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Todas las veces que España ha sido humillada según las derechas

Varias personas con banderas de España durante una concentración frente a la sede del PSOE de la calle Ferraz, en diciembre.

Víctor Honorato

29 de diciembre de 2023 22:44 h

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Además de las posibles dudas por su encaje constitucional, la ley de amnistía a los políticos catalanes condenados por el procés ha puesto de manifiesto un problema que para la derecha política va más allá de disquisiciones jurídicas: España está siendo humillada, obligada a agachar la cabeza. La última losa sobre la dignidad y las cervicales de la nación ha sido nada menos que la designación de un diplomático salvadoreño como verificador de las negociaciones entre el PSOE y Junts. Se trata de una “humillación insoportable”, según el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Pero no es la primera vez que España tiene que doblar el cuello ignominiosamente; un repaso a las hemerotecas y los diarios del Congreso señalan que, para la derecha, la humillación es recurrente.

Han pasado casi 19 años desde que Mariano Rajoy empezó a aplicar la doctrina del pueblo herido en la crítica parlamentaria. Fue en 2005 y respecto a la política antiterrorista, cuando el joven gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pedía unidad contra ETA. Del discurso de Rajoy el 11 de mayo se recuerda una frase de calibre grueso: “Usted se propone traicionar a los muertos”. Pero la invectiva tuvo una coletilla que pasó más desapercibida. “No voy a humillar la dignidad de los españoles”, adjuntó Rajoy.

“No sé quién le está empujando en esta línea de hacer partidismo con la lucha antiterrorista”, replicó entonces Zapatero. Se refería veladamente a José María Aznar, que poco después empezaba a alertar del riesgo de “balcanización” de España en caso de reformarse el estatuto de autonomía de Cataluña. Aznar se cuenta hoy entre los más ofendidos por la “humillación” de la amnistía.

El Partido Popular recuperó el poder en 2011 y la humillación nacional cesó inmediatamente. El problema político candente en aquel momento era la economía y para entonces PSOE y PP ya habían pactado, con Zapatero al mando, cambiar la Constitución a toda velocidad para subordinar el gasto público a la estabilidad presupuestaria, como reclamaba insistentemente Alemania. El PP no vio cesión de soberanía reseñable en aquella maniobra. La dignidad de la nación permanecía intacta y los diarios del Congreso veían desaparecer las referencias a la “humillación”, que solo emergían ocasionalmente desde la izquierda para calificar la situación de Grecia, intervenida por la troika.

Negociar con Torra o visitar a Junqueras, insoportable para España

La “nación más antigua de Europa”, según definición del propio Rajoy, discurre por la historia con placidez hasta el advenimiento del procés y su momento álgido: el referéndum del 1 de octubre de 2017. Vuelve a partir de ahí la “humillación” a sede parlamentaria, sobre todo para Ciudadanos, entonces en pleno apogeo. Con Carles Puigdemont en Bélgica y Oriol Junqueras en la cárcel, la amenaza pasa a ser el presidente catalán Quim Torra, con quien no cabe negociar los presupuestos en 2018. Era “humillante”, se quejaba en una sesión parlamentaria de octubre de ese año el entonces diputado de Ciudadanos Ignacio Prendes. También suponía “humillar al pueblo español” no intervenir la autonomía mediante el artículo 155, denunciaba el líder del partido, Albert Rivera. En la misma jornada, el PP también entendía como una humillación que Pablo Iglesias visitase a Junqueras en prisión.

La humillación era cada vez más grave. Para Dolors Montserrat, portavoz parlamentaria del PP, la reunión de Sánchez con Torra en diciembre de 2018 en Barcelona no había sido sino “la mayor humillación democrática” sufrida por los españoles “en los últimos 40 años”. Esto lo decía la portavoz en enero de 2019, año electoral por partida doble. A dos meses de las primeras elecciones, la humillación también salía a colación en el debate presupuestario. “Han intentado perpetuarse con unas cuentas públicas que espero que no salgan adelante […] a cambio, directamente, de humillar a España por la permanencia en el poder”, lanzaba el líder del PP Pablo Casado, que ya no veía muy claras las encuestas para el partido. La foto en la madrileña plaza de Colón de los tres líderes de los partidos de la derecha, Casado, Rivera y Santiago Abascal (Vox), por la “traición” de Pedro Sánchez al negociar con la Generalitat constata que el sentimiento de afrenta era compartido.

Tras los primeros comicios se alimentó la posibilidad de un pacto entre PSOE y Ciudadanos, pero la cuestión resultaba espinosa, estando la nación en riesgo. Elegida Meritxell Batet en mayo como presidenta del Congreso a propuesta de los socialistas, Albert Rivera quiso dejar claro que permitir que los diputados independentistas hiciesen alusiones a los presos políticos al jurar sus cargos implicaba “volver a humillar a los españoles”. Aunque Catalunya marcaba la pauta de las ofensas, el líder de Vox, Santiago Abascal, encontraba tiempo para sentirse zaherido en nombre del pueblo porque a Arnaldo Otegi lo entrevistasen en Televisión Española. Sánchez, “por persona interpuesta”, dirigía TVE, razonaba Abascal, de modo que autorizar la entrevista representaba “una humillación más a las víctimas del terrorismo y a todos los españoles”.

En noviembre volvió a haber elecciones y de estas sí surgió un Gobierno. La gestión de este fue muy criticada por la oposición, pero el argumento de la humillación permaneció aletargado hasta 2021, a raíz de los indultos a los políticos del procés.

Escozor nacional por la espantada de Mohamed VI

El diapasón no ha dejado de subir desde entonces, también en lo referente a la política exterior y las relaciones con Marruecos, especialmente a raíz del cambio de posición de Sánchez respecto al Sáhara Occidental. Lo que más escuece es, no obstante, que Mohamed VI no estuviese presente cuando el presidente viajó a Rabat.

“Mi modelo es que España sea respetado y que a este país no se le pueda humillar porque no humille a su vez a nadie”, protestó al respecto Feijóo, después de que Aznar se hubiese pronunciado en términos similares. Esto sucedió en febrero, antes de unas elecciones autonómicas y municipales en las que el PSOE salió malparado y que llevaron a Sánchez a convocar comicios generales. Desde entonces y hasta ahora, no hay apenas semana sin humillación nacional para la derecha española.  

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