“Mientras en la izquierda andábamos peleándonos por cupos de poder, Vox se llevaba a nuestra gente”
“Otro error que cometemos mucho es que los de izquierdas nos creemos que somos muy intelectuales y que los de la derecha son tontos. Y no es así. Hay gente muy buena e inteligente en ambos lados”, dice Luis Miguel Peña, 53 años, alcalde de Cercedilla. Sentado ante una clara de cerveza y bajo un sol todavía frío de primavera en la plaza Mayor de su pueblo, Peña habla con una moderación y lucidez que resultan tan chocantes como bienvenidas. También su tono de voz pausado, que apenas eleva ni cuando se le escapa un joder o un hostias. Y la ausencia, en su discurso, de eslóganes, insultos o retóricas casi bélicas.
Acaba de salir del ayuntamiento, a su espalda. Allí ocupa el despacho del alcalde, del “señor alcalde”, como informa una placa junto a la puerta de entrada, desde hace seis años. Una estancia que parece un escenario de Cuéntame; congelada en el tiempo, con sus muebles viejos de madera caoba y sus montañas de papeles, en esa época en la que el alcalde, como lo recuerda, era alguien importante, muy importante. Ese señor alcalde de la placa. Así se lo hacían ver a él, de hecho, sus propios familiares cuando se convirtió en regidor. “Ay, si tu padre y tus tíos te viesen...”, le decían a su sobrino Luismi sus tías.
Era el suspiro orgulloso y aún incrédulo de una familia humilde, de trabajadores y de albañiles, que veía cómo uno de los suyos ocupaba un despacho que jamás fue para uno de los suyos. “Tenían en la cabeza todavía el franquismo y para ellos la figura del alcalde era algo grande… Hostias… Es que era ese señor alcalde... Nosotros, en cambio, habíamos sido donnadies en el pueblo y conmigo había llegado uno de los nuestros a alcalde”, lo explica él.
Peña no iba para alcalde. Jamás pensó que lo sería. Funcionario de la comunidad, personal de mantenimiento, aterrizó en la política desde los sindicatos. Dice de sí mismo que es una persona muy discreta y tímida y que ni siquiera le gustaba destacar en los trabajos que realizaba. Pero entró en el movimiento sindical en un momento en el que peligraban sus puestos y empezó entonces a tener contacto con la gente de Izquierda Unida en el ayuntamiento. En 2007 se retiraron varios de los militantes del partido y le pidieron que se apuntara en las listas. Iba como relleno. Pero cuatro años después siguieron retirándose compañeros y Peña, por petición de ellos y porque pensaba que podía ayudar, ascendió hasta ser el cabeza de lista. Izquierda Unida tenía entonces sólo un concejal en el ayuntamiento. En 2011, el primer año con Peña, consiguieron dos. Gobernaba el PP. En 2015 repitió. Entonces sucedió. “Fue un shock”, lo recuerda él. Nadie esperaba que IU ganara las elecciones. Pero lo hizo. “Es verdad que habíamos hecho una oposición atípica, porque defendimos en todo momento lo bueno que había hecho el gobierno e incluso votamos a favor de algunas medidas. Pero de pronto nos vimos ganando las elecciones”, lo recuerda.
La segunda sorpresa llegaría cuatro años después. Durante aquella legislatura sólo hubo tres municipios en Madrid gobernados por IU: Cercedilla, Rivas y Casarrubuelos. Peña confiesa que se sintieron “abandonados” por el partido, que no se “acordó” de ellos para nada. Por eso decidieron independizarse y presentarse como Juntos por Cercedilla. Doblaron los votos que habían obtenido y volvieron a ganar. Peña gobierna hoy en la localidad con el apoyo de PSOE y Podemos. En ese momento de cambio se sentían, como lo dice, “en tierra de nadie”. Por un lado, abandonados por IU. Por el otro, “olvidados” por el Gobierno regional del PP. “Se ve en el vídeo de Ayuso corriendo por la ciudad. Los pueblos somos los olvidados”, lo resume. Cercedilla, además, como lo explica, un municipio de 7.500 habitantes, no tiene peso demográfico ni importancia de voto para contar como otros ni aspirar a los fondos sociales de la Unión Europea pero tampoco es tan pequeño para poder solicitar otro tipo de apoyos y ayudas.
