El fútbol bajo la lupa
Federación y Gobierno: tensión y acusaciones cruzadas más allá del deporte
En febrero de 2020, apenas tres semanas antes de que la pandemia paralizase el país, se celebró una comida especial en la sede del Consejo Superior de Deportes (CSD). Al mismo acababa de llegar como secretaria de Estado Irene Lozano y aquel día estaban invitados todos sus predecesores en el cargo de presidente. El CSD es, como lo han visto durante años sus responsables, casi un ministerio. Un pequeño ministerio. El del deporte. Tanto por funciones, adscrito al Ministerio de Cultura y Deporte y con todas las competencias sobre deportes, como por instalaciones, con una sede, en la Ciudad Universitaria de Madrid, en la que hay incluso —como en algunos ministerios— un apartamento para el presidente.
La comida se celebró en el comedor privado, adyacente al de personal. El que se utiliza para los eventos especiales. Aquel lo era. Por eso, también, se encargó un catering. Mejor comida, se alegraron todos, que la del comedor, con cierta mala fama entre el personal. También mejor vino. Todos los invitados, más de una docena de personas, estaban juntos, muy juntos, en las mesas. Las distancias de seguridad y las reducciones de aforo aún no existían. Durante aquella comida la mayoría de invitados coincidió en dar un consejo a la nueva secretaria: “Con el fútbol no te metas”. Y se lo aclararon. No era por el fútbol, sino por ella. No le advertían que el fútbol no debiera tocarse, sino que Lozano, una extraterrestre en ese mundo, se quemaría si lo hacía. Sobre todo con la Federación Española de Fútbol.
“Cada uno cuando llega al puesto intenta hacerlo lo mejor posible. Una cosa es no meterse con el fútbol y otra ser cuidadoso con algunos deportes que tienen un peso específico enorme en la sociedad”, suaviza hoy el consejo a elDiario.es uno de los asistentes. “Los gobiernos, simplemente, no tienen especial interés en meterse en eso”, lo resume otro. “El deporte español es una maravilla. Vas a cualquier deporte y alucinas. Pero con el futbol revienta todo”, añade un tercero.
El mejor ejemplo, y el último hasta hoy, sucedió hace un mes y pico. La vacunación de la Selección española para acudir a la Eurocopa provocó una breve pero intensa tormenta política. La UEFA, organizadora de la competición, no exigía que los jugadores estuvieran vacunados. Pero el positivo de Sergio Busquets entre los convocados españoles hizo saltar la alarma. Si se producían más contagios, la Selección corría el riesgo de quedarse fuera de la competición. Desde la Federación, su presidente, Luis Rubiales, exigió entonces al Gobierno que se les vacunara. Aseguraba que llevaba dos meses pidiéndolo. Desde el Gobierno se negó ese plazo y se atajó in extremis la situación para vacunarlos, pero dejando en evidencia la descoordinación y desacuerdo entre el Ministerio de Sanidad y el de Cultura y Deporte.
“No vacunamos a futbolistas, vacunamos a la Selección”, lo justificó finalmente el ministro de entonces, José Manuel Rodríguez Uribes, tras ver cómo algunos partidos criticaban la decisión, entre ellos sus socios de Gobierno de Unidas Podemos. Los jugadores de la Selección ni siquiera eran los primeros deportistas que se vacunaban. Ya lo había hecho pocos días antes la Selección femenina de baloncesto para participar en el Europeo. También, antes incluso, por propuesta del propio CSD, los deportistas que viajaron este verano a los Juegos Olímpicos de Tokio. Con ninguno había habido críticas. Con el fútbol, sin embargo, estalló el conflicto político.
Desde la Federación insisten ahora en que no hubo polémica alguna. Pero añaden que se arregló cuando “el Gobierno entró en cordura y se dio cuenta de que es gente que representa a España” y debía ser vacunada. “Fue darle más bola de la que tiene. Entre otras cosas, por Rubiales, haciendo declaraciones contra el Gobierno. ¿Por qué decir eso? ¿Qué sentido tenía hacerlo más grande y sacarlo todo de contexto?”, se pregunta un directivo del fútbol español.
“El problema es que el fútbol suena a millonarios fornicadores que tienen muchos coches”, asegura el Alfredo Relaño, “y a esa gente no se la puede pasar por alto”. Relaño es uno de los periodistas que mejor conoce el fútbol español. A él ha dedicado toda su vida, un tercio de ella, casi 25 años, como director del diario AS y antes al frente de Canal Plus. Relaño se lamenta, existe en España “un prejuicio por el fútbol, sigue estando mal visto, pero no nos damos cuenta de que son imagen del país”.
