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Un Chaves Nogales no tan independiente ni equidistante: los años londinenses del periodista

Manuel Chaves Nogales, portada de 'Los años perdidos'

Alejandro Luque

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La figura y la obra de Manuel Chaves Nogales (1897-1944) era hasta hace unos años casi un secreto reservado a los estudiosos. Hoy, sin embargo, gracias al esfuerzo de investigadores y editores, es unánimemente considerado un maestro de periodistas y un referente fundamental para comprender el tiempo turbulento que le tocó vivir. La última aportación en este sentido, en absoluto menor, lleva por título Manuel Chaves Nogales. Los años perdidos (Renacimiento), y arroja luz sobre uno de los periodos menos conocidos de la vida del sevillano: los años entre 1940 y 1944, correspondientes a su exilio en Londres.

Todo empezó hace unos años, cuando su autora, Yolanda Morató, empezó a documentarse para traducir algunos textos de Chaves Nogales publicados en inglés. “Vi que había cosas que no me cuadraban, especialmente una: ¿cómo había tan poco de él, de sus años de madurez, habiendo escrito tanto de joven? Había un vacío sospechoso, algo pasaba. La hipótesis más comúnmente defendida señalaba que todo lo escrito entonces había acabado en una maleta que se había perdido. Una imagen muy cinematográfica, pero yo estaba convencida de que tenía que haber algo más”.

Y en efecto, había algo más. Por ejemplo, la revelación de que Chaves Nogales trabajó para el Gobierno, en concreto para el Ministerio de Información. “Hay quien me ha preguntado si estamos ante ‘otra persona’ distinta de la que conocíamos, pero yo creo que no. Es alguien que está en un momento de guerra, en su segundo exilio. Y es importante entender eso para leer los cientos de artículos que hemos encontrado”.

Independencia y guerra

Son seis centenares de artículos, distribuidos en 15 medios y firmados por el propio Chaves Nogales, quien había empezado a trabajar en Francia para la agencia AFI, dependiente de Reuters. Tras la invasión de dicho país por los nazis, se integra en la agencia Havas, que tenía buena relación con los servicios secretos británicos. “Hasta que en el 43 se suspenden las subvenciones del Gobierno y busca una alternativa. Pero la mala suerte hace que una serie de accidentes y enfermedades se abatan sobre él, y muera al día siguiente”, apunta Morató.

“El Chaves de los artículos, además de ser fiel a sus convicciones, en algunos momentos tiene que ser más beligerante con los nazis, precisamente porque son artículos subsidiados por el Gobierno. La palabra propaganda tiene mala prensa, pero Chaves está en el bando democrático y actúa en consecuencia”, prosigue la investigadora. “Además, Chaves tenía información privilegiada. No quiero decir que fuera espía, pero trabajaba con agencias gubernamentales y manejaba datos, sabe cosas que van a suceder y que la gente corriente ignora: el desembarco de Normandía, por ejemplo. Porque ha ido a las playas donde se ha ensayado, está sobre el terreno, que es lo que un periodista debe hacer. Pero ser independiente en una guerra es casi imposible, porque alguien te tiene que dar acceso, y desde ese momento tu independencia está comprometida. En ese sentido, no es el periodista de su juventud”.

No obstante, Morató asevera que su investigación se ha centrado en la obtención de pruebas. “No quería un libro interpretativo”, subraya. “Por otro lado, he comprendido que el principal escollo que encuentra Chaves es que desde todos los bandos es fusilable. También en Londres se encuentra con comunistas y falangistas que le desean el mal, tiene enemigos en todos los frentes y debe ir con cuidado. No se puede entregar a ningún bando. Eso también le ayuda a mantenerse ahí, trabajando por la democracia y el fin del nazismo, pero se radicaliza mucho. Hay un momento en que llega a escribir ‘Odio Alemania', y ese es un giro importante, ya no distingue entre los ciudadanos y el país: todo lo germánico le parece malo”.

También sorprenderá al lector familiarizado con el sevillano la última entrevista que le hacen, y que también Morató ha rescatado del olvido. Se la hizo el periodista brasileño Murilo Marroquim de Souza, y en el cuestionario que le plantea, Chaves Nogales llega a hacer afirmaciones tan sorprendentes como que “en todo español hay un separatismo innato”.

Una lectura no ideológica

“Chaves trabaja en ese momento en un microcosmos muy especial, donde hay firmas republicanas independientes como Barea, y otras absolutamente radicalizadas como los anarquistas”, prosigue Morató, consciente de la instrumentalización que puede hacerse de estas ideas: “Quien quiera utilizar sus palabras lo va a hacer, de hecho Chaves ha sido utilizado desde muchos ángulos. Como las grandes obras universales, puedes ver en él una cosa y la contraria. Es como la cuerda de Escohotado, que sirve para escalar y para ahorcarte. Lo que está claro es que él no dice que los catalanes o los vascos se tengan que separar. No hay que perder de vista lo que dice y desde dónde lo dice”.

En este sentido, Yolanda Morató asevera que ha intentado “que el libro no tuviera una lectura ideológica”. “Una investigación tiene que ser ciencia, lo demás es ensayo. Creo que a Chaves le hacemos un flaco favor entrando en cuestiones ideológicas. Leer sus textos desde ese ángulo los empobrece”, añade.

Con todo, la investigadora se ha sorprendido recibiendo la felicitación de estudiosos como Andrés Trapiello, que precisamente ha defendido siempre a Chaves Nogales como un periodista escrupulosamente independiente y equidistante, representante de la llamada tercera España. “Yo lo veo de un modo diferente, pero hay que comprender también las lecturas de los demás, y el hecho de que yo he leído 600 artículos de Chaves Nogales que no han leído ellos. Lo cierto es que no se puede ser perfectamente independiente en una guerra. Y que él trabaja para quien quiere, quien lo ha acogido. Lo malo habría sido que hubiera acabado en Alemania…”.     

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