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Rosalinda Miller Cid, la revelación de la poesía española que vivió y murió en la calle

Retrato de Rosalinda Cid.

Alejandro Luque

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Era una de tantas personas anónimas y sin hogar con las que los transeúntes se cruzan cada día, sin apenas reparar en ellas. Vivía en la zona de la Macarena, en Sevilla, hasta que en 2019 falleció en la calle a los 53 años. Su recuerdo podría haberse apagado en seguida de no ser porque dejó un puñado de poemas, reveladores de una inusual sensibilidad y capacidad para la escritura, que la convierten en una extraordinaria revelación para la poesía española. Se llamaba Rosalinda Miller Cid, y la obra que la salva de ese olvido, Otro día en un jardín extraño, acaba de ver la luz en la editorial Libros de la Herida.

“Rosalinda era alumna de un laboratorio de escritura creativa para personas sin hogar que tenemos en Sevilla”, explica David Eloy Rodríguez, editor de Libros de la Herida y coordinador de dicha iniciativa. “Continuamente encontramos un talento estupendo en las 25 personas que acuden cada semana, todas ellas con perfiles muy diversos. Una de las asistentes fijas era Rosalinda”.

Rodríguez la recuerda como una persona especial en muchos sentidos: “Silenciosa, discreta y atractiva a la vez, con carisma, con chispa, con encanto. Se notaba que había tenido una vida intensa y rica, Sus intervenciones en el laboratorio eran siempre brillantes”, evoca. “Un día me dejó un cuaderno para leerlo. Justo en ese tiempo dejó de venir, y poco después nos enteramos de su fallecimiento. Encontramos unos poemas espléndidos, con coherencia e interés, que nos proponían un viaje fascinante para averiguar quién era nuestra compañera”.

Una dura cotidianidad

En sus versos, Rosalinda batallaba con sus conflictos interiores, pero también levantaba acta de su cotidianidad: “Rasgadas las calles, me aseaba en los charcos./ Deambulaba toda la noche para quitarme el frío./ Hay cosas en el suelo de las que nadie se percata./ Esta vida es un pijama que pensé que no era para mí,/ que no debería ser para nadie./ El transcurrir del tiempo ha endurecido/ mi sonrisa y mis lágrimas./ Las calles continúan ahí, a pesar de todo,/ del rechazo, del repudio, de la indiferencia./ La tenue luz del amanecer modifica el escenario”.

No son demasiados los datos que los editores y compañeros de Rosalinda han podido reunir sobre ella. “No es fácil reconstruir la biografía de una persona que vive en la calle. Hemos llegado hasta donde hemos llegado”, comenta Rodríguez. “Su etapa como persona sin hogar empieza más o menos a partir del año 2000, y desconocemos por qué entró en esa situación. Pero antes había tenido una vida muy curiosa, era nacida en Sevilla y había viajado por África, recaló en Tánger unos años. Probablemente se distanció de su familia antes de acabar viviendo en la calle”.

Conducirme al horizonte/ es una forma de romper con el pasado.// Recorrer la noche en soledad./ Calles vacías. Vagar de un sitio a otro/ para mantenerme despierta.// Sentada en un banco/ veo las ratas pasar,// compañeras de oscuridad y silencio.// De las sobras de mi cena/ les doy de comer.// Gatos furiosos, en su batida de caza,/ vienen a ahuyentarlas”, se lee en su poema Reconstruyendo vidas rotas. “Si los poemas no fueran buenísimos, probablemente no habríamos sacado el libro”, prosigue Rodríguez. “Somos una editorial pequeña y no podemos permitirnos muchos riesgos, para lanzarnos con un libro nos tiene que deslumbrar mucho. Pero esta vez no tuvimos dudas de que valía la pena. Con todo, los beneficios del libro irán a una causa solidaria para personas sin hogar”.

En el Tánger de Bowles

Cuándo empezó Rosalinda a descubrir sus dotes de escritora, es otro de los misterios que la rodean. “No hemos encontrado textos más allá de cuando empieza a acudir al taller, de modo que se ve que es ahí cuando se dedica a escribir más seriamente. Sería estupendo saber si había algo previo, porque lo que sí nos consta es que cuando llegó a Tánger conoció a un ya anciano Paul Bowles, y es ineludible que tuviera contacto con el mundillo cultural del momento”.

Por otro lado, junto con sus poemas, Rosalinda dejó un texto de carácter autobiográfico en el que revelaba algunos aspectos de su pasado, “pero que hemos preferido no hacer público por contener cosas íntimas. Sí nos ha servido para interpretar su vida a través de algunas claves, pero lo cierto es que alrededor de su figura hay más misterios y suposiciones que certezas”.

El cantautor Daniel Mata en el Callejón del Gato ha compuesto una canción con el poema El eje, y el resultado puede escucharse a través de un código QR impreso en el libro.

Éxito colectivo

Las Posesiones de la autora eran, según el poema del mismo título, “El diccionario secreto de las heridas./ Un maquillaje de silencio en una cajita de amargura./ Una foto de la morada ausente./ La carga de un batallón de miradas incesantes./ Las agujas de un reloj que tiene las horas rotas./ El sufrimiento de un largo camino./ La orquesta de la necesidad./ Una almohada sin sueño ni descanso./ El yugo de una vida perdida./ Un equipaje estancado en el abismo./ La desnudez plena en una realidad que no se elige./ Un diario que escribo sola, en húmedos cartones, por la noche./ Un mapa para perderse en el tiempo de la oscuridad”.

En el laboratorio de escritura creativa para personas sin hogar, la publicación de Otro día en un jardín extraño ha sido acogido como un éxito colectivo. “Sienten el libro como suyo, se saben los poemas de memoria, los recitan cuando hacemos presentaciones colectivas y lo viven de una manera emocionante y propia”, subraya Rodríguez. “Cuando encuentras un libro como este, te da que pensar. No solo se trata de celebrar a esta persona, sino también de visibilizar la realidad de una gente a través de unos escritos que tienen una fuerza y un impacto importante, una escritura salvaje que logra unos hallazgos extraordinarios. Rosalinda parece compendiar todas las virtudes de los compañeros que nos visitan. En cuanto se ponen a jugar con las palabras, ese talento se encuentra”.     

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