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De qué sirven los días que no sirven

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

José Luis Sastre

Será la Semana Santa, será que en campaña llevábamos meses, pero no parece que el calvario de los mítines y las promesas haya alterado mucho el tablero. El episodio más trascendente, y eso lo define todo, ha sido el sainete de los debates y el inexplicable tiro en el pie del PSOE. A decir de los trackings, lo que estaría ocurriendo en los últimos días −conviene hablar en condicional para estas cosas− es que caería Ciudadanos y subiría Vox, que ya compite con sus propias expectativas y puede triunfar fracasando si entra en el Congreso con menos de lo que espera: y quien se propone la reconquista debe de esperarlo todo. 

Resulta que la campaña, que en realidad empezó cuando la moción de censura, aún está por empezar, porque supone un incordio ir a movilizar a la gente −que para eso se hacen estos esfuerzos− cuando la gente está de asueto y desconexión. Con este panorama, les ha dado por decir a los estrategas y articulistas que la competición arrancará en verdad con el debate televisado, que ahora serán los debates televisados, y a partir de ahí los indecisos aparcarían −más condicionales, ya lo siento− sus metafísicas, que son el meollo del asunto. La paradoja está en que esta partida tan ideológica la resolverán (o resolverían) los menos ideologizados, si es que la resuelve alguien y no toca repetir las elecciones. 

Total, que a falta de mayores emociones el hito será el debate a dos vueltas al que dedicarán sus mejores esfuerzos publicitarios. Aunque, por decisivos que resulten, no todo se medirá en esos platós: será difícil que el electorado vea enteros los programas o que atienda de principio a fin con el mismo interés. Así que sucederá como siempre y ganará quien imponga el relato de la victoria, quien edite el vídeo que pueda viralizarse por la redes o enviarse por WhatsApp. No impactó Cayetana Álvarez de Toledo en directo tanto como cuando pudimos dar varias veces al play para comprobar que, en efecto, decía lo que se oía que había dicho en ese momento del debate que muchos no vieron y que, sin embargo, todos conocen: “¿De verdad van diciendo ustedes sí, sí, sí hasta el final?”. 

No serán, pues, los debates, sino el clima que generen después de ellos. El que han generado antes ha acabado por retratar a Pedro Sánchez y su concepción real de la televisión pública. Si el candidato socialista basaba su campaña en no meter la pata, ha ido a meterse de cuerpo entero en un charco que compromete la independencia de RTVE que él decía preservar. Al PSOE le ha pasado como también les pasa a los demás, que tienen en sí mismos a su enemigo. Ese es el hecho diferencial de este ejercicio: si tropieza el PSOE es por la estrategia del PSOE, a Pablo Casado lo enredan sus propias frases y excesos, Albert Rivera perdió el centro porque él decidió compartir la foto con Vox y si Pablo Iglesias parte de tan abajo en las encuestas se debe a las guerras internas que no supo contener. En esas andamos.

Claro que si aceptamos el marco de urgencia que nos han construido para que simplifiquemos y entendamos, eso de que la campaña en la que en realidad vivíamos no empezará de veras hasta los debates que a punto han estado de no celebrarse, estaríamos aceptando que hemos perdido el tiempo desde que pegaron los carteles. Es mucho decir: ha habido ocasión de escuchar la opinión de Álvarez de Toledo y percibir a Casado presumiendo de la detención de un presunto yihadista en Marruecos o hilando el fuego de Notre-Dame con lo que puede darse en España. 

Podrían haber llenado el tiempo con propuestas, pero era mejor debatir por el debate y presentar al trantrán sus programas, hechos con retales de lo que otras veces prometieron. Era mejor airear las palabras y avalar, como hizo Casado, todas las que soltó Juan José Cortés cuando acusó a Sánchez de compartir mesa con criminales y asesinos y pederastas. Estos días de asueto y distensión, en fin, han servido al menos para tomar unas cuantas fotografías a partir de las palabras, antes de que su imagen en los debates les retrate por completo. Para bien o para mal.

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