Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La vida sin terminators

Aplicación de calendario para el móvil

7

Caliento medio vaso de leche en el microondas y cuando termina pita como si estuviera enriqueciendo uranio. Lleno la nevera de regreso del mercado y pita la puerta como si fuera la de un avión a diez mil pies del suelo. El coche es una gota malaya de pitidos si no me he puesto el cinturón, aunque esté parado, o si quiero llevar un bulto que no sea humano en el asiento del copiloto. El teléfono me recuerda tres días antes que tengo un vuelo a París. La víspera me insiste que haga el check in. El mismo día amanezco con mensajes que me dicen que vaya al aeropuerto al menos con dos horas de antelación. La noche previa me he acostado con el teléfono advirtiéndome que ya debería haberlo hecho, que me estoy saltando el intervalo de sueño, que no voy a poder dormir las horas que necesito. El despertador, más pitidos cuando ya los había olvidado, me anuncia que la máquina no descansa y yo tampoco ya. Una alarma me acaba de recordar que tenía que haber escrito ya este artículo.

Durante décadas la ciencia ficción del cine y la literatura nos vaticinó que en el futuro, ahora, ya, hace tiempo que llegamos a ese futuro de la pantalla, los robots nos dominarían o lo intentarían. Habría guerras entre terminators y personas -taxistas, electricistas, dependientes, cualquiera que no sabía cómo se había llegado a eso- convertidas en la resistencia, en el último bastión frente al acero y los chips, la esperanza final para la humanidad. En algunas de esas historias ganábamos nosotros, los buenos, los seres vivos. En otras triunfaban las máquinas y la única incógnita y alternativa era ver cuántos quedábamos y cómo nos las arreglábamos mientras seguíamos pensando en recuperar el mundo perdido. Ése era, sin duda, el peor horizonte posible. 

El teléfono móvil nos recuerda hoy también que nos hemos escabullido de caminar los 8.000 pasos diarios en los que parece estar ahora la aritmética del bienestar universal. Tenemos aplicaciones de salud que analizan los alimentos que comemos, las pulsaciones que tenemos o los movimientos que hacemos o no hacemos, como si la única forma de avanzar fuese hacia adelante, como si fuera terrible quedarnos quietos sin hacer nada. Son la voz de una conciencia digital que nos recuerda constantemente lo que no hacemos, lo que hacemos mal, lo que se nos olvida, lo que no queremos hacer, lo que, en definitiva, nos convierte en humanos. Y se lo consentimos. No aguantamos tener una pareja al lado que nos diga continuamente lo que debemos hacer pero sí una aplicación. No hay nada más satisfactorio hoy a que una máquina nos reconozca que hemos cumplido como humanos. Pero podemos estar y respirar tranquilos porque no han venido los terminators a colonizarnos y seguimos siendo los listos de la Tierra.

Etiquetas
stats