El origen de las federaciones deportivas
Aquella polémica, sin embargo, no era nueva. Todos los gobiernos han tenido sus roces con la Federación de Fútbol, como coinciden desde ambos bandos. La clave del conflicto está en el propio origen de la institución, así como del resto de federaciones deportivas. La diferencia fundamental con las otras es que la de fútbol es la más importante, por presupuesto, importancia social y número de federados. La de fútbol, como dice uno de sus exdirectivos, “es otra galaxia”.
Las federaciones deportivas se crearon en España a finales del siglo XIX. Hasta la mitad del siglo XX eran asociaciones privadas. Pero durante el franquismo se las asimiló a la estructura del Estado y pasaron a depender de este y de la Secretaría General del Movimiento. El deporte estaba entonces en manos de la Falange. Con la llegada de la democracia se desmanteló aquel sistema y se creó el Consejo Superior de Deportes.
La federaciones son hoy, por ley, asociaciones privadas, pero con competencias públicas delegadas por el Estado. Las federaciones regulan sus deportes, organizan las competiciones oficiales y son las responsables del deporte de base. “Una federación tiene dos patas, una privada y una pública. La primera, sus normas de funcionamiento, su gestión o su sistema de elecciones. Y la segunda, la organización de las competiciones, que es esa función pública que el Estado les cede”, explica María José López, abogada experta en derecho deportivo y responsable del servicio jurídico del sindicato de futbolistas AFE.
En esas dos patas, como las llama, está la clave del conflicto. Este es un sistema intervencionista, porque el CSD tiene competencias sobre esas federaciones. Pero desde las federaciones, sobre todo la de fútbol, denuncian siempre un intervencionismo mayor del debido. En ese equilibrio, o desequilibrio, nacen los “piques y roces”, como se califican desde dentro, que han marcado siempre las relaciones entre ambos y que se han acentuado, hasta explotar, los últimos años.
“Dirigir esta casa, el CSD, es complicadísimo. La gente se cree que esto es muy bonito, porque es deporte, pero hay demasiados intereses, muchas guerras de poder y un sector bastante mediocre en el ámbito autonómico”, revela a elDiario.es un ex secretario de Estado para el Deporte. Lo hace con la condición de que su nombre no trascienda.
No es el único. Muchos de los entrevistados para este reportaje, desde políticos a directivos del fútbol, quieren hablar, y lo hacen durante horas, pero sin ser reconocidos. Con el fútbol, parece, sigue siendo mejor no meterse. El fútbol quema. “La Federación juega a un doble sistema con el Gobierno: si estamos a buenas, lo que quieras. Vienes, te haces fotos y este Gobierno es maravilloso. Pero como me toques las narices, vamos a malas”, apunta el exsecretario.
El funcionamiento interno: “Tienen un problema de gobernanza y corrupción”
Como denuncia el político, el problema, o la clave, de las federaciones es que ha degenerado en un “sistema radicalmente clientelar” y en algunos casos, añade, “pasa del clientelismo a la corrupción”. Como asociaciones privadas, tienen su sistema electoral. En este, se vota a una asamblea general que es la que elige al presidente de la federación. Pero esa asamblea general está controlada por las federaciones autonómicas. Si el presidente trata bien durante su mandato a los presidentes autonómicos, se asegura su reelección. “Sus intereses no terminan nunca. Siempre piden más. Y esos intereses, cuando ves cómo funciona el cotarro, son conseguir todo el dinero que puedan para regar a las federaciones territoriales para que les vuelvan a votar. No son intereses deportivos, sólo de poder”, lo explica.
“Las federaciones tienen un grave problema de gobernanza y de corrupción económica. Y cuanto más dinero tienen, más acusado es”, secunda el análisis un ex alto cargo del Gobierno de Mariano Rajoy. “Con ese modelo, los de la federación de bolos pueden trincar algo, pero no es comparable con lo que pueden hacer en el fútbol”, continúa. “Para los tíos que están dentro no es sólo defender los intereses del fútbol, sino su propia manera de vivir. Se han convertido en unos gánsteres. Y para defenderse esgrimen un concepto muy propio del mundo del deporte: la autonomía del deporte. Que el deporte esté libre de injerencias y no se haga un uso político de él. Pero eso lo utilizan para que esa independencia signifique que no se les puede preguntar ni investigar nada”, añade.
