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Humor al cubo

La peculiar relación de Agustín Jiménez con las fuerzas del orden

Antonio Contreras

15 de noviembre de 2020 22:04 h

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Cuesta trabajo definir profesionalmente la actividad de Agustín Jiménez (Trujillo, 1970): monologuista, actor, guionista, mago, mimo, profesor, etc. Ha trabajado en cine, teatro, series, programas televisivos, talleres de interpretación entre otras muchas actividades. Seguramente, además de su gran capacidad artística buena parte de su éxito se debe a que se presta amigablemente a casi cualquier lío que le propongan. Cuando alguien necesita ayuda en la profesión, casi siempre se acuerda de Agustín Jiménez. Seguro que estará dispuesto a echar una mano.

¿Qué es para ti el humor?

Yo lo llamo comedia, el arte de la comedia. Creo que es una forma de vida. Es muy vocacional y si no es vocacional, se nota. Son esas profesiones como los médicos o los maestros en las que a veces piensas: “Este tío no está aquí por vocación”. En la comedia es algo así también. Es algo que tú le entregas a la vida. La usamos para hablar con la gente. La gente usa la comedia, hace chistes para hablar con otras personas. Utiliza el arte de la comedia para relacionarse. Para mí, toda persona tiene un objetivo artístico y, en mi caso, uno era devolverle a la comedia el estatus que debe tener, de arte mayor. Yo trabajo en el teatro porque quiero devolverle al teatro de comedia un lugar que creo que merece. Esa es mi función.

Hay gente que piensa que la profesión del humorista requiere poco estudio...

Realmente tiene unos mimbres muy complicados, muy semejantes a la creación musical, a una sinfonía. Tiene pequeños contrapuntos, tiene acompañamientos, tiene punteos, todo eso tiene la comedia. Cuando la estoy haciendo pienso: “¡Madre mía! O sea que ¿esto funciona así?” Hay humor físico. Hay humor del absurdo. Puedes trabajar a partir de la literatura. Puedes utilizar los juegos de palabras. O puedes trabajar las realidades, las puedes cambiar. Te lo permite todo. Por eso digo, que muchas veces ¿Qué es la comedia? La comedia casi es el oxígeno, el oxígeno de la existencia. ¿Cómo un ser humano que va a morir, que es consciente de su propia muerte, aún sigue haciendo bromas? ¿Qué hay detrás de esa paradoja? El humor es eso.

Alguien que vive de hacer comedia en el escenario ¿Cómo lleva la situación actual?

Lo llevas intentando adaptarte telemáticamente a tus trabajos. Trabajo en la radio y hago piezas sueltas. También haces pequeñas actuaciones donde puedes y como puedes. Pero también he trabajado mucho el humor con la pandemia. Cuando yo llego a actuar a sitios y está todo el mundo con la mascarilla, digo: “No sé si os estáis riendo, claro, tengo que adivinarlo”. El otro día hice una pantomima de los tipos de gente según cómo se pone el gel. Que, por cierto, de los geles hidroalcohólicos ya hablaremos algún día. Algún día saltará la burbuja, porque ¡aquí hay garrafón! ¿Alguien lo puede mirar? Algunos me han hecho llorar los ojos. Hay otros muy suaves. Hay otros que dices: “¡ojjj, qué ascazo!”. Lo vas llevando con comedia, que es como en este país se ha superado toda una crisis del siglo de oro, con sentido del humor.

 ¿Qué tal te van tus últimas actuaciones?

Es curioso, porque por las fiestas nacionales nos han contratado mucho a los cómicos porque prácticamente llamas a uno, viene y sólo es un micro lo que hay que desinfectar. No hay mucha movida. Así que hemos actuado hasta en plazas de toros y hemos sustituido a las orquestas tradicionales. Pido perdón a las orquestas Fantasía o Prodigio. Algunas actuaciones se han retransmitido por streaming. Con Miguel Lago estuvimos actuando hace poco en un polideportivo, al aire libre, en unas canchas de baloncesto. Los cómicos estamos también adaptando nuestros espectáculos a la nueva situación. Te envían a cualquier sitio y tú tiras para adelante. Hace poco fui a Barcelona a actuar y la verdad es que fue impresionante. El público estaba muy bien. Con ganas de reír. Eso es importante. Trabajas con gente que viene a verte y se nota que hay ganas de reír y eso es lo importante.

¿La gente está predispuesta a pasarlo bien?

Sí, sí, la gente tiene ganas. Se nota que la gente tiene ganas de reír pero tú también tienes que hacer tu trabajo. Creo que muchos intentamos evitar recordarles la situación actual. Y las evito también en las conversaciones con la gente. Porque ya me canso, porque los temas se repiten. Una broma que hago mucho es poner voz de señor enfadado en una cola, cuando no pasa nada. Por cierto, hay una cosa que está ocurriendo mucho, que hay gente que considera que la distancia de seguridad es el espacio justo para que se cuele alguien. ¡La madre que os parió! Es que, además, se está haciendo un arte. De hecho, no sé si sabéis que no hay ninguna ley que te impida colarte. Esto es simplemente la cortesía social: “¡Policía, se ha colado!”. Pues con la ley en la mano no se puede hacer nada.

A propósito de la Policía, siempre que hablamos con algún cómico suelen aparecer problemas con las fuerzas del orden. ¿Alguna experiencia al respecto?

Con la Policía, esto de ser cómico me ha salvado mucho. La Policía siempre me ha reconocido. Quien me conoce sabe que llevo cosas muy raras en la mochila. Una vez necesitaba un látigo porque estábamos trabajando en una obra de teatro de Ben-Hur. Y lo tenía que pasar por el arco policial del aeropuerto. Claro, aquí explica que esto es un arma, que no, que puede ser una cuerda... O sea, la discusión de “¿Qué hace usted con un látigo pasándolo por aquí?”. Por suerte, uno dijo de pronto: “Pero hombre, ¡este es un gracioso de esos! ¡No pasa nada, hombre! ¡Seguro que es para una broma, no se la jorobes!”. Y pasé.

¿Y sueles ser obediente y respetuoso con ellos?

Tuve otra también, creo que en Valencia. Allí, la Policía Local me vaciló un poco y me dijo “¡Eh, tú, a lo mejor te detenemos!”. Entonces me salió la gracia de sacarle una placa que tengo en el bolsillo siempre que es como de la CIA y les dije: “¡No tenéis jurisdicción!”. Entonces los tíos se quedaron sin saber qué decir. Hubo un momento de silencio. Yo le llamo el momento del paracaídas, que no se abre o se abre. Entonces se abrió, empezaron a reírse y me dijeron “¡Muy bueno, muy bueno!”.

¿Y algún susto no te han pegado?

Hubo una vez en el aeropuerto que yo me asusté bastante. Me pasa mucho en el aeropuerto, y creo que nos pasa a todos, que cuando pasamos por el arco ponemos cara de bueno. Sabemos que somos buenos pero ponemos cara de ‘soy inocente’. En una ocasión, un guardia civil me paró y me dijo: “¡Acompáñame por favor!”. Y tienen unas cabinas negras, donde te meten para tener un poco más de privacidad. Y yo dije “¡Ostrás!” No sabía, no llevaba nada de ningún tipo, ni armas ni nada, pero yo que sé… Te llama la guardia civil así, con un gesto de “¡Acompáñeme por favor!” y… el tío me metió y ¡era para una foto! Claro, te llama todo serio, hace su papel y ahí dentro de la cabina empezó la juerga. Pero asusta: ¡Señores picoletos! ¡Tranquilidad! ¡No llaméis tan serios!

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