“Con la vorágine de Podemos e IU nos dejaron abandonados y nos sentimos muy defraudados. Huérfanos. Y luego la otra vorágine que hubo en la izquierda por ver hacia qué lado te ibas, que si IU o Podemos, que si luego aparece Más Madrid… Pero, ¿estamos tontos? ¿a dónde vamos?”, se lamenta Peña. El alcalde ve, como lo analiza, a la izquierda, y sobre todo a la madrileña, “desnortada”, metida “en una carrera de egos en vez de estar unidos”. “Y así nos pasa, que luego nos vienen las hostias por todos lados... Y nosotros, mientras, a buscar los cupos de poder o mando o a figurar, o como lo quieras llamar, y mientras perdiendo ciudadanos y grupos como Vox llevándose a nuestra gente”, añade.
Esa crítica que el alcalde hace a la izquierda es la que ha provocado que hoy, como reconoce, haya votantes de izquierdas en el pueblo que se han pasado a Vox. En las últimas elecciones municipales, Vox obtuvo 230 votos en el municipio. En las generales, seis meses después, sumaban 714. “La izquierda tenemos fallos, muchísimos, como todo del mundo, pero algo que no hemos sabido transmitir es que nosotros somos españoles de primera igual que el PP o que Vox. Y tampoco hemos sabido explicar que, dentro del republicanismo que nos caracteriza, mientras esté la monarquía nuestra bandera es igual de ellos que nuestra. Y Vox, como sucede aquí en el pueblo, se está apoderando de esa bandera y de ese pensamiento como que si no eres de derechas no eres español”, continúa su análisis.
P: ¿La clave del auge de Vox, para usted, es ese españolismo?
R: No solamente. Con distintas vertientes. Por ejemplo, por mencionar otro caso: la caza, un tema medioambiental mal expuesto por Podemos y que genera rechazo. La caza es un patrimonio que no es de derechas ni de izquierdas. ¿Ha de existir? Pues hoy, que no todas las presas tienen depredador natural, necesitamos hacer cierta selección, porque si no no podemos convivir. Es un mal que la humanidad ha creado y que la humanidad debe solucionar. ¿Es compatible la caza con ideas de izquierdas? Pues debería serlo, porque no es de unos ni de otros. ¿Que ahora está mal vista? Pues sí. Pero, ¿y antes? Nuestros abuelos eran cazadores. ¿Debemos repudiar eso? No, debemos ordenarlo.
P: ¿Qué otros errores cree que ha cometido la izquierda para que haya esa abstención tan amplia que ahora se intenta movilizar?
R: Sobre todo, las disputas internas. Se da sensación de que somos trabajadores poco eficientes. La gente ve que estamos más a tener el sillón que a trabajar. Y luego ha habido fallos concretos. Por explicarlo con otro ejemplo: Pablo Iglesias ha defendido muchas cosas buenas, pero se compró un chalet que te cagas. ¿Tiene derecho? Sí, por supuesto. ¿Por qué no? Faltaría más. ¿O es que la izquierda tiene que vivir en una chabola? Pero en el momento de transmitir ciertas ideas al hacer eso cometió un fallo. Y lo está pagando la izquierda. Otro ejemplo, algo que hizo también Podemos e Iglesias, y no lo digo como una crítica peyorativa a él, sino con todos mis respetos: decir que los políticos no tenían que cobrar. ¿Cómo que no? Un problema que tienen los políticos españoles es que quizás se cobra poco. Y los pocos que se pueden dedicar a la política son gente que tiene otros ingresos o de derechas, y hay personas muy buenas y muy capacitadas en la izquierda que no entran en la política por los ingresos. Esos errores que se han tenido los estamos pagando. “Si es que sois iguales que los otros”, nos dicen a todos. No es que seamos o no iguales, pero se han cometido unas imprudencias que no debían haber sucedido.
De cara a las elecciones del 4 de mayo, Peña cree que el PP obtendrá un buen resultado en el pueblo. En este municipio de izquierdas y donde la candidata de Más Madrid, Mónica García, tiene casa y “buena prensa”, como dice, el partido pasó de gobernar a ser la penúltima fuerza en sólo ocho años. Pero mantener los bares abiertos el alcalde percibe que en Cercedilla hace pensar a la gente que la gestión de la comunidad ha sido buena. “Aunque obvian que lo que ha hecho el gobierno es ahorrarse ayudas públicas. En el fondo es estrategia política, pero están confundiendo a la población”, afirma.
