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CRÓNICA

Sánchez convierte la moción en una oportunidad para ahondar en el intento del PP de legitimar a la ultraderecha

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura de la Convención Municipal del PSOE de Andalucía en Huelva.

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Astracanada, circo, vodevil, esperpento, adefesio, disparate, extravagancia… El diccionario es inabarcable, pero nadie mejor que uno de sus ideólogos para definir lo que es exactamente la segunda moción de censura a la que se enfrenta Pedro Sánchez: “Una ocurrencia entre amigos al calor de una copa de vino”. No podía ser de otro modo. 

El entrecomillado es del escritor Fernando Sanchez Dragó que, en un alarde de sinceridad con elconfidencial.com, ha confesado estos días que el lance de la ultraderecha española para elegir a Ramón Tamames como candidato a la presidencia del Gobierno fue consecuencia de la jarana y el alcohol. Todo lo que ha venido después ya se conoce: el road show del aspirante a suceder a Sánchez en los medios de comunicación, sus disparatadas declaraciones, su proclamada independencia de Vox, su anuencia a que España sea definida como una nación de naciones,  sus discordancias con el ideario de la ultraderecha, su indisimulada vanidad, la presión de la derecha mediática para que se retirara la moción…. Y ¡boom!,  la publicación íntegra en elDiario.es del discurso que pronunciara el anciano economista, no desde la tribuna del Parlamento a la que no subirá por sus problemas de movilidad, sino desde el escaño de Santiago Abascal.

Pulverizado por tanto el efecto sorpresa de una intervención que gracias a la periodista Carmen Moraga ha podido leer con antelación toda España y descontada la derrota clamorosa que anotará Vox, el Gobierno trata de afrontar la moción desde la institucionalidad y el respeto que merece un instrumento constitucional. Los ministros intentan tomarse en serio lo que para una mayoría de españoles es estrambótico y se empeñan en cubrir con una pátina de adustez lo que todos los grupos parlamentarios, sin excepción, han tachado de circo o de charlotada.

Pedro Sánchez acude a la cita con los ecos de un gobierno dividido ante la votación de la reforma de la ley del sólo sí es sí, en el peor momento de la relación entre los dirigentes de Podemos y el PSOE, con el PP en primera posición en varios sondeos y a dos meses de unas elecciones municipales y autonómicas decisivas para la continuidad de la izquierda en La Moncloa en 2024.

“Más allá de todo lo que hemos visto, estamos ante una instrumento constitucional, que fue el mismo que Pedro Sánchez utilizó para llegar por primera vez al Gobierno. De ahí nuestra decidida voluntad a afrontar la cita desde el máximo respeto y toda la solemnidad que merece”, resume un miembro del Ejecutivo. En esta misma línea y ante el Comité Federal del PSOE, Sánchez enfatizó este sábado que el “proyecto de Feijóo pasa por reeditar gobiernos de coalición con Vox allá donde sume” y que las relaciones de la derecha y la ultraderecha “no son las mismas desde hace un año. De la colisión con Vox en tiempos de Casado hemos pasado a la colusión en tiempos de Feijóo”. En buena medida, las palabras del presidente anticipan las ideas fuerza por las que discurrirá su respuesta a la moción de censura: la regresión de Feijóo respecto a Casado sobre su dependencia de Vox, el contraste entre dos modelos de gestión y un exhaustivo repaso a la acción de gobierno.

Entre el dedo y la luna

Sánchez considera que tiene ante sí una nueva oportunidad para contraponer dos “modelos de país, económicos y de valores radicalmente distintos” y para repasar la acción política del Ejecutivo, pero sobre todo para ahondar en la estrategia del PP de legitimar a los ultras de Vox. De ahí que la fontanería monclovita no esté dispuesta a pasar por alto la anunciada abstención de los de Feijóo a la candidatura de Tamames que consideran “un acto de cobardía” de un  líder de la oposición incapaz de “romper el cordón umbilical que le une a la ultraderecha española”.

“La irresponsabilidad del PP al abstenerse ante la moción le descalifica como alternativa”, insiste un socialista para quien en estos días previos a la moción de censura la derecha “ha tratado de señalar el dedo, y no la luna con el objetivo desviar la atención” de lo que realmente esconde la cita de la próxima semana y que, a su entender, no es más que “un intento de legitimación de la ultraderecha”.

