Cuando una Vuelta Ciclista es más importante que la matanza de niños en Gaza
“Los que quieren recibir ayuda tienen que seguir adelante para conseguir un buen lugar en la fila de reparto, pero hay un límite que ellos no pueden ver –dice un francotirador israelí en un testimonio publicado por el diario Haaretz–. Una línea que si la cruzan, podemos dispararles. Es un juego del gato y el ratón. Intentan llegar por una ruta diferente y yo estoy ahí con el fusil de francotirador preparado y los oficiales me gritan: ”Dispara, dispara“. Disparo entre 50 y 60 balas cada día. Ya dejé de contar las dianas. No tengo ni idea de a cuántos he matado. Muchos. Y niños”.
Es una de las muchas declaraciones de soldados israelíes que han aparecido en la prensa de ese país y queda confirmada por la cifra diaria de muertes de gazatíes, abatidos por las balas en las zonas en que se reparte ayuda humanitaria de forma insuficiente para alimentar a tantas personas. Comparado con esta realidad, lo que se escucha en el Congreso de los Diputados resulta tan lejano como absurdo. Un teatro nada edificante, especialmente cuando el Partido Popular acusa al Gobierno de Pedro Sánchez de tomar decisiones sobre Gaza en función de su interés político. Uno pensaría que cualquier motivo es suficiente con tal de hacer algo, real o simbólico, para intentar detener un genocidio.
Tres días después de la cancelación de la última etapa en Madrid de la vuelta ciclista, el PP centró su discurso en sostener que el Gobierno es violento porque ampara la violencia. “Como no tiene presupuestos, alienta los disturbios. 22 policías heridos”, dijo Alberto Núñez Feijóo a Sánchez. “No pueden mantenerse en el poder justificando la violencia”, afirmó su portavoz, Ester Muñoz. “Un Gobierno de agitadores callejeros”, denunció Miguel Tellado.
Feijóo volvió a no atreverse a utilizar la palabra 'genocidio' o a explicar por qué no le parece apropiada. Sí fue claro al afirmar que la situación de Gaza es insostenible: “La masacre de civiles de Gaza debe parar. Los habitantes de Gaza no son terroristas. Quien bombardea es el Gobierno israelí, no el pueblo israelí”. Lo que no hizo Feijóo fue explicar qué haría él si fuera presidente del Gobierno. Como ha rechazado todas las medidas que ha tomado el Gobierno de Sánchez, hay que suponer que se limitaría a escribir comunicados. Si esto parece una deducción especulativa, hay que preguntarse por qué el PP nunca ha contado hasta dónde estaría dispuesto a llegar.
El PP optó por centrarse en los incidentes del boicot a la Vuelta para no tener que hablar de Gaza, excepto las frases reseñadas de Feijóo. En términos de los minutos dedicados por todos sus portavoces –un bien precioso y escaso en la sesión de control–, lo primero les parecía más importante que lo segundo, que se puede resumir en más de 60.000 palestinos muertos, 17.000 niños y adolescentes asesinados y 21.000 menores mutilados. En el otro lado de la balanza, un sprint de algo más de cien metros y la entrega de premios.
“No me escuche a mí. Escuche a la ONU, que ya habla de genocidio”, le respondió Sánchez. “Y escuche a la ciudadanía española. Una encuesta del Instituto Elcano revela que el 82% lo considera un genocidio”. El dato procede del barómetro de Elcano de mayo y junio. Además, el 78% cree que los países europeos deberían reconocer ya al Estado de Palestina. Un 70% afirma que la Unión Europea debería imponer sanciones a Israel.
Ni siquiera los votantes del PP creen que las competiciones ciclistas sean más importantes que los niños muertos en Gaza. El partido defiende una posición minoritaria en la sociedad y tiene que recurrir a la habitual maldad intrínseca de Sánchez para justificar sus críticas. “Usted no persigue ninguna causa noble”, le dijo Feijóo. Piensa que seguir acosando al Gobierno es lo que le piden sus votantes. Gaza no altera lo más mínimo esa estrategia.
Al no poder hacer una defensa total de la posición del Gobierno de Netanyahu, como sí han hecho Isabel Díaz Ayuso y el PP de Madrid que se sienten defendidos por Israel, lo que queda es desprestigiar a Sánchez con el mensaje acostumbrado de que es un peligro para la democracia. Al igual que lo que hacen Donald Trump y los republicanos en EEUU, en su caso contra el partido Demócrata y la izquierda, Cayetana Álvarez de Toledo dio por hecho que el Gobierno recurrirá a la violencia si lo cree necesario.
“Lo del domingo fue un ensayo”, dijo y reclamó a Félix Bolaños que se investigue a Sánchez “por incitar desórdenes públicos”. Por menos que eso, el juez Peinado quiso trincar a Bolaños, así que quizá sólo se trate de encontrar al juez apropiado.
Desde la izquierda, Ione Belarra ofreció el discurso frecuente de Podemos, que acusa al Gobierno de hacer poco y tarde. Terminó casi suscribiendo el discurso del PP que acusa a Sánchez de interesarse por Gaza por interés propio. Álvarez de Toledo afirmó que Sánchez usa a los niños gazatíes “como escudo electoral”. Belarra zanjó su intervención con estas palabras: “Esto huele a electoralismo barato”.
La respuesta de María Jesús Montero fue decirle que no hay nadie que opine algo así más allá de su partido: “Es la única persona en el orden internacional que piensa que la postura del Gobierno ha sido tibia”. Esta semana, lo confirmó el secretario general de la ONU, António Guterres: “El Gobierno de España está en primera línea en lo que respecta a la defensa de los intereses del pueblo palestino, y esto es algo que valoramos muy positivamente”.
Una opinión similar fue la de Francesca Albanese, relatora especial de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos y una de las voces más críticas y valientes contra el genocidio: “Lo que hace España con Gaza a nivel internacional no tiene precedentes”. Se refería a la reticencia tradicional en los países occidentales a tomar decisiones duras contra Israel.
El PP se ha burlado en numerosas ocasiones de las quejas socialistas por los insultos que recibe Sánchez en la calle, incluido el mote de “galgo de Paiporta”. Feijóo no se dignó a mostrar rechazo en público por el atentado que sufrió la sede socialista de Santander. Evidentemente, hay barra libre contra Sánchez acorde con el nivel de crispación exigido por la oposición al Gobierno, que el PSOE responde desde hace unos meses con intensidad creciente.
Cuando el PP intenta convertir el debate sobre la violencia en Gaza con otro centrado en la violencia del Gobierno, no puede ocultar que no tiene mucho interés en hablar sobre la matanza de civiles. No puede extrañarse de que eso beneficie a Sánchez entre aquellos que exigen que se denuncie el genocidio. Y parece que son más los que dan prioridad a los niños sobre los ciclistas.
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