Esa realidad, además, va más allá de los hosteleros de la zona y se aplica a todos los vecinos. En Cercedilla, como dice su alcalde, no hablan claramente de libertad, el eslogan repetido y convertido en lema de la candidata popular, pero sí “cala” la idea. “Sobre todo, la de que vienen aquí los comunistas a quitarnos la libertad y los derechos y a jodernos lo que hemos conseguido. Parece mentira, pero la gente no es consciente de que la libertad está garantizada en España y de que son sólo, en realidad, distintos pareceres”, añade. Este momento de la conversación es en el que Peña se muestra más exaltado, con una exaltación inusual para estos tiempos. Mantiene su voz extremadamente calmada, pero le brillan los ojos. Sus palabras lo confirman. “Me duele mucho eso... La derecha está abanderando que ellos son la libertad. ¡Coño! Algo que nos costó tanto conseguir a la izquierda y se quieren hacer ahora dueños de ello. Y desde la izquierda no sabemos responder. Lo primero que deberíamos hacer es recuperar la idea de que quienes defendimos la libertad cuando realmente estuvo en peligro fuimos nosotros y que esto no es un problema de libertad. Pero así nos va…”, se lamenta.
Peña, tal vez porque no lo es, resulta un político atípico. O porque no lo era, porque él mismo confiesa que no sabe qué pasará dentro de dos años. Dice que no quiere seguir, que hay que dar paso a otra gente y que estar en política para él es, sobre todo, frustración porque se queda siempre con la sensación de que podría hacer más de lo que puede. “Todo el mundo en la vida tendría que ser alguna vez alcalde o presidente o estar cerca para entender que no todo está en tus manos, que dependemos de mucha burocracia que dificulta excesivamente”, lo explica. Sin embargo, sabiendo lo que ha sucedido estos últimos años, no se atreve a confirmar que lo dejará. Pero Peña resulta también ese político atípico por su discurso. Por cómo dice, tan natural como acertado, “en la política hay que pensar mucho qué piensa el resto para saber lo que quiero yo”. Por la autocrítica que hace de la izquierda y por esa ausencia de ataques directos a otros partidos, de eslóganes encadenados y de términos incendiarios. Y por cómo explica, por ejemplo, la relación que tiene su ayuntamiento con el gobierno de Ayuso.
“Es una relación cordial. Somos dos entidades públicas y entiendo que, como tales, lo primero que nos debemos, y eso es algo que falla mucho, es lealtad. Y yo, a pesar de las ideas que pueda tener, lo primero que soy es leal a la comunidad y al Estado”, afirma. Él, como continúa, fue elegido por unos para gobernar para todos. De ahí que vaya a tener siempre buenas relaciones con la comunidad. Peña ni siquiera trata de hacer política con esto. “No le puedo decir cómo se comporta el gobierno con otros pueblos que son de su cuerda”, responde cuando se le pregunta si los municipios del PP tienen mejor trato o mayores soluciones. Tampoco lo hace con la gestión de la pandemia. “Podría haber sido más exigente, aportar más ayudas económicas y no tener la mano tan alta con las medidas, haber sido más restrictiva”, afirma. Pero cree que tanto para la comunidad, como para el Estado y los municipios la pandemia ha sido algo “muy duro” que les pilló por sorpresa. “Nadie nos ayudó. Pero no acuso a la comunidad ni al Estado porque nos defendimos todos cómo pudimos, como gatos panza arriba”, afirma.
Cuando Peña abandone finalmente el ayuntamiento, cuando deje de ser el señor alcalde y vuelva a ser sólo el vecino Luismi, dice que se llevará, como lo mejor de la experiencia, haber tenido la confianza de su pueblo. El hecho de que lo escogiesen porque creían que era la persona “elegida para poder ayudarlos y ser su guía”. Eso y el orgullo de la realidad hoy, que sus parientes más mayores nunca imaginaron, de que también las personas humildes pueden ser alcaldes.
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