La de esta semana será la segunda ocasión en la que Vox intente echar al Gobierno de coalición -tras el fracaso de la anterior en octubre de 2020, en la que el PP de Casado votó “no” con un durísimo discurso contra Abascal -, y la sexta vez en la que se impulsa este instrumento constitucional desde 1978. Y en el Gobierno no tienen duda de que saldrán indemnes de la sesión frente a un PP “incómodo, incapaz de llevar la iniciativa política y siempre a rebufo y dependiente de Vox”. Tamames ha demostrado “ser más independiente de la ultraderecha de lo que ha resultado serlo Feijóo”, declaró el viernes el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños.

No lo ven del mismo modo en la dirección de los populares, que aseguran que afrontan la cita “muy tranquilos”, después de que el paso de los días les haya reafirmado en que la propuesta de los de Abascal no es más que “un vodevil y una astracanada sin recorrido alguno” que acabará volviéndose en contra de Vox. 

Objetivo: pasar desapercibidos

La portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, que será quien fije la posición del partido, tiene instrucciones de no cargar contra Ramón Tamames y de enjaretar una “intervención firme pero medida y de perfil bajo”. Y es que, pese a que la iniciativa se diseñó más para poner en apuros al PP que a Sánchez, en Génova entienden que se trata de una finta “que no va con el PP”, a pesar de que cuentan de antemano con que el presidente del Gobierno ponga el foco sobre ellos y no les permita, como pretenden, pasar desapercibidos.

También defienden que el sentido del voto no tiene valor a efectos prácticos y que por más que “la izquierda trate de hacer ruido” con la abstención del PP, lo que verán los españoles el martes y miércoles próximos “sólo será un circo”. La reflexión sale de un miembro de la dirección nacional que niega que en los órganos del partido se debatiera formalmente cambiar de la abstención al no, como reclamaban algunos dirigentes del partido. Tampoco hubo dudas sobre la asistencia de Feijóo al pleno como oyente ya que no es diputado pero sí senador, lo que lo otorga el derecho a estar sentado en un escaño de la Cámara Baja cuando lo estime conveniente. Nunca se barajó esta opción, ya que su presencia le otorgaría a la moción una relevancia de la que carece, además de que el presidente del PP, sin derecho a turno de palabra, tendría que asistir callado a los ataques que seguro hilvanará contra él Pedro Sánchez“, defiende un vicesecretario de la dirección nacional. Cualquier certeza de lo que resulte finalmente la sexta moción de censura que se celebra en democracia es toda una incógnita a tenor de que todo fue producto, ya saben, ”de una ocurrencia entre amigos al calor de una copa de vino“.

La batalla por el protagonismo de los morados

Entre la relevancia institucional que pretende dar el Gobierno a la sesión y la consigna popular de pasar cuanto más desapercibidos mejor está Unidas Podemos, que no renuncia a su propio protagonismo. La parte socialista del Gobierno rechaza de plano la propuesta de la ministra Ione Belarra para que interveniesen solo mujeres por parte de los grupos progresistas y del Ejecutivo en la moción de censura para así confrontar el “machismo” de Vox y poner en valor el feminismo como motor de las transformaciones sociales.

Yolanda Díaz tampoco se resiste a tener su cuota de notoriedad ni el uso de la palabra, algo a lo que aspiran también Irene Montero y Ione Belarra. En realidad, el Reglamento del Congreso otorga al Gobierno la potestad de que cualquiera de sus ministros pueda intervenir en el momento que estime oportuno en respuesta al grupo proponente de la moción, un formato que el Gobierno de Felipe González utilizó en 1980 durante la censura impulsada por Alianza Popular, pero que no contemplan en absoluto los de Pedro Sánchez, a quien molestó profundamente el planteamiento público de Belarra y se lo hizo saber a la vicepresidenta segunda.

La parte socialista está a la espera de que Díaz se ponga de acuerdo con las ministras de Podemos sobre quién representará la voz de ese espacio, un debate que no se planteó cuando Pablo Iglesias aún era vicepresidente e intervino durante la primera moción que impulsó Vox sin someterlo al parecer de nadie. Sólo entonces, socialistas y morados podrán acordar el momento y en respuesta a quién -proponente o candidato- intervendrá quien decidan que represente a ese espacio. “Lo que no vamos a consentir es ni un ápice de frivolidad durante la sesión”, zanja otro ministro del PSOE, que admite su perplejidad por la enésima batalla que los morados libran contra Díaz esta vez sobre quién asume el protagonismo de la moción.

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