de la historia del PP
“Más de 30 años de servicio público. Cuenta las elecciones en victorias. Y tras cuatro mayorías absolutas consecutivas es quien va a sacar a Pedro Sánchez del Palacio de la Moncloa. Con vosotros, el presidente nacional del PP y próximo presidente del Gobierno de España: Alberto Núñez Feijóo”. Así se presentó al líder conservador en la convención intermunicipal con la que el PP arrancó formalmente en febrero la campaña de las autonómicas y municipales. Es una descripción que se ha repetido el último año y medio en los mítines del partido, pero escuchadas ahora, tras el fiasco del 23J que ha dejado al PP noqueado, aquellas presentaciones del Feijóo recién aterrizado en Madrid tras el magnicidio de Casado cobran otra dimensión, por lo que el líder del PP estaba sugiriendo a los suyos.
“Os lo dije cuando cometisteis el error de elegirme presidente del PP, cuál es mi visión de este partido. Os dije que me ponía a disposición del partido si volvíamos a ganar y si no lo consigo, no merezco ser presidente del partido”, solemnizó Feijóo ante los barones y candidatos de las principales ciudades. Les pedía entonces que consiguieran mayoría absoluta, como él había hecho en Galicia, y que, por tanto, lograran una gesta que él mismo no estaba en condiciones de asegurar para España.
Feijóo dejaba claro a su partido desde que tomó el poder hace ahora año y medio que sólo disponía de una oportunidad. En la retina de los conservadores planeaba aún el fantasma de Pablo Casado, a quien habían expulsado de Génova meses antes por la guerra fratricida con Isabel Díaz Ayuso, pero que había aguantado tras obtener en 2019 el peor resultado de la historia del PP, 66 escaños, y remontar hasta 89 medio año después en la repetición electoral. Tampoco Mariano Rajoy ni José María Aznar habían ganado a la primera.
Aunque un sector del partido, que ya se veía en la Moncloa e incluso hacía cábalas sobre los nombres del responsable económico, se ha lanzado en tromba esta semana a defender a su líder ante los tambores de guerra que suenan en la derecha mediática y en el ala más ultra del partido que encarna Esperanza Aguirre, quien no ha dejado pasar una semana para lanzar el nombre de Ayuso como el futuro del partido. Analizada con perspectiva, la frase no envejece tan mal para el líder popular: Feijóo ha ganado las elecciones. Pero no tiene opciones de ser presidente. Al menos esta legislatura.
En ese “al menos” es donde ven la baza sus firmes defensores, entre ellos el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, que la misma noche electoral salió en defensa de Feijóo para cortocircuitar cualquier atisbo de crisis interna que pudiera proceder de la Puerta del Sol. De momento nadie cree que Isabel Díaz Ayuso esté en esa pantalla. La presidenta madrileña se ha visto obligada a salir públicamente a decir que no tiene sentido “tirar por un puente” (la expresión es literal) al líder de su partido y que ella cierra filas con el presidente nacional. Otra cosa es que ya le haya marcado el camino de lo que debe hacer en la investidura e incluso en caso de irse a la oposición.
Acostumbrado a las derrotas del PP en Andalucía antes de quedarse en San Telmo con una histórica mayoría absoluta, Moreno Bonilla fue de los que no vieron con buenos ojos que Feijóo amenazara con el abandono. Y es ahí donde las frases pronunciadas estos meses por el líder del PP envejecen peor. ¿Ganar es lo mismo que gobernar? Feijóo no está acostumbrado a la labor de oposición y no fue su promesa al llegar a Madrid, tras haber renunciado entre lágrimas años antes, quedarse fuera de la bancada azul que ocupa el Gobierno.
Feijóo sugirió a los suyos que se lo jugaba todo a cara o cruz. Que sólo tenía una oportunidad. Y en cierta manera sigue siendo así. En el corto o medio plazo, Feijóo se la juega: o llega a la Moncloa o puede pasar a la historia como el líder más efímero de la historia del PP, incluso por delante de Hernández Mancha que sobrevivió apenas dos años al frente de Alianza Popular (de febrero de 1987 a enero de 1989). De momento, tanto él como la dirigencia de su partido están determinados a aguantar ante los escenarios que se abren tras el 23J y que, sin ser los soñados, aún le dejan un resquicio a su esperanza.
Aunque el PSOE se muestra públicamente convencido de que Sánchez logrará la investidura gracias al apoyo de todo el arco parlamentario -a excepción de PP, Vox, UPN y Coalición Canaria- y la abstención de Junts, los independentistas catalanes no han dado por ahora ninguna señal de estar en esa ecuación. Feijóo quiere presentarse a la investidura, aunque sea fallida, para acortar los tiempos de la negociación.
El PP ha insistido esta semana en esa idea y ha reclamado el derecho de Feijóo a gobernar por haber sido el más votado. Además, han presentado como avances la renuncia de Vox a entrar en el Gobierno y la voluntad de Coalición Canaria de sentarse a dialogar. Sin embargo, los pretendidos avances suman exactamente los mismos votos que la misma noche de las elecciones, cuando todos daban a esos partidos favorables a una investidura del líder del PP. Lo cierto es que ahora mismo Feijóo no ha logrado acercarse a la mayoría absoluta y no tiene ninguna opción.
Y es que en una repetición electoral los conservadores están convencidos de que tendrían más opciones de arrebatar el poder a Sánchez. Una parte de la derecha mediática apunta ya a que Vox debería renunciar a presentarse en determinados sitios en los que no ha obtenido representación ‘robándole’ posibilidades al PP. Por ejemplo, en provincias como La Rioja o Burgos, los de Feijóo exprimieron la estrategia del voto útil para que los votos de la derecha se concentraran en torno a sus siglas para arrebatar escaños al PSOE y que en vez de un empate 2-2 el resultado fuera 3-1. Pero no funcionó en todos los casos.
“Sin duda la división del voto de centro derecha ha sido un elemento que ha perjudicado que el PP pudiera tener una mayoría más suficiente. Si hubiéramos conseguido que esa apelación de unir el voto en torno al PP, el resultado habría sido mejor”, expresó el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, en plena resaca electoral.
Hay sectores del PP que consideran incluso que Feijóo debe quedarse como jefe de la oposición en el caso de que Sánchez logre los apoyos para sacar adelante la investidura. No dan dos duros por la continuidad y estabilidad de esa coalición reeditada a la que los populares pretenden hacer frente con más dureza todavía utilizando la mayoría absoluta en el Senado y el poder autonómico y municipal logrado el 28M. Ese plan B prevé una legislatura corta con la confianza de que con los números salidos del 23J, aún logrando la investidura, el tercer Gobierno de Sánchez no puede durar y su mandato precipitará unas nuevas elecciones anticipadas. En ese escenario, cambiar de candidato, por segunda vez en apenas dos años, puede ser contraproducente para el partido. Aunque su carrera en Madrid no está siendo como el camino de rosas que se esperaba, a Feijóo le queda aún una bala para jugársela a todo o nada.
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