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Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

Sánchez aprovecha su gira en los países bálticos para reclamar apoyo internacional en las fronteras del sur

Sánchez visita a las tropas españolas en misión de la OTAN en Lituania

Irene Castro

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Pedro Sánchez ha querido enviar un mensaje a las fuerzas aliadas de España durante las 72 horas que ha durado su gira por los países bálticos: la necesidad de que apoyen a las fronteras del sur como hacen con el frente oriental dadas las históricas tensiones con Rusia. Más allá de conmemorar el centenario de las relaciones diplomáticas con Estonia y Letonia, Moncloa planificó el viaje para reivindicar la protección de la vecindad sur precisamente desde un lugar donde España tiene destacamentos militares y a las puertas de que Madrid sea la sede de la próxima cumbre de la OTAN en 2022. 

“El presidente le traslada a sus homólogos: valora que yo esté aquí, pero no olvides que tengo un frente, que no es un flanco, en el Sahel, que hay un problema de terrorismo, de inmigración que puede ser descontrolada, o de tráfico de seres humanos. Vengo a ayudar pero nos tienes que ayudar también”, explican fuentes gubernamentales sobre los encuentros que Sánchez ha tenido con los presidentes y primeros ministros de esos dos países y Lituania, muy preocupados por el incremento de la tensión con Vladimir Putin.

En todas sus comparecencias públicas, Sánchez ha dejado entrever ese recado para los estados europeos y aliados de la OTAN, que tienen operaciones en marcha para proteger a los países bálticos ante la amenaza que supone Rusia y ha agradecido, al mismo tiempo, la receptividad que encuentra precisamente en Estonia, Letonia y Lituania ante la preocupación de España sobre la vecindad sur, a pesar de su distancia geográfica. “Tenemos que dejarles el mensaje de que la vecindad sur es importante y el sistema está menos desarrollado”, dicen desde el Gobierno en referencia al partenariado del este, que celebra incluso cumbres internacionales.

Una de las principales batallas de países como España e Italia en la UE es la búsqueda de respaldo en la relación con los países de tránsito de migraciones con los que son frontera, como Marruecos en el caso español, así como dar apoyo a los de origen sobre todo en el África subsahariana y también reforzar la lucha contra el terrorismo en la zona del Sahel. Por ejemplo, Estonia participa en la misión de adiestramiento militar en Mali. 

“Agradezco esa perspectiva mutua que tiene Estonia para, en los momentos en los que en consejos europeos traslado la necesidad de crear ese espacio de relación estratégica con nuestros vecinos del sur de Europa, haya países que, aunque estén en una distancia geográfica importante, como es el caso de Estonia, sean empáticos y apoyen estas iniciativas”, expresó el presidente en su primer día en Tallin junto a la primera ministra, Kaja Kallas.

El discurso fue calcado al día siguiente en Letonia, donde visitó a los cerca de 350 militares destacados en la base militar de Ādaži liderada por Canadá y en la que participan otros ocho países. La operación, que se puso en marcha en 2016 ante la “preocupación” de los países bálticos por incremento de la tensión con Rusia en la región, tiene como objetivo fundamental la “disuasión”, según explican fuentes gubernamentales. Los acuerdos internacionales con ese país impiden desplegar tropas de forma permanente en la frontera, pero la fórmula por la que se opta en este caso es la presencia adelantada reforzada consistente en la rotación de fuerzas cada seis meses que fundamentalmente entrenan allí. “La clave es defender Letonia y disuadir. Rusia te puede poner 300.000 hombres y se llevaría por delante a Letonia, pero se metería en guerra con otras ocho naciones. Esa es la disuasión y Rusia lo sabe. No va a jugar ese juego”, explican esas fuentes. 

Pero donde Sánchez comprobó más claramente la efectividad de las misiones militares fue en Lituania, donde aterrizó en la base aérea de Siauliai para visitar a las tropas españolas allí desplegadas hasta el 31 de agosto. El Ala 14 del Ejército del Aire está al mando durante un periodo de cuatro meses como Policía Aérea del Báltico. El objetivo de esa misión de la OTAN es proteger el espacio aéreo de Estonia, Letonia y Lituania, que no tienen Fuerzas Aéreas, y son miembros de la UE. Fuentes militares explican que es habitual que aviones rusos traspasen la frontera y que la labor es hacerles volver. 

