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Es difícil vencer al coronavirus si los políticos esperan a que pasen las cosas para reaccionar

Pedro Sánchez, rodeado a muy corta distancia de periodistas tras la rueda de prensa del martes.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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La Comisión Electoral de Reino Unido ha pedido al Gobierno que se tomen las medidas legales pertinentes para que las elecciones municipales del 7 de mayo se retrasen al otoño. En ese país, la responsabilidad en la organización de los comicios recae en las instituciones locales, que ahora evidentemente deberían tener otras cosas en la cabeza. Además, la crisis del coronavirus impide en la práctica la celebración en condiciones de una campaña electoral, dice la comisión.

Eso se llama adelantarse a los acontecimientos. No es lo mismo que correr detrás de ellos con la lengua fuera con el argumento, habitual entre nuestros políticos, de que la situación cambia cada hora. En España, aún no sabemos nada sobre si habrá o no elecciones en Euskadi y Galicia, cuyas campañas están previstas para dentro de unos días. Núñez Feijóo y Urkullu no ocultan que es muy difícil celebrarlas ahora, pero no hay noticias aún de la Junta Electoral Central o del Gobierno central. “No se debe poner en riesgo la salud pública de una comunidad por unas elecciones”, ha dicho Feijóo. Parece de sentido común.

Pedro Sánchez dio el jueves una rueda de prensa inédita en Moncloa sin periodistas (se les permitió enviar preguntas por WhatsApp; no se respondió a todas). Lo que no fue tan insólito fue que el presidente decidiera no responder directamente a algunas de ellas limitándose a reiterar ideas genéricas ya expresadas antes. Sí anunció una serie de medidas económicas positivas, aunque de una entidad escasa comparada con el impacto de esta crisis. “Conseguiremos vencer al virus, no les quepa duda, y a sus efectos económicos”, dijo.

Poco después, la Bolsa de Madrid cerró la jornada con una caída del 14%, la mayor registrada nunca. Una parte del mérito hay que adjudicárselo a la presidenta del Banco Central, Christine Lagarde, que tuvo que dar una entrevista después para compensar el efecto no muy alentador de su intervención anterior. “Una actuación para olvidar”, escribieron en el FT.

Los expertos en comunicación recomiendan que los políticos transmitan mensajes de calma y esperanza en una crisis y tienen razón. No es suficiente si no se toman las medidas necesarias o si los políticos prefieren obviar las más arriesgadas o las que políticamente les pueden pasar factura más adelante.

Preguntaron a Sánchez si está pensando en declarar el estado de alarma, que da cobertura legal a algunas medidas sin precedentes. Podría haber explicado las ventajas o inconvenientes de ese paso, del que hay que suponer que le han informado sus asesores. No lo hizo. “La situación no es estática”, respondió (eso es algo que ya sabe todo el mundo).

Le preguntaron si el Gobierno está pensando en realizar pruebas masivas para detectar coronavirus, como en Corea del Sur, o en el cierre de la comunidad de Madrid, en la línea de lo que se hizo en el norte de Italia. No respondió. “Es importante transmitir un mensaje de calma y serenidad”, dijo (eso ya lo había dicho antes) y comentó que todas las medidas se toman “en coordinación con las comunidades autónomas” (eso es algo que se da por hecho).

Es el momento de quedarse en casa. Es una idea que se extiende cada vez más, pero no a la suficiente velocidad, y que está respaldada por muchos científicos. No sirve de mucho cerrar colegios y el teletrabajo si la gente se reúne en gran número en parques y terrazas de bares, como estamos viendo en televisión (los consejeros madrileño y extremeño de Sanidad pidieron por la tarde que no se haga eso). Sánchez apeló a “la responsabilidad y la disciplina social”: “Cada ciudadano debe protegerse a sí mismo y a los demás”. Se refirió a las “medidas de distanciamiento social” al pasar revista a recomendaciones ya conocidas. No quiso ir más lejos. No dijo que hacer vida normal en la calle pone en peligro la vida de otras personas.

Recordó que no están autorizados los eventos culturales para más de mil personas y que los previstos para un número inferior deben reducir a un tercio el aforo.

No se le escuchó decir que quedarse en casa salva vidas. Que ningún acto público debería celebrarse con independencia del aforo.

Casado monta su propia sesión de control

Pablo Casado compareció por la tarde en las mismas condiciones que Sánchez para lanzar duros ataques al Gobierno. Tachó de “claramente insuficientes” las medidas anunciadas por la mañana para contener al coronavirus. Eso sí, no aportó ninguna decisión concreta que él tomaría, excepto recurrir a la Ley de Seguridad Nacional, no se sabe en qué términos. Todo lo que hizo fue criticar, por ejemplo la “grave negligencia de alentar movilizaciones multitudinarias”, por las del 8M del pasado domingo.

El líder del PP acusó a Sánchez de estar “parapetándose en la ciencia”. No es mal protector en una emergencia sanitaria –es mejor que la religión o la homeopatía–, pero sí es cierto que hay varios tipos de liderazgo en una crisis sanitaria y el político es uno de los más importantes.

El jueves ofreció otros ejemplos preocupantes de políticos de mensaje confuso o equivocado. El presidente de Castilla La Mancha, divagando sobre la gente “que pretende tener 15 días de vacaciones” por el cierre de los colegios, como si eso fuera un factor relevante. El alcalde de Sevilla, que no ve ahora mismo razones para suspender los actos de la Semana Santa (le vendría bien ver la rueda de prensa de Fernando Simón en la que explicó que esto no se resolverá en un mes). El vicepresidente de la Junta de Andalucía, ofreciendo una confusa explicación sobre esos actos: “La Semana Santa no se va a suspender porque ya tiene una fecha, y los desplazamientos y las vacaciones las van a disfrutar la inmensa mayoría de los españoles” (sic).

Otra muestra de pasividad institucional, aún no corregida, es la del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que ha decidido no suspender la celebración de los juicios, a pesar de que las asociaciones judiciales lo reclaman de forma insistente. La toga no te protege de los virus.

Pocas horas después de la rueda de prensa de Moncloa, Italia actualizó sus datos sobre el coronavirus: 15.113 contagiados (2.651 más que el día anterior, un 21% más), 1.016 muertos (189 más que el día anterior).

“Estamos trabajando para huir del escenario de Italia”, dijo el martes el ministro de Sanidad. Y después: “Los eventos con gran asistencia de público se analizarán caso por caso”. La primera frase refleja perfectamente el reto al que se enfrenta la sociedad española. La segunda, no.

Matteo Renzi, ex primer ministro de Italia, tiene un mensaje para los gobiernos europeos: “Mi recomendación es que tenemos que aprender de los errores de Italia”. Una de ellas es no ir por detrás de los acontecimientos con medidas graduales, que se ven desbordadas por la realidad, con la esperanza de que no pase lo peor.

Italia ha dejado claro que puede pasar lo peor.

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