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El PP intenta salvar a Cifuentes y lanza a Ciudadanos el mensaje de que no se entregan más cabezas

Albert Rivera y Mariano Rajoy, durante un encuentro en Moncloa.

Gonzalo Cortizo

No se entregan más cabezas. Es la máxima con la que el Partido Popular ha decidido afrontar el escándalo protagonizado por Cristina Cifuentes en medio de un poderoso debate en el que una parte de la formación pedía una reacción ante las noticias de fraude en los estudios universitarios de la presidenta madrileña. Si Ciudadanos no se apunta a la moción de censura, la presidenta madrileña se salva. 

María Dolores de Cospedal está imponiendo su estrategia de no ceder a la presión, con la convicción de que un signo de debilidad o duda evita problemas a corto plazo pero a largo tiene una única consecuencia: reforzar las posiciones electorales del Ciudadanos y de Albert Rivera.

La número dos del PP ha lanzado un mensaje claro a su partido: queda solo un año para volver a medirse en las urnas y ha empezado “la cuenta atrás”. Cospedal considera que ahora sería un error entregar la cabeza de Cifuentes. “Cerremos filas frente a las malas artes (...) y volveremos a ganar las elecciones”, ha asegurado durante el discurso inaugural de una cita que reúne a 2.500 cargos del PP de toda España.

El PP de Cospedal no quiere repetir lo que hizo en Murcia con Pedro Antonio Sánchez ni lo de Pedro Sánz en La Rioja. La número dos de Rajoy en el partido no quiere nuevas entregas como las de Rita Barberá, Ana Mato o José Manuel Soria: “Hay que defender lo nuestro y a los nuestros”, ha dicho frente a un PP que encaraba deprimido un fin de semana político agendado mucho antes de que eldiario.es destapase los manejos de la presidenta madrileña en la Universidad Rey Juan Carlos. 

Cospedal habló sin referirse expresamente a Cristina Cifuentes pero más allá de las palabras, los gestos y las fotografías sí la tenían como destinatario evidente. Rajoy abrazó a la presidenta madrileña en el inicio del cónclave, Cospedal lo hizo tan pronto bajó del atril. El entorno de Cifuentes ha agradecido el apoyo y la reunión de Sevilla se ha convertido para ellos en un bálsamo más que un problema de exposición y duda. “Estamos muy contentos y nos sentimos muy arropados”, han asegurado desde el entorno de la presidenta madrileña. 

“Van a tratar de desacreditarnos, de que lleguemos a las urnas cansados, heridos, desmoralizados”. En esos términos ha resumido la secretaria general del PP la estrategia de una parte de su partido que cree que con Ciudadanos han llegado al límite del “basta ya”. Por ahora, esa es la hoja de ruta en Génova. 

En los pasillos de la convención un colaborador de Rajoy se mostraba rotundo: “Cifuentes no está imputada ni lo va a estar”. A esta idea se agarra el sector de Cospedal, proclive ahora a evitar la autocrítica y entregado a culpar a los medios de comunicación de sobredimensionar el escándalo. 

El PP ha decidido desoír las noticias, obviar los editoriales y apagar la televisión cuando las tertulias reproducen el estupor ante las informaciones del engaño de Cifuentes para fabricarse un currículum. Además, el sector de la secretaria general ve la influencia de la vicepresidencia en que algunos de sus medios afines también estén apostando editorialmente por pedir la dimisión de Cifuentes. De nuevo el PP se muestra en los momentos intensos con dos cabezas enfrentadas y con Rajoy haciendo como si nada estuviera sucediendo. 

Por el momento se impone la tesis de quienes quieren que Ciudadanos se defina. Si Rivera no da un paso al frente y apoya la moción de censura propuesta por el PSOE, Cifuentes estaría a salvo. Los populares han decidido “dejar de actuar con miedo a Albert Rivera” y mantienen la esperanza de que la formación con la que compiten no se atreva a ir más allá de su la petición de investigación que ya han realizado. 

Si este cálculo es erróneo, en Génova tienen claro el plan B: Cifuentes será pasado sin que Rajoy se haya tenido la molestia de llamarla para decirle que está fuera del PP. Hasta que todo eso se aclare, la estrategia es cerrar filas y no entregar una sola cabeza más a su principal enemigo político con quien competirán en las urnas en menos de un año. 

 

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