Cuando Sánchez comparecía junto al presidente lituano, Gitanas Nauséda, se produjo una de esas alertas por la detección por parte de los controladores de dos aeronaves no identificadas. “Presidente, hay un alfa scramble”, ha avisado Sánchez al jefe del Estado de la exrepública soviética, que en ese momento tenía la palabra. Mientras tanto, el piloto se había colocado ya al frente del Eurofighter, se evacuó a los miembros de los ejecutivos, al resto de efectivos y a la prensa, y en 12 minutos ha despegado con rumbo al mar Báltico –el compromiso con la OTAN es actuar en un máximo de 15–. Sobre sus aguas internacionales volaban dos aparatos SU–24s rusos sin plan de vuelo comunicado ni el sistema de intercomunicación activado que fueron identificados. 

“Hemos visto un caso real de lo que ocurre, y justifica precisamente la presencia de las tropas españolas con siete Eurofighters en Lituania”, dijo Sánchez cuando se retomó el acto tras el despegue de los dos cazas e insistió después en la rueda de prensa junto a la primera ministra, . Ingrida Simonyte, a quien trasladó el “compromiso rotundo por parte del Gobierno de garantizar la seguridad de la frontera oriental y la defensa de la integridad territorial”. 

La dirigente lituana puso especial énfasis en la necesidad de que la UE sea “contundente” en su respuesta a Bielorrusia en un momento en el que los tres países bálticos denuncian el uso de la inmigración como “arma política”. “Con la farsa de las elecciones no válidas, Europa está descubriendo qué pasa con [Alexandr] Lukashenko (presidente de Bielorrusia). Este régimen nos concierne a todos. Nadie se engaña más”, expresó antes de reclamar la liberación de “todos los presos políticos”. 

Sánchez mostró su solidaridad con respecto a la amenaza de la inmigración y recordó que España ha vivido recientemente un episodio similar con la crisis de Marruecos, que permitió la entrada de miles de personas en Ceuta provocando un colapso de los servicios. El presidente español aprovechó su visita a Vilna para reunirse con la líder opositora bielorrusa Sviatlana Tsikhamouskaya, que está allí exiliada desde 2020, como un gesto de apoyo frente al régimen de Lukashenko. En una nota difundida posteriormente, Moncloa subraya el compromiso con la sociedad civil del país, hace un llamamiento al fin de la violencia y al establecimiento de responsabilidades por la violación de derechos humanos, además de exigir la liberación de “las personas arbitrariamente encarceladas”, así como el apoyo a las sanciones impuestas por la UE. 

No obstante, el principal tema de conversación con los mandatarios de los tres países bálticos ha sido la preocupación por la tensión creciente con Moscú. Sánchez no se ha salido de la línea oficial de apostar por una “doble vía” de respuesta “contundente” ante la violación de derechos humanos pero entablar “diálogo” en asuntos como el climático así como la defensa de una posición “unánime” de los Veintisiete frente a Rusia después de que los líderes de la UE rechazaran la propuesta de Francia y Alemania de iniciar conversaciones que los vecinos europeos de Rusia no vieron con buenos ojos. 

“Lo que trasladan estos países es que las relaciones con Rusia estén coordinadas, que no vaya cada uno por libre porque Rusia intenta dividir. Piden que haya más coordinación, que se traslade un único mensaje independientemente de que el que vaya a ver a Putin sea un país u otro”, explican fuentes gubernamentales que ponen en énfasis en las “amenazas híbridas” de Moscú, como las “ciberataques o las campañas de desinformación”. 

Además de la defensa, la seguridad y la geopolítica, Sánchez, que falló esta vez la quiniela de la semifinal de la selección en la Eurocopa, sacó un hueco para su pasión al verse con el presidente de la federación lituana de baloncesto, Arvydas Sabonis, que fue una de las estrellas del Real Madrid cuando el socialista hacía sus pinitos en el Ramiro de Maeztu. Tras intercambiarse unos regalos, el presidente siguió con su apretada agenda antes de poner rumbo de vuelta a Madrid, donde sus ministros aguardan con nerviosismo una crisis de gobierno que él dice que “no es una prioridad”, pero en la que este jueves evitó confirmar a Carmen Calvo en la vicepresidencia primera cuando fue preguntado por los periodistas.

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