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En una ciudad de Italia también se habla catalán

Samuel Matínez

@samumartinezr —

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Si no te comes la sopa, vendrán los catalanes. Ni el hombre del saco ni el ‘coco’: los catalanes. Durante varios siglos, fueron el enemigo público número uno en muchos puntos del Mediterráneo y todavía hoy por hoy pervive el refrán: Niño, come que vienen los catalanes. Concretamente es en Grecia —y no en Cerdeña— donde, en la actualidad, el recuerdo de las tropas de almogávares de la Corona de Aragón, que conquistaban territorios en ultramar y que causaron, como no pudo ser de otro modo, estragos entre la población autóctona, sigue muy presente en la memoria colectiva de sus habitantes. A pesar de que en la isla italiana no se guarde tan mal recuerdo de ‘los catalanes’ (sus gentes no los utilizan para asustar a los niños), se trata de una anécdota que da cuenta del poderío marítimo de la Corona aragonesa durante los siglos XIII y XIV, cuando el reino lanzó abundantes y fértiles expediciones —muchas de ellas, exitosas— a lo largo y ancho del mar Mediterráneo. 

Pero es precisamente en Cerdeña donde se encuentra Alguer (Alghero, en italiano), una ciudad situada en la costa oeste de la isla, en la provincia de Sassari, en la que, por extraño que resulte, tienen el catalán como lengua tradicional y como tal lo aceptan las leyes italianas. Cómo penetró el catalán en Cerdeña es algo que el lector ya habrá adivinado: la irrupción del idioma en la zona se produjo en el marco de la expansión aragonesa. Se dio, más en concreto, durante la conquista de la isla de la mano de Alfonso IV ‘el Benigno’ mientras reinaba su padre —previa adjudicación de de las tierras por parte del Papa Bonifacio VIII en el tratado de Anagni— a principios del siglo XIV. Sin embargo, que un rey catalán colonizara el territorio no da respuesta a todas las preguntas. No da respuesta, de hecho, a la pregunta del millón en esta historia: ¿Por qué se sigue hablando catalán en Alguer y no en el resto de la isla? 

Francesc Bernat, filólogo catalán y profesor de Historia de la Lengua en la Universidad de Barcelona (UB), disipa las dudas: “La población de Alguer se rebeló en muchas ocasiones contra el colonizador catalán; más que el resto”. Por eso los reyes de la Corona de Aragón decidieron tomar cartas en el asunto, expulsar a la población algueresa y “sustituirla por catalanes y, por ende, catalanófonos, es decir, hablantes del catalán”. He ahí una más que evidente razón por la que los habitantes de la ciudad no amenazan a sus hijos y nietos con la crueldad de los catalanes si no se comen la sopa. No lo hacen porque los catalanes son ellos mismos: una parte de la población algueresa hoy considerada autóctona tiene sus raíces en Cataluña. “Se produjo una sustitución poblacional en toda regla”, continúa Bernat, “y ese fenómeno supuso, evidentemente, una sustitución lingüística”.

El Far West catalán 

Mediados del siglo XIV. La Corona de Aragón se hace con Cerdeña y, tal y como afirma el vicepresidente de la sección filológica del Institut d’Estudis Catalans (IEC), Ramon Siscart, “el catalán se asienta en Alguer, donde será la primera lengua por encima del sardo (debido a la llegada masiva de hablantes catalanes), y además se proyecta como uno de los idiomas del resto de la isla”, aunque nunca se impondrá como lengua habitual de comunicación para el común denominador de sus habitantes. El experto divide en dos los grupos poblacionales que se desplazaron desde Cataluña hasta Cerdeña cuando la Corona conquistó el territorio. “Por una parte”, señala, “una serie de nobles recibieron tierras”. Por otra, completa, “muchas personas de a pie que vivían en Cataluña bajo el yugo de las clases pudientes emprendieron el viaje en busca de libertad y de tierras en propiedad” tratando de escapar de una opresión secular.

