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Agoniza el refugio de gansos de Doñana que sacó a los niños noruegos a la calle en los años 60

Ánsares en las dunas del Parque Nacional de Doñana.

Raúl Rejón

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Hace 60 años, los niños noruegos salieron a las calles de sus poblaciones a pedir dinero para salvar a sus gansos salvajes. ¿Iban a matarlos allí en el país nórdico? No. Iban a quedarse sin su refugio de invierno a muchos kilómetros de distancia de las casas de esos pequeños. Las marismas de Doñana iban a ser desecadas a base de plantaciones de eucaliptos y pinos. Su esfuerzo, moneda a moneda –junto a toda una cuestación internacional–, recaudó el dinero para comprar unas hectáreas en el corazón del coto. El embrión del parque nacional. Ahora, el deterioro de Doñana hace que ese refugio invernal, donde acuden cada año gansos, grullas o aves frías, sea cada vez más difícil de hallar.

Las aves que tienen en Doñana su santuario padecen desde hace años la destrucción de los ecosistemas. Las tasas de reproducción de las especies acuáticas no paran de caer y desde 2019 se han desplomado.

A este fracaso reproductivo se le unen ahora los datos de especies invernantes. “Los declives son preocupantes”, concluye el informe sobre el estado de conservación de las aves acuáticas en Doñana de SEO-Birdlