Protesta sucia, el escatológico método que tensó las cuerdas entre el IRA y el Gobierno británico
Cuando Bobby Sands murió por inanición en 1981 ya hacía un lustro que los presos del IRA Provisional, una ramificación del Irish Republican Army, habían iniciado un proceso de protestas para lograr que las instituciones británicas los trataran como presos políticos en lugar de como delincuentes convencionales. Sands falleció tras una huelga de hambre que duró 66 días y su muerte provocó una auténtica ola de apoyo en Irlanda del Norte. La suya sería solo la primera de las diez muertes que se sucederían ese mismo año, todas ellas por la misma causa. Sin embargo, los actos reivindicativos habían comenzado mucho antes, en 1976, con la 'Protesta de las Mantas' y la 'Protesta Sucia', un proceso que puso más de una vez contra las cuerdas al Gobierno británico y que tuvo en esa 'Protesta Sucia' su dimensión más extravagante. En su libro 'No digas nada' (Reservoir Books), el periodista de The New Yorker Patrick Radden Keefe realiza un recorrido por las tres últimas décadas de actividad del IRA, en las que se enmarcan las reivindicaciones en la prisión de Long Kesh.
La 'Protesta Sucia' no se entiende sin la previa 'Protesta de las Mantas' y esta última sin el contexto que las rodeaba a ambas. En 1975, las guerrillas del IRA Provisional y el estado británico protagonizaban una cruenta escalada de tensión. Los asesinatos, secuestros y enfrentamientos eran el pan de cada día de los norirlandeses. En varias operaciones, la policía británica detuvo a un gran número de pesos pesados de la organización, pero algo cambió a finales de 1975: las autoridades británicas dejaron de considerar a los miembros encarcelados del IRA presos políticos y empezaron a tratarlos como a delincuentes normales. Radden Keefe insiste en que ese viraje en la actitud por parte del Gobierno va “más allá de una cuestión semántica o de clasificación” y fue el detonante de lo que se conoció como 'Protesta de las Mantas': los presos del IRA perdieron su 'categoría especial' y, por ello, según las normas, tenían que prescindir de su ropa de calle para vestir el uniforme oficial de la cárcel, como el resto de internos. Pero los republicanos se negaron. A cambio, envolvieron sus cuerpos en mantas. Las fiesta había comenzado.
Al principio, los republicanos salían de sus celdas con la manta para ducharse y hacer sus necesidades, pero se cansaron de soportar los malos tratos de los guardas de la prisión. Fue entonces cuando se coció el caldo de cultivo ideal para subir otro peldaño en sus reivindicaciones. Era el momento de la 'Protesta Sucia'. Los miembros del IRA decidieron dejar de salir de sus celdas para asearse, orinar y defecar. “Los guardias se vieron obligados a ir recogiendo los orinales para vaciarlos”, escribe Radden Keefe, “pero luego los presos empezaron a inclinar sus orinales, de forma que su contenido se derramara hacia el pasillo por debajo de la puerta de la celda”. Así fue como la 'Protesta de las Mantas' desencadenó la 'Protesta Sucia'. El siguiente paso de aquel escatológico método de presión llegó cuando Brendan Hughes, el “oficial al mando del IRA dentro de la cárcel”, sugirió que sus camaradas embadurnaran las paredes “con su propia mierda”.
Los gusanos no perturban al Gobierno británico
Y así lo hicieron. Los presos del IRA obedecieron a su capo y refregaron su materia fecal en los muros de las celdas. La situación se volvió insostenible. “Hughes y sus hombres estaban desnudos y sucios a más no poder, con la barba larguísima y el pelo totalmente apelmazado de no lavarse”, relata Radden Keefe. “Viendo que había una plaga de gusanos y que la amenaza de enfermedades empezaba a tomar cuerpo, un equipo de guardias irrumpía en las celdas […], sacaba de allí a los escuálidos presos y los limpiaban a manguerazos mientras otros guardias se ponían a fregotear suelo y paredes con agua desinfectante”. Pero no conseguían nada. Cuando los soldados republicanos volvían a sentir la llamada de la naturaleza, vuelta a empezar: orina, defecaciones, gusanos y limpieza otra vez. El periodista de The New Yorker subraya la “relativa simpleza” de las demandas de los presos: tener derecho a no llevar el uniforme carcelario, recibir correspondencia y poder relacionarse con sus camaradas. Sin embargo, su actitud desafiante “no hacía otra cosa sino reforzar la actitud de sus adversarios”, el Gobierno británico.
A continuación llegarían las diez muertes a causa de las huelgas de hambre de 1981, aunque no fue la primera vez en la historia del IRA en que se recurrió a tal método. Todo lo contrario. Ya en 1917, durante la Guerra de la Independencia Irlandesa, 12 hombres de la organización habían muerto en procesos similares y, en la década de los setenta, las hermanas Dolours y Marian Price también habían llevado a cabo huelgas de hambre. En aquella ocasión, las autoridades británicas se decantaron por alimentarlas forzosamente, una práctica que la ONU considera, hoy por hoy, un tratamiento inhumano. A pesar de las grandes olas de apoyo a Bobby Sands y al resto de los republicanos fallecidos, la ya por aquel entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, declaró: “Mr. Sands era un criminal convicto. Eligió acabar con su propia vida. Esa es una elección que su organización no permite a la mayoría de sus víctimas”. El IRA Provisional no proclamaría un alto el fuego hasta 1997. Un año más tarde, el Gobierno británico y el irlandés (además de la mayoría de partidos norirlandeses) llegaron al Acuerdo del Viernes Santo para poner punto y final al conflicto. A pesar de ello, otras escisiones de la organización paramilitar han continuado perpetrando atentados de forma más o menos esporádica. El último, en 2019.
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