“Fue algo parecido a lo que entendemos por el fenómeno del Far West en Estados Unidos”, sorprende Siscart: “Muchos europeos llegaron a la costa este de EEUU y, en caravanas, se desplazaron al oeste para hallar algo más de prosperidad”. Alguer, como también Mallorca o Valencia, constituyeron, ya en el siglo XIV, el enésimo embrión del renombrado ‘sueño americano’. Así las cosas, los catalanes que llegaron a tierras hoy italianas, tercia el filólogo, fueron habitantes “procedentes especialmente de la costa y de Barcelona”, pero también de otras zonas. Por eso, y por la contaminación del propio sardo, del italiano y del español, “el dialecto resultante de todos los procesos lingüísticos ha terminado por ser una variante oriental del catalán (el que se habla, por ejemplo, en la ciudad condal) con rasgos propios de la occidental (el hablado, entre otros lugares, en Lleida), aderezada con características propias del sardo y el italiano”, concluye.

 

Los dos grandes enemigos del alguerés

El doctor Francesc Ballone es uno de los mayores expertos en la materia. Miembro también del IEC y residente en Alguer, relata las dificultades que atraviesa el dialecto desde mediados del siglo XX, cuando los padres y las madres “dejaron, en muchos casos, de enseñar catalán a sus hijos”. Por su parte, el profesor Francesc Bernat señala dos circunstancias que, desde su punto de vista, sentenciaron a muerte al dialecto durante el siglo pasado: la voluntad ‘italianizadora’ del estado (con especial ímpetu en la dictadura de Benito Mussolini) y el final de la sociedad tradicional acaecido en los años sesenta. “Italia persigue las lenguas minoritarias tanto como cualquier otro país, pero como es más joven parece que lo haga en menor medida”, desliza. No obstante, el golpe de gracia al alguerés se lo dio “la transformación social y económica de los años sesenta”, cuando los movimientos poblacionales, las migraciones y las comunicaciones penetraron en una ciudad, Alguer, que vivía fundamentalmente de la pesca y el comercio, de cara al mar, pero que, en poco tiempo, tuvo que adaptarse a la industria y el turismo masivo.

En ese punto, el dialecto catalán comenzó a percibirse como el habla de la ‘gente de pueblo’, como si eso fuera algo malo. En cambio, el italiano se entendió como el idioma de la modernidad, del progreso, del avance. Las fuentes consultadas coinciden en que, bien entrados los últimos decenios del s. XX, muchos padres criaron en catalán a sus hijos grandes y, tras la transformaciones social, nacional y económica, educaron en italiano a los pequeños. El resultado, solo un tercio de la población de Alguer “habla bien el dialecto” y algo más de un 20% lo hace de forma habitual, según la encuesta de Usos Lingüísticos de la Población, que realiza periódicamente la Generalitat de Cataluña. Una gran parte de dichos hablantes, además, son de avanzada edad: “La mayoría nacieron antes de los sesenta”, resuelve Bernat.

En definitiva, y a pesar de que mantuvo la mecha viva incluso después de que España perdiera el control de la isla en 1720, el futuro del alguerés es poco prometedor. En 2018, el Parlamento de Cerdeña dio lo que parecía un paso de gigante para la conservación lingüística cuando amplió las opciones para que las escuelas pudieran profundizar en la enseñanza del catalán, pero el doctor Ballone avisa: “Todo eso es, por el momento, en papel mojado: hay que ponerlo en marcha”. Entretanto, cada año que pasa, cada mes, el alguerés se desvanece un poco más. “Con el Gobierno italiano”, asevera de nuevo el profesor Bernat, “no se puede contar”.

Come la sopa, que vienen los catalanes, dicen en algunas partes del Mediterráneo para lograr que los niños abran la boca y acepten la cuchara. A este paso, en Alguer, mucho van a tener que cambiar las cosas para que el refrán no derive en algo así como ‘Come la sopa, que el catalán… se va’.

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