Desde la política saben que deben intervenir en el sistema. Así lo dice la ley porque esas federaciones tienen competencias públicas delegadas. Para eso está el CSD. “Hay que meterse en su gestión porque el Estado les da un monopolio”, lo resumen varios secretarios de Estado. “Es una organización privada que lleva la bandera de España, que actúa defendiendo lo público. Por eso hay que controlarlo”.
Los secretarios de Estado, “gente ajena al deporte”
“Ah, ¿y el Parlamento? ¿Según ese criterio ese no es un sistema clientelar? Decir eso me parece que es una locura de alguien que no sabe de lo que habla”. En el otro bando, las federaciones. En este caso, la más importante y polémica, la de fútbol. Quien habla es un exdirectivo de la misma que conoce bien su funcionamiento y que ha tratado a lo largo de su carrera con numerosos políticos. La primera crítica que hace es a todos los Gobiernos, tanto del PSOE como del Partido Popular.
Nunca, dice, les ha interesado de verdad el deporte; jamás se han preocupado por él. Y la mejor prueba de ello, apunta, es el altísimo número de secretarios de Estado para el Deporte que ha habido. Desde Jaime Lissavetzky con el Gobierno de Zapatero, quien más tiempo estuvo en el cargo, siete años, ha habido seis. El PSOE va hoy, con José Manuel Franco, por el tercero del periodo de Pedro Sánchez. Se acerca así al récord de la primera legislatura de Aznar, que tuvo cuatro.
“Y además ponen siempre a gente ajena al deporte, que no sabe nada. Cuando llegan no tienen ni puta idea. Y para cuando por fin aprenden cómo funciona el sector, los cambian. Está claro que no les importa”, se lamenta el exdirectivo. Relaño, que ve el sistema desde cierta distancia como periodista, coincide. “El Gobierno pone a uno que se le ha quedado colgado a la hora de repartir o de alguna familia. Es un puesto en teoría lucido que no compromete a nada. Pero cuando esa persona hace falta para otra cosa, la cambian”, asegura. “Es verdad”, concede un ex secretario de Estado, “que en ocasiones se ha utilizado el CSD como plataforma para otras cuestiones. Es un puesto de mucha visibilidad. Si lo haces bien, abre muchas puertas”.
La segunda crítica que realiza el exdirectivo de la Federación a los gobiernos es por las acusaciones de corrupción. Son, dice, “gratuitas” e impulsadas por la “frivolidad” de algunos políticos, pero que provocan una “terrible incertidumbre” en el mundo del fútbol. “¿Quién se ha llevado dinero? ¿De quién están hablando? ¿Hay alguna sentencia que condene a alguien por haberlo hecho? Que digan quién se ha llevado un sólo euro de la Federación de Fútbol a su casa. Y si no, ¡que se callen!”, responde, muy exaltado, a la percepción que los políticos tienen de la Federación.
La tercera crítica, en la que coinciden las fuentes consultadas de la Federación, tanto de la actual como de la época pasada que lideró durante casi 30 años (de 1998 a 2017) Ángel María Villar como presidente, es el “gran intervencionismo del Estado”. La Federación tiene sus propia regulación y, como asociación privada que es, ellos son los responsables de la misma y de saber qué es lo mejor en cada momento. Para eso han sido elegidos.
Y citan como ejemplo los éxitos deportivos conseguidos en el pasado, con la Selección española, como triunfos más simbólicos del fútbol español, campeona del mundo y de Europa, y la gestión económica de una organización que dependía en su origen de las subvenciones del Estado y que hoy tiene un presupuesto eminentemente de ingresos privados.
“Apenas dan dinero público al fútbol, pero luego acusan de llevarse ese dinero público y dicen lo preocupadísimos que están por ello… No se puede tratar igual a todas las federaciones. El fútbol es excepcional. Y debería tener una regulación propia”, afirma otro exdirectivo de la Federación.
Los actores internacionales
“El futbol es muy mediático. Quiere campar a sus anchas. El Gobierno no se ha metido en competencias que no son suyas, pero siempre hay un escenario de zonas de sombras”, describe la abogada López. La mayor de esas sombras, y la que ha provocado las mayores tensiones entre Federación y Gobierno, no está en España, sino en Suiza. Allí están radicadas la UEFA y la FIFA, las federaciones europea e internacional del fútbol a las que pertenece la española.
