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Cuando la derecha española se insulta, se insulta de verdad

Espinosa de los Monteros, Olona, Abascal, Ortega Smith y Alcaraz en una rueda de prensa en el Congreso en junio.

Iñigo Sáenz de Ugarte

La izquierda ya no tiene el monopolio del Frente Popular de Judea. Ni siquiera ahora, con Iglesias suplicando entrar en el Consejo de Ministros, Sánchez poniéndose exigente cuando le faltan 53 escaños para la mayoría absoluta y Errejón haciendo otro esfuerzo para minar a Podemos, esta vez en el frente ecologista. La derecha ha recuperado posiciones y ha superado a sus rivales del otro lado de la trinchera con un espectáculo mucho más rico en traiciones e insultos. Nada de expresiones rimbombantes como hegemonía o correlación de fuerzas. Aquí se insulta a la española, bajando la testuz y embistiendo sin complejos.

En la semana en que la RAE nos recordó que se debe decir 'odiadores' en vez de 'haters' –recordando que la literatura cuenta con dos genios de la pluma que encajan en esa definición, Quevedo y Góngora–, los tres partidos de la derecha se embarcaron en una carrera contra sí mismos de menor altura literaria para demostrar su desprecio mutuo, pero de mucha más diversión. La RAE llega un poco tarde. La derecha se ha poblado de haters, de los que no dejan un teclado sano a su paso.

En ese intento de conseguir mayorías para gobernar en ayuntamientos y autonomías, los dirigentes del PP, Ciudadanos y Vox van dando saltos de un lado a otro al tener que compatibilizar objetivos opuestos: conseguir un acuerdo que permita la elección de uno de ellos y, al mismo tiempo, responder con arrogancia a las acusaciones de sus socios/enemigos.

La condescendencia también forma parte de las herramientas de combate. “Yo pediría un poco más de inteligencia emocional a quien se tenga que sentar con nosotros, porque somos parte imprescindible de la ecuación”, dijo la diputada de Vox Macarena Olona. ¿Una parlamentaria de la extrema derecha recurriendo a ese concepto cuando podría pegarse golpes en el pecho mientras denuncia a los enemigos de España? Tranquilos. Poco antes en esa misma entrevista, Olona había dicho que ya los tenía calados gracias a su participación en reuniones con representantes del PP y Ciudadanos: “Puedo decir en primera persona que Ciudadanos se está comportando como un partido extorsionador”. Qué entenderá esta señora por inteligencia emocional, por intentar controlar las emociones negativas intensas y sentir empatía por el otro.

Fueron las negociaciones de Murcia las que hicieron que todos comenzaran a sacar las pistolas. Allí se está intentando levantar eso que la derecha llamaba antes “pacto de perdedores” para que sea elegido presidente Fernando López Miras, del PP. Lo cierto es que delegaciones de los tres partidos estuvieron cinco horas reunidas el jueves y, según el responsable de Vox, allí lo tenían todo cerrado “al 95%”. Se lo estaban tomando en serio.

No contaban con el factor Girauta, el rottweiler con el que Albert Rivera mete miedo a sus vecinos, sean del partido que sean. Girauta llamó a ese largo encuentro una reunión para tomar “un café”. No se sabía que la derecha tardara tanto tiempo en tomarse un café. O eso o acabaron todos con los nervios a flor de piel. “Lea mis labios. Ciudadanos no negocia acuerdos programáticos con Vox”, continuó Girauta mientras lanzaba el cóctel molotov sobre Murcia.

Eso tiene su gracia porque la primera frase no es conocida por la intención rotunda que le dio el diputado. “Read my lips. No new taxes” es lo que dijo George H.W. Bush para anunciar en la Convención Republicana de 1988 que no aprobaría subidas de impuestos, promesa que luego no cumplió. A partir de entonces, a nadie se le ocurre emplear esa frase en EEUU, porque todos interpretarían que está mintiendo.

Los de Vox se sintieron cornudos y apaleados, y terminaron rechazando en segunda votación a investidura de López Miras, que se quedó sin los votos necesarios.

“Se han debido pensar que los de Vox nos chupamos el dedo, que nos pueden torear, y hasta aquí podíamos llegar”, respondió al día siguiente Javier Ortega Smith echando humo por las fosas nasales.

Este frenazo puede repetirse en las negociaciones de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso pone cara de 'esta vez no es culpa mía' sin saber cómo triunfar donde sus compañeros de Murcia han fracasado de momento. En Madrid, el PP se ha ocupado de convocar una sesión de investidura sin candidato proclamado. Así es imposible perder una votación, aunque lo de elegir presidente queda para un futuro aún no definido.

Las derechas furiosas

Hay en todo esto una falta de respeto implícita a los votantes de derechas. Da la impresión de que si quieres captar su atención, por no hablar de su apoyo, tienes que comportarte como un salvaje alcoholizado que destruye el mobiliario urbano. Seguro que no todos se ven así, pero a este ritmo el estereotipo terminará echando raíces.

Ciudadanos quiere que Vox ayude a pagar los gastos de la boda, pero no permite que salga en las fotos. El problema de toda esta crisis fratricida proviene de que el partido de Albert Rivera está vendiendo una ficción. Ellos no pactan con Vox. Ese duro trago se lo queda el PP. Pero al final dirigentes como Begoña Villacís en Madrid y Juan Marín en Andalucía no pueden negar que consiguieron sus puestos gracias a los votos de la extrema derecha, y el mismo destino le espera a Ignacio Aguado en la Comunidad madrileña. Ellos dicen que no tienen nada que ver con Vox y no hay medio de comunicación que les crea.

Tras el fracaso de la votación de Murcia, Ciudadanos hizo lo que suelen hacer los partidos españoles en momentos de crisis: poner en marcha un hashtag. Todos los dirigentes nacionales recibieron la orden de desenfundar el móvil.

En los últimos meses, Vox ha llamado al PP “la derechita cobarde”. En campaña, era casi una tradición. “El CM de verano” de Vox ha calificado hace unos días de “acojonado y sinvergüenza” a Albert Rivera (lo de CM de verano es la versión oficial, como llaman en el partido a algún dirigente nacional que se había calentado; el tuit sigue ahí brillando en Twitter). Por lo de Murcia, García Egea, 'número dos' del PP, denominó “ultraderechita cobarde” a Vox, enfurecido al creer que había llegado a un acuerdo con Santiago Abascal. Un diputado de Ciudadanos lo aprovechó para calificar de “derechita mentirosa” al PP (¿o era a Vox?). “Pataletas y bloqueos”, dice Arrimadas. “Chantajes y pataletas”, responde Olona.

Toda esta gente es la que iba a gobernar España si hubieran podido traducir la foto de Colón en una mayoría absoluta en el Parlamento. La de cosas que pueden cambiar en las urnas.

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