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Las últimas decisiones de Podemos distancian a Pablo Iglesias e Íñigo Errejón

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, junto a Carolina Bescansa, en Vistalegre. / Marta Jara

Aitor Riveiro

Las grandes decisiones a las que se ha enfrentado Podemos desde la asamblea fundacional del partido en otoño han distanciado a sus dos principales dirigentes, el secretario general, Pablo Iglesias, y su número dos, Íñigo Errejón. Los focos de las tensiones han sido dos: Madrid, y la confección de la lista con la que se presentará el partido en las autonómicas de mayo; y Andalucía, donde los resultados de las elecciones del 22 de marzo hacen dudar a los principales dirigentes sobre la estrategia a seguir.

El caso andaluz es el más reciente y fue zanjado este mismo lunes, día 6, por el propio Pablo Iglesias, que reapareció ante la prensa mes y medio después de su última comparecencia. El secretario general quiso anunciar uno por uno a los 13 candidatos que representarán a Podemos en las elecciones de mayo, pero casi todas las preguntas giraron en torno a la postura del partido ante la investidura de Susana Díaz y las discrepancias públicas que se han producido entre la dirección andaluza y la nacional.

Una semana antes, la secretaria de Coordinación de Podemos, Ángela Ballester, atendía a la prensa tras la habitual reunión de los lunes de la Ejecutiva del partido. La dirigente valenciana sorprendió a los medios al reiterar en varias ocasiones que las tres condiciones definidas por la candidata andaluza, Teresa Rodríguez, no eran líneas rojas y que la negociación seguía abierta. Rodríguez respondía esa misma tarde en público. Y al día siguiente era Carolina Bescansa, número tres del partido, quien intentaba templar los ánimos en una entrevista en la cadena Ser.

Este lunes fue Pablo Iglesias quien salió en la rueda de prensa. La última vez había sido el 26 de enero. Y zanjó el baile dialéctico que había dominado el partido durante la Semana Santa. “Sí. Son líneas rojas”.

Un portavoz de Podemos explica que las respuestas que se ofrecen en las ruedas de prensa de los lunes se acuerdan durante la propia reunión del Consejo de Coordinación. También, quién sale ante los medios. Pero nadie confirma si las palabras de Ángela Ballester fueron pactadas en su literalidad, tal y como ella las pronunció. La respuesta oficial es que la posible divergencia fue un “malentendido” y “un error de comunicación”.

Sectores del partido en Madrid y en Andalucía, sin embargo, achacan la diferencia de posturas a las disensiones que se dan ante la investidura de Díaz. La decisión, creen, afectará a lo que pase el 24 de mayo. Para bien o para mal. El propio Íñigo Errejón ha deslizado en conversaciones informales que las decisiones que se están tomando en Andalucía “nada tienen que ver con Andalucía”.

El desplante que protagonizó Ballester, o lo que fue interpretado como tal, se sumaba a las diferencias de estrategia y mensaje que se han producido durante la campaña electoral entre el equipo de Rodríguez y el del secretario de Organización, Sergio Pascual, hombre que diversas fuentes señalan como de la máxima confianza de Errejón enviado para ser la voz de la cúpula central. Y antes, durante la elección de los órganos internos del partido en la región, donde jugó un papel también relevante. Pascual es una de las dos personas que, en caso de que el PSOE diga que sí a las tres condiciones, se sentarán a la mesa a negociar con el equipo de Susana Díaz su implantación. El otro es Manuel Garí, muy próximo a Teresa Rodríguez.

Por eso le gustó tanto a Rodríguez que Iglesias la respaldara sin ambages. “Teresa es la jefa”, aseguró el propio líder que semanas antes pugnaba para evitar la literalidad de esas palabras.

Las listas de Madrid

Las diferencias en el asunto andaluz se han zanjado relativamente rápido con la intervención pública de Pablo Iglesias. Unas semanas antes, sin embargo, debió mantenerse al margen en otra pugna interna que le distanció de Errejón: la que se produjo durante las largas negociaciones que se dieron para la confección de una candidatura para las primarias en las que se eligió la lista a la Comunidad de Madrid.

En aquellas conversaciones a múltiples bandas se resolvieron disputas internas y externas. Internas, entre los seguidores del conocido como equipo promotor de Podemos y del sector aglutinado alrededor de los miembros de Anticapitalistas. Y externas, con los representantes de Convocatoria por Madrid, Equo y Por un Mundo Más Justo, que buscaban un hueco en la candidatura.

Una de las cuestiones que estuvo sobre la mesa fue la inclusión o no de Tania Sánchez en la lista, y si encabezaría la candidatura. Aunque la exdiputada regional ha asegurado en los medios que no se produjo ningún veto durante las conversaciones, diferentes personas que participaron en las largas jornadas de debate aseguran que fue Íñigo Errejón quien presionó para impedirlo.

Los motivos de Errejón eran, principalmente, dos: el uso que se pudiera hacer durante la campaña de la querella contra Tania Sánchez y la polarización que, según las encuestas publicadas, provocaba la exdiputada.

Oponerse a la presencia de Sánchez en las listas significaba dejar fuera a la que entonces era la pareja del secretario general. Fue el motivo por el que Iglesias intentó mantenerse lo máximo posible al margen. Solo cuando Sánchez ya se había autodescartado, Iglesias lanzó un mensaje público para que lo reconsiderara.

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