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Insultos, gritos y abucheos entre diputados: la demagogia punitiva se cuela en el Congreso

Familiares de jóvenes asesinados, en la tribuna del Congreso.

Aitor Riveiro

Mariano Rajoy entra en el Hemiciclo poco antes del medio día del jueves. Justo a tiempo para votar. La enmienda del PP al proyecto de ley que exige la derogación de la prisión permanente revisable va a ser tumbada. También la de Ciudadanos. El resultado, previsto, es lo de menos. Ningún diputado se pierde la sesión. Tras las votaciones, el Grupo Popular y el de Ciudadanos se ponen en pie a aplaudir a familiares de víctimas de crímenes horrendos, que exigen un endurecimiento de las penas y que han acudido a la tribuna como invitados.

Rajoy se suma al aplauso desde su escaño y luego también se incorpora. Después, se reunirá con los padres con las cámaras de televisión como testigos. Albert Rivera, solo en mitad del Hemiciclo, mira hacia la tribuna que ocupan los allegados de Diana Quer, Mari Luz Cortés, Yeremi Vargas y otros. El líder de Ciudadanos no aplaude pero mantiene la mirada mientras los demás diputados abandonan un Pleno que todos califican de bochornoso y que la presidenta de la Cámara, Ana Pastor, ha amenazado con suspender.

El Pleno se aventuraba tenso. Al Congreso se habían acercado medios y periodistas que habitualmente no cubren la actividad parlamentaria. Los fotógrafos acreditados se apiñaban en una de las dos plataformas en las que les obligan a trabajar desde la época de José Bono al frente de la institución. No buscan la foto del presidente del Gobierno, sino la de los familiares más activos en una batalla por el endurecimiento de la prisión permanente revisable que este jueves no han ganado.

Desde su lugar en la tribuna de invitados escuchan atentos las palabras de los distintos portavoces. La defensa que han hecho Juan Carlos Girauta (Ciudadanos) y José Antonio Bermúdez de Castro (PP) de sus respectivas enmiendas elevan el tono más allá de lo esperado.

Los gestos de aprobación y negación de Quer, Cortés y Sánchez son constantes. El padre de Mari Luz, asesinada por un pederasta excarcelado por error, se dirige desde la distancia directamente a Bermúdez de Castro. Pulgar arriba. “Gracias. Muy bien, muy bien”, se lee en sus labios. Contrapone las manos en gesto de agradecimiento. Desde abajo, el portavoz adjunto del PP devuelve el gesto. El debate ha concluido y ya se espera la votación. Minutos antes era el portavoz del PSOE, Juan Carlos Campo, quien tomaba la palabra. “Las víctimas no pueden ser utilizadas. Ni su dolor”. Los invitados, esta vez, asoman el dedo pulgar hacia abajo.

El reglamento prohíbe los gestos desde las tribunas y, cuando son muy evidentes, los ujieres de la Cámara les recuerdan que los invitados tienen obligación de permanecer impasibles. El legislador entendió en su momento que el debate de los diputados no puede ser interferido. No es la primera vez que en España se desaloja a alguien.

No ha sido así este jueves porque, pese a la evidente tensión en sus rostros y el dolor que se intuye en sus gestos, el espectáculo no se ha producido en la tribuna de invitados, sino en la de oradores. Y en los escaños. “¡Sinvergüenza!”, “¡venga hombre, que se calle!”, “¡la tuya!”, “¡por dignidad, sí!”, “¡eso es una infamia!”, “¡hijo de puta!”.

Todo el debate ha estado trufado de interrupciones. Alusiones entre los grupos. Al portavoz de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, le han tenido que calmar en su escaño entre su jefe de filas, Albert Rivera, y su adjunta, Melisa Rodríguez, después de que el diputado de Unidos Podemos Eduardo Santos le tildara de “demagogo populista de extrema derecha” desde la tribuna de oradores.

Girauta no pidió al final el turno por alusiones con el que amagó. Su homólogo del PP, Rafael Hernando, sí. El PSOE le acusaba de usar la capilla ardiente de Gabriel, el niño asesinado en Almería, para hacer una declaración política. Hernando respondía acusando de lo mismo a la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. Manos arriba en la bancada socialista para pedir réplica. La portavoz, Margarita Robles, se queja de que el turno de alusiones personales sea usado para atacar a una persona que encima no está presente.

Aspavientos en el resto de escaños, que recriminan a PP y PSOE su intento de convertir la sesión en un duelo a dos. Rumores que se elevan a gritos y una llamada la orden de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, al diputado del PP José María Chiquillo. Y una advertencia: o se reconduce el Pleno o la presidenta suspende la sesión. Algo inaudito.

La reprimenda llega justo antes de la votación. Tras decaer las enmiendas los diputados se levantan y se marchan. “Qué bochorno”. “Vergüenza”. Pocos diputados son capaces de articular más palabras.

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