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CRÓNICA

El misterio de las macrogranjas menguantes

Luis Planas a su llegada al Ministerio de Economía el lunes.
11 de enero de 2022 22:45 h

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Siete días después de la irrupción de la polémica por las declaraciones de Alberto Garzón, el ministro de Agricultura y Ganadería se atrevió a abrir la boca. Y a lo grande. Cuatro entrevistas en doce horas. La abstinencia comunicativa resultaba difícil de entender, porque servía a los intereses de la oposición. Era fácil prever que Luis Planas defendería la reputación de la industria ganadera –qué otra cosa puede hacer un ministro del ramo–, pero era más importante saber en qué lugar iba a dejar a su colega de Gabinete y cómo iba a defender la gestión de su Ministerio. Es decir, tenía pendiente hacer de ministro.

Planas decidió no hacer sangre con la polémica ni trocear a Garzón para servirlo en filetes. Sí dijo que fueron unas “declaraciones desafortunadas” que dieron lugar a “equívocos”, algo parecido a lo que comentó Pedro Sánchez el lunes. Se quejó de que el Ministerio de Consumo no se hubiera molestado en ponerse en contacto con él antes de hablar del tema.

Si Unidas Podemos esperaba que la parte socialista del Gobierno se movilizara en favor de Garzón y en contra de la manipulación realizada por la oposición, desde luego se quedó con las ganas. “La polémica no la ha generado el ministro Garzón, sino la extrema derecha propagando bulos”, había dicho Jaume Asens. En el partido, no esconden el malestar por el hecho de que ellos no se lanzaron en fechas recientes al cuello del exministro Ábalos cuando se publicaron bulos sobre su conducta ni se rieron de Pedro Sánchez cuando le acusaron de plagiar la tesis.

Les va a tocar aguantar más. La Mesa del Congreso calificó el martes varias preguntas de la oposición que tienen como objetivo aumentar el cerco sobre Garzón en lo que es un trámite habitual. “El Congreso tiene que poner pie en pared con lo que significan la mentira y los bulos y que se acepten solamente iniciativas parlamentarias que se basen en hechos”, se quejó Javier Sánchez Serna, representante de UP en la Mesa. Si fuera así, la actividad del Congreso se iba a reducir a la mitad.

Planas hizo una defensa completa de la agricultura y ganadería y resaltó que el sector cumple las normas europeas, más exigentes que las de EEUU y China. Tanto fue su entusiasmo que dijo que toda la carne que exporta España es de excelente calidad, cosa que no pasa en ningún país del mundo. Hay productos del campo que tienen buena salida en el exterior porque cuentan con un precio muy competitivo o por otras razones. España exporta mucho vino o aceite a granel y a nadie se le ocurre decir que tienen la misma calidad que el producto embotellado por marcas de prestigio. Cualquier que haya ido a un supermercado habrá visto las grandes diferencias que hay en el precio del jamón. Nadie diría que todos disfrutan de la misma calidad.

Durante la entrevista en La Sexta, apareció en pantalla un tuit del sindicato agrario Asaja en Castilla y León apoyando a Planas por sus opiniones aparecidas en una entrevista anterior. El mensaje volvía a manipular las palabras de Garzón, al decir que atacaba a todo el sector ganadero, lo que es falso, y se deshacía en elogios al ministro: “Nos sentimos representados y defendidos por Luis Planas”. El ministro ya había hecho la mañana. Moncloa estaba contenta.

El ministro llegó al punto de afirmar que en todas las explotaciones ganaderas se cumplen la normativa española y europea, un pronóstico realmente optimista. La explicación se tornó más confusa cuando dijo que “no creo que haya que confundir la ganadería intensiva (es decir, industrial) con eso que se llama las macrogranjas, una expresión que se utiliza mucho popularmente”.

En tal caso, ¿cuáles son las segundas? Le preguntaron eso y lo primero que dijo Planas fue: “Excelente pregunta”. Así que nos íbamos a enterar en qué consisten. Pues no. Se limitó a decir que “el tamaño medio de las explotaciones en España es muy inferior” al de países como Francia, Dinamarca y Alemania. Nos quedamos sin saber cuántas hay en España. No pregunten sobre cosas que no es conveniente saber.

El misterio de las macrogranjas menguantes había comenzado antes cuando Alfonso Fernández Mañueco reaccionó rápido ante una pregunta sobre su existencia. “El concepto de macrogranja no existe. Es una cortina de humo”, dijo el presidente de Castilla y León. ¿Cómo que no existe? ¿Es una conspiración de veganos enfurecidos? ¿Sólo hay microgranjas y granjas de tamaño medio? Al poco, dijo que no existen en su comunidad. Su propio Gobierno informó en 2019 de que había 540 macrogranjas porcinas. No es probable que hayan desaparecido en dos años.

La clave del enigma estaba en lo que algunos descubrieron muy pronto. Muchas de esas macrogranjas que se han desvanecido en el discurso de algunos políticos han provocado movilizaciones de vecinos de pueblos hartos de sus riesgos contaminantes, incluida la comunidad que preside Mañueco. El Partido Popular las ha señalado en Castilla La Mancha, pero es que allí gobierna el PSOE. De repente, nadie está dispuesto a morir en la colina de las macrogranjas.

Al igual que Mañueco, Javier Lambán negó de forma tajante que existan en Aragón, “salvo contadísimas excepciones que vienen de tiempos pasados”. Y eso que en su región de las 4.510 granjas de porcino, sólo hay cinco que son de explotación extensiva.

El de macrogranja no es un término que aparezca en ninguna regulación oficial. Se entiende que si cuenta con unos miles de cabezas de ganado, puede ser considerada como tal. Si se incluye a las explotaciones intensivas que deben comunicar sus emisiones por su gran tamaño, por ejemplo las granjas de porcino con capacidad para más de 2.000 cerdos de más de 30 kilos, resulta que puedes acceder a un número en España, según Maldita: 3.235 explotaciones de porcino entran en esta categoría.

En Aragón, donde su presidente dice que prácticamente no existen, aparecen 1.010: 544 en Huesca, 351 en Zaragoza y 115 en Teruel. A partir de ese número tan significativo, parece mentira que hayan pasado desapercibidas a Lambán.

Con razón, las opiniones de Garzón han causado tanta alarma. Han obligado a algunos presidentes autonómicos a hablar de una realidad que ellos pensaban que no existía. Con lo difícil que es gobernar, no es de recibo que te metan estos sustos.

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