“El mundo del deporte se mueve por el derecho internacional privado, normas que se dan ellos. Eso significa que esas organizaciones están por encima de los estados y que hay que protegerlas. Entienden que los estados no pueden meterse en decisiones privadas de estas organizaciones. Como ellas organizan los Mundiales y campeonatos de Europa, si una de sus organizaciones les dice que el gobierno de su país se entromete en temas que no le competen, la UEFA o la FIFA le advierte al Gobierno que por ahí no vaya porque se pueden quedar fuera de la competición. Es un tema de poder, puro poder”, explica López.
“Estamos obligados a aplicar las normas de la UEFA y la FIFA y hay que introducirlas en los reglamentos y estatutos. Cuando apruebas esas cuestiones, algunas veces chocan con el derecho español y el CSD, y es entonces cuando tenemos un conflicto. No se dan cuenta de que si no cumplimos esas normas nos pueden echar a la puta calle. Y eso significa que nuestra Selección y nuestros clubes no participen en competiciones internacionales o que no den nunca ningún campeonato para organizar a España”, afirma un exdirectivo de la Federación. Ahí está ese punto de mayor tensión. La Federación actúa bajo sus normas, que son las que imponen UEFA y FIFA, y cuando el Gobierno quiere intervenir se recurre al comodín de éstas para asustarlo y frenarlo.
La primera vez que sucedió abiertamente fue en 2008. Entonces Villar presidía la Federación. El Ministerio hizo un decreto para que se adelantaran las elecciones en las federaciones olímpicas que no se habían clasificado para los Juegos Olímpicos de Pekín. La de fútbol estaba entre ellas, pero Villar se negó. No quería hacerlo. Se enfrentó al Gobierno. En mitad de la polémica, el presidente de la FIFA entonces, Joseph Blatter, hoy inhabilitado por la propia organización por administración desleal, visitó Madrid. Si el Gobierno seguía entrometiéndose en el funcionamiento de la Federación con las elecciones, España podría ser expulsada de la Eurocopa que se celebraba aquel año. La amenaza surtió efecto. Villar celebró las elecciones cuando quería, cuando consideraba que le correspondía y debían hacerse: después de la Eurocopa. Aquella fue la Eurocopa que ganó España. Desde entonces la escena se ha repetido varias veces más. Con Villar, además, las tensiones entre Federación y Gobierno alcanzarían su punto más álgido y crítico.
En 2015, el Gobierno de Rajoy, con Miguel Cardenal como secretario de Estado para el Deporte, aprobó un decreto ley que permitía a la Liga de fútbol vender los derechos audiovisuales del campeonato en bloque. Las fricciones entre Federación y Liga han sido recurrentes desde que la ley del Deporte de 1990 creó la liga como un ente autónomo y quitó así las competencias de organización del campeonato profesional de fútbol a la Federación. Con el paso de los años fueron creciendo.
Aquel 2015 fue un punto de inflexión brutal. La Liga, con Javier Tebas, que aún sigue hoy, como presidente al mando, cobraba un poder y protagonismo inédito. Villar y Tebas nunca se llevaron bien, no tenían relación, pero las disputas entre ambos estaban relativamente soterradas. La Federación se oponía a aquel decreto y al incremento de poder de la Liga y amenazó incluso con una huelga del fútbol. Llegó a ser convocada, pero terminó suspendida por la Audiencia Nacional. La guerra ya estaba abierta.
El fin del 'villarato'
A las casi tres décadas que estuvo Villar al frente de la Federación, Alfredo Relaño las llama el 'villarato'. Se inspiró para el apodo en el porfiriato mexicano de Porfirio Díaz, el general que llegó a gobernar el país más de 30 años. “Villar llevaba tantos años que actuaba como si todo eso fuera suyo y ya era el momento de cambiarlo. La relación con el Gobierno hasta entonces era de conveniencia. Pero se sabía que estaba abusando”, recuerda el periodista.
