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Policías espiando a policías que espían a policías

Un policía con una bandera española hace el saludo a dos mossos tras salir de un hotel de Pineda del Mar el 5 de octubre de 2017.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La información es un elemento básico de la actuación de una fuerza policial. Lo fue el día del referéndum del 1 de octubre. Un despliegue oficial en número insuficiente para marcar la diferencia necesitaba saber qué estaba pasando en cada momento. Cada cuerpo policial contaba con un centro de control para canalizar todas esas informaciones. Todos los agentes estaban obligados a facilitar a sus jefes los datos a los que tenían acceso.

Hasta ahí, todo bien. Trabajo policial básico. Pero nada de lo relacionado con el 1-O fue convencional en cuanto al trabajo de las fuerzas de seguridad. Y forma parte también de las estrategias de las partes enfrentadas en este juicio.

Juan Manuel Quintela, jefe de la Brigada Provincial de Información de la Policía en Barcelona, declaró el martes y la parte más relevante de su intervención tuvo que ver con la tormentosa relación entre policías y guardias civiles, por un lado, y mossos d'Esquadra por otro. En realidad, ya se ha hablado de este tema en el juicio, pero la fiscalía cree que no es suficiente. La fuente de las informaciones es la misma. Lo que ocurre es que varios mandos policiales tuvieron acceso a ella y los fiscales quieren que todos pasen en fila india por el juicio. Deben de pensar que a los magistrados se les olvida con facilidad lo que escuchan y hay que recordárselo cada pocos días.

Esas relaciones entre fuerzas policiales son uno de los puntos en los que la fiscalía del Supremo está invirtiendo tiempo y esfuerzos para conseguir una condena por rebelión contra los acusados. No le sirve con trazar una conspiración política en favor de la independencia –parte de ella es bastante obvia porque no se ocultaba–, y espera que dar un tono delictivo a la conducta de la Policía autonómica servirá para sus propósitos. Se denuncia que los Mossos reaccionaron con pasividad ante los acontecimientos o con complicidad en casos muy concretos.

El coronel Diego Pérez de los Cobos ya acusó a los Mossos hace varias semanas de vigilar a las fuerzas de seguridad que buscaban impedir el referéndum del 1-O: “Nos comunican que detectaron patrullas de vehículos camuflados de Mossos haciendo labores de vigilancia o seguimiento sobre nuestras unidades, incluso en algunos lugares donde nuestras unidades estaban alojadas”.

Preguntado por esas situaciones, el comisario Quintela –que está imputado por el Juzgado número 9 de Barcelona por el intento frustrado de registro de una sede de la CUP– dijo que eso ocurrió. “Rotundamente, sí. Nuestras unidades lo pudieron observar. Tuvimos acceso a documentación que decía que desde el Cecor (centro de coordinación de los Mossos) se enviaba a las ocho y cuarto de la mañana (del 1-O) una instrucción para que se comunicara cualquier movimiento de Policía y Guardia Civil”. La policía tuvo acceso después a todas las comunicaciones del Cecor.

Quintela dijo que encontraron 271 comunicaciones de los Mossos con esta información. “Les llamaban escudos (por los policías) y banderines (por los guardias civiles)”. Relató un incidente más grave. “Uno de nuestros vehículos camuflados fue seguido por vehículos logotipados de los Mossos. Se atraviesan, les ponen destellos, echan mano al arma enfundada y piden documentación. Una actitud fuera de lugar”.

No explicó cómo los mossos podían saber que eran policías en un coche que no tenía distintivos sin pedir antes la documentación.

También hablaron de ello en su momento Sebastián Trapote y Ángel Gozalo, jefes entonces de Policía y Guardia Civil en Catalunya. Nadie utilizó la palabra espionaje, pero la conclusión parecía obvia. Mossos vigilaban a policías y guardias, y estos también vigilaban a los mossos. Las unidades de inteligencia –que en las fuerzas policiales reciben el nombre más pulcro de información– se ocupaban de enterarse de lo que hacían los otros para informar a los superiores.

Trapote informó de que sus agentes de la brigada de información recogieron datos sobre “la actitud y dotación” de los Mossos en los colegios. “Los equipos de información confeccionaron acta que recogía la actuación del exterior, qué entorno había, qué servicio de policía autonómica había y todos los incidentes de la salida de los colegios”, explicó Trapote.

La ruptura de la colaboración con los Mossos se produjo antes de las ocho de la mañana del 1-O cuando los agentes informaron de la situación que se producía ante los colegios electorales. “Vemos que hay gente en los alrededores de los colegios”, dijo Trapote, “que están ocupados, y que los efectivos de los Mossos son los normales en un día de elecciones. Son parejas, dos o tres policías. No había muchos mossos”. Lo contó a Pérez de los Cobos y este ordenó lo que llamaban “el plan B”, que consistía en olvidarse de los Mossos y proceder por su cuenta al cierre de colegios, con violencia en algunos casos.

Es decir, los mossos informaban a sus jefes sobre los policías, y los policías informaban a sus jefes sobre los mossos. Todo el mundo se vigilaba.

En su momento, el comisario general de Información de los Mossos, Manel Castellví, negó que se produjeran tales vigilancias de otros policías. Dijo que sólo se informaba de incidentes en los colegios y las novedades que se producían, incluida la aparición de un vehículo de Policía o Guardia Civil.

El abogado Xavier Melero preguntó a Quintela si eran habituales los términos de escudos y banderines en esas comunicaciones. “Es un lenguaje en clave que no se utilizaba siempre. En la mayoría de los casos, se hablaba de CNP y Guardia Civil”. Entonces, no era un lenguaje en clave si sólo lo empleaban algunos.

El comisario realizó una declaración sobria y directa en líneas generales. Justo al final, a preguntas de la defensa, reincidió en las opiniones de gran altura retórica de las que ha habido unas cuantas en este juicio. Sobre las semanas anteriores al 1-O, dijo que “se respiraba un ambiente casi prerrevolucionario”. Queda su comentario para las actas del juicio y los libros de historia de las revoluciones.

Un paseo por Lleida

La fiscalía trajo a la sala a otros testigos para que contaran lo que podríamos llamar escenas de la vida cotidiana en tiempos convulsos. Fueron dos guardias civiles que, junto a otros cuatro compañeros, paseaban el 2 de octubre por las calles de Lleida. Contó que pasaron junto a dos mossos y les oyeron comentar “esos son piolines” tras lo que empezaron a aplaudirles “de forma despectiva”. Un mosso dijo que el día anterior “habíamos pegado a su familia” (el mosso compareció después ante el tribunal y negó los insultos y los aplausos).

Guardia Civil: “Nos llamó hijos de puta” (lo dijo en voz baja pero se le escuchó gracias al micrófono, aparentemente no lo suficiente para el fiscal).

Fiscal: “Puede decirlo en voz alta. ¿En qué consistía el insulto?” (el fiscal quería oírlo otra vez).

Guardia Civil: “Nos llamó hijos de puta”.

Había quedado claro, no fuera que el tribunal, situado a poco más de dos metros del acusado, no le hubiera escuchado. De los testigos de la acusación, se aprovecha todo y a los fiscales les gusta rebañar el plato.

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