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“Les esperaba muerte”: el relato de un feliz reencuentro lejos de Afganistán

"Les esperaba muerte": el relato de un feliz reencuentro lejos de Afganistán
Madrid —

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Madrid, 30 ago (EFE).- “Les esperaba muerte, se han salvado”. Lo dice Lutfullah Salimi, Lutfu, que colaboró con el Ejército en Afganistán hasta que en 2015 huyó junto a las últimas tropas españolas para empezar una nueva vida lejos de la amenaza talibán. Atrás dejaba a su familia, pero el pasado jueves pudo volver a abrazarles cuando aterrizaron, esperanzados, en la base aérea de Torrejón de Ardoz.

Así lo relata a Efe tras dos semanas “duras y emocionantes” trabajando como intérprete para el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en la recepción de sus compatriotas evacuados en aviones españoles. “Entraba a las siete de la mañana y salía a las doce de la noche”, comenta.

Gracias a su labor en Afganistán, Lutfu ha podido reencontrarse con sus padres, dos primos, su hermana y su cuñado. Ser familiares de un colaborador militar y pertenecer a la etnia hazara, perseguida por los talibanes por ser predominantemente chiíes, les colocaba en el objetivo de los terroristas. “Toda la población está en riesgo, pero nosotros aún más. Les esperaba muerte, se han salvado”, asegura aliviado.

ABRAZO TRAS VIVIR EL CAOS

Tras su servicio para el Ejército español, Lutfu se subió en octubre de 2015 al último avión de las tropas españolas retiradas de Afganistán. Por delante, una nueva oportunidad de vida. Atrás dejaba a sus padres, a los que pensaba que nunca volvería a ver. “Fue muy duro”, recuerda.

Pero el Ministerio de Defensa contactó con él para sacar a sus familiares de Afganistán tras la llegada al poder de los talibanes. Lutfu facilitó una lista con sus datos y pudo enviarles un salvoconducto que les permitiera entrar en el aeropuerto de Kabul. No era tarea fácil.

Sus familiares intentaron acceder durante casi 24 horas y “vivieron el caos” en primera persona. “Iban con bebés y no podían aguantar mucho más tiempo”, explica. Él estaba en contacto con ellos y les animaba a no decaer. Pero decidieron irse a casa, estaban agotados.

En un segundo intento, y tras una noche en vela, lograron subirse a uno de los últimos aviones españoles que despegaron desde Kabul, horas antes del doble atentado en los alrededores del aeropuerto.

A los pies de las escaleras de la aeronave, Lutfu pudo volver a abrazar a los suyos. Ahora se encuentra junto a ellos en León, donde el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones les ha acogido en uno de sus pisos para refugiados.

UN CASO DE ÉXITO

Los últimos seis años en España de Lutfu son el ejemplo de la esperanza para sus familiares. Después de seis meses en un centro de acogida de Migraciones, se matriculó en cursos de Contabilidad y Atención al cliente, que le permitieron hacer prácticas en otro centro para refugiados. Allí consiguió su primer puesto de trabajo en España.

Le premiaron su rendimiento en estos cursos con una beca para refugiados en la Universidad Camilo José Cela, donde se ha graduado este verano en Transporte y Logística. Ahora, su prioridad es ayudar a los suyos.

Luftu ya había estado en la universidad en Afganistán. En Kabul estudió Filología Española en plena misión de las Fuerzas Armadas en el país asiático. Cuando se graduó, empezó a colaborar como intérprete para el Ejército.

Explica que “estudiar no fue difícil”, pero no aprendió nada de vocabulario militar, por lo que tuvo que recibir cursos específicos. Después, trabajó durante años para los soldados españoles que formaron “desde cero” al Ejército afgano.

A partir de entonces, sabía que estaba “amenazado” por los talibanes y otros grupos terroristas. Sin embargo, recalca que pensaba que “habían desaparecido”, que “nunca iban a volver”.

“De repente, han vuelto y poco a poco hemos llegado hasta aquí”, lamenta.

Familiares, amigos y conocidos no han corrido la misma suerte que Lutfu y sus allegados. Mientras se busca una vía de escape para ellos, el Ministerio de Migraciones ya trabaja para garantizar un presente y futuro esperanzador para los recién llegados.

Jose F. Sánchez

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