En 2017, dos años después de aquel enfrentamiento con el Gobierno y la Liga, cayó Villar. Fue detenido en julio, investigado por la Audiencia Nacional en la conocida como ‘operación Soule’, que aún sigue instruyéndose hoy. Está acusado, entre otros delitos, de administración desleal. Más de una treinta de personas, entre directivos de la federación y empresarios, figuran también como imputados en la causa más importante abierta por supuesta corrupción en el fútbol. Las imágenes de Villar detenido, la conocida como pena del Telediario, dieron la vuelta al país. Pasó doce días en la cárcel y salió tras pagar una fianza. Incluso algunos de sus enemigos declarados dicen hoy que aquello fue “desproporcionado”.
Tras salir de la cárcel, Villar era presidente de la Federación y tenía sendos cargos en la directiva de la UEFA y la FIFA. Dimitió de los puestos internacionales, pero no de la Federación. El Gobierno quería que lo hiciera o, en su defecto, que se adelantaran las elecciones en la Federación. Consideraban, como reconoce un miembro de aquel Gobierno, que Villar “estaba muerto”. Los que habían sido los suyos durante años habían dejado inmediatamente de serlo y le daban la espalda. Villar, de nuevo, se negó. La sombra de la FIFA volvió a sobrevolar la escena en diciembre. Desde la federación internacional, revela la misma fuente, llegó a cuestionarse al Gobierno cómo podía un juez juzgar a un presidente de una federación si las reglas del deporte son otras. Y volvieron a amenazar. Si el Gobierno seguía interfiriendo en las elecciones, España podría quedarse fuera del Mundial de Rusia que se celebraría al año siguiente. Incluso el presidente Rajoy respondió a aquel ultimátum velado. Estaba seguro, dijo, que España jugaría el Mundial. Se creció en sus declaraciones y también aseguró que lo ganaría.
Villar había sido ya inhabilitado por un año por el CSD por el ‘caso Soule’, pero continuaba como presidente. El 22 de diciembre de aquel año fue destituido. El Tribunal de Arbitraje Deportivo, el brazo sancionador del CSD, le imponía una nueva pena y forzaba su salida del cargo. Le acusaba entonces de vulnerar la neutralidad electoral. Se iban a convocar finalmente elecciones y Villar se presentaría, pero publicó su programa electoral en una web antes de que se iniciara el proceso. El tribunal consideró que aquella falta era motivo justificado para expulsarlo de la presidencia tras casi 30 años en la misma.
Villar siempre vio ahí, y así lo dijo públicamente, un “golpe de Estado” promovido desde el Gobierno para forzar su dimisión a través de querellas falsas, expedientes sancionadores y difamaciones. Aún hoy, aseguran desde su entorno, lo sigue haciendo. Una operación promovida, sobre todo, entre el Gobierno y el presidente de la Liga, la patronal de los clubes, Javier Tebas, para expulsarlo de la Federación y dar carpetazo a su época. El Gobierno se habría quitado así a un enemigo íntimo, a un hombre sospechoso de corrupción y que había defendido siempre a ultranza, como lo ensalzan sus partidarios, los intereses de la Federación frente a las injerencias de los Gobiernos. Tebas, a su vez, se habría librado de un duro rival y podría tener opción de que llegara a la Presidencia de la Federación un presidente afín a la Liga y a sus intereses. Alguien que no fuera un enemigo declarado. Un dirigente del CSD entonces lo niega. “No fue ningún golpe de Estado. Fue la actuación de la Justicia, independiente, y de la correcta actuación del CSD y su tribunal”, afirma.
Villar sigue hoy a la espera de juicio por el ‘caso Soule’. Pero el pasado 18 de junio resultó absuelto en otra causa abierta contra él en la misma época, que también fue un detonante de su salida y tras la cual también vio entonces la mano del Gobierno. Los jueces le dieron la razón en el llamado ‘caso Haiti’. Supuestamente había desaparecido dinero de una subvención pública para ayudar a Haití a través de la Federación tras el terremoto de 2010. El programa de inversión en el país se había justificado ante el CSD con facturas que no correspondían.
La Federación alegó que el dinero se había invertido, aunque no se había justificado bien, y Villar, sobre todo, aseguró que sus firmas que aparecían en los documentos estaban falsificadas. La justicia, cinco años después, le ha dado la razón. El expresidente confía ahora que la Audiencia Nacional también le exonere de los cargos por los que le investiga. “Pero ya será tarde. El Gobierno ya logró lo que quería: colgar su cabeza, como un trofeo de caza, de la pared”, se lamentan desde su entorno.
Desde la Federación de Fútbol dicen hoy que las relaciones con el Gobierno “son excelentes”. En un lado ha cambiado el Gobierno y en el otro, la directiva. También dicen que no hay “mucha relación, salvo los temas puntuales que toquen”. El de las vacunas era uno de ellos. Una polémica que, sin embargo, no debía haberlo sido. Durante años se acostumbraron, o se habituaron, mejor dicho, en los diferentes gobiernos, a las advertencias de la Federación de las reacciones negativas de FIFA y UEFA.
“Cada vez que se pedía información económica del dinero o del sistema clientelar de la Federación, ellos enviaban cartas a la FIFA y a la UEFA quejándose y éstas, a vuelta de correo, enviaban otras amenazando con expulsar a España”, describe un exsecretario de Estado para el Deporte. “Y nosotros aguantábamos el tirón. Pero había personas en el Gobierno que tenían temor. 'Imagínate que nos echan...', decían. A ver cómo explica un Gobierno que su Selección o sus principales clubes no participan en un Mundial o en una Liga de campeones...”.
La dinámica no ha cambiado
La dinámica, según ha podido saber este diario, no ha cambiado. También hoy Rubiales, el presidente de la Federación, utiliza ese recurso. “Como no sabe dialogar, ni intentar convencer, en cuanto pide algo que no se le da, amenaza con eso. La primera vez asusta. La séptima ya no resulta creíble”, revela un alto cargo del deporte bajo el mandato de Sánchez.
Tampoco ha cambiado, además, el sistema. Salvo un código de buena conducta aprobado en 2004, que obliga, entre otras cosas, a los directivos de las federaciones a dar información sobre sus vínculos profesionales o familiares con sus proveedores, el modelo continúa siendo el mismo. Para hacerlo debería modificarse, apuntan los políticos y expertos consultados, el sistema de elección y retirar la exclusividad de las competencias delegadas.
El problema, coinciden, es cómo hacerlo, porque para transformar ese sistema habría que alterar también la fórmula internacional, la pertenencia a las federaciones internacionales. Es una pirámide. Uno se federa en su comunidad, la federación de esa comunidad en la española, la española en la UEFA y esta en la FIFA. Eso complica, o impide, que pueda cambiarse el sistema en un sólo país. La reglas, como las de competición, las fijan en las internacionales.
El Gobierno de Sánchez ultima ahora una nueva ley del Deporte que sustituya y actualice la de 1990. El anteproyecto, presentado en junio, incluía inicialmente una limitación de mandatos para los presidentes de las federaciones. Sólo podrían serlo, según señalaba el texto, por dos términos consecutivos o tres alternos. Menos de una semana después de su publicación, se sustituía por una nueva versión en la que se había suprimido esa limitación. Federaciones y Comité Olímpico se oponían a la restricción. Este anteproyecto proviene de otro, ya respaldado por el Consejo de Ministros pero parado, aprobado a comienzos de 2019, cuando estaba en el cargo de ministro José Guirao. Salvo esa limitación de mandatos no se introducen cambios sustanciales en el funcionamiento de las federaciones.
“La Federación de Fútbol tiene que modernizarse y poseer una estructura más democrática”, lo resume la abogada López, que participó en la redacción del anteproyecto de ley de Guirao. Es la expresión, más que de una opinión, de un deseo. La experta advierte que ya en esa nueva ley que prepararon había una “batalla muy fuerte” de las federaciones por conseguir mayores competencias. Algunas, como en el fútbol, perdidas frente a la Liga en una ya crónica guerra de poder. Otras, frente a un Gobierno con el que deben llevarse bien y que, como lo ve Jesús Alfaro, profesor de Derecho de la Universidad Autónoma y experto en el sector del fútbol, “quiere controlar el fútbol”. Según lo explica, en todos los países los gobiernos intentan siempre hacerlo.
“Quieren controlar el negocio, no el dinero. Que se haga como los políticos quieren y no como los dueños de los clubes o los socios quieren”. A fin de cuentas, el fútbol, coinciden todos, es el más político de los deportes. “Vende infinitamente más que la política. Todo el mundo sabe de fútbol y opina”, dicen desde la Federación. Como recuerda Relaño, ensalzándolo, la primera iniciativa paneuropea, que funcionó, y sigue haciéndolo, fue la Copa de Europa de fútbol. “Es más complicado y complejo que cualquier otro deporte”, dice el periodista. El fútbol es esa otra galaxia, como lo definía el exdirectivo. O la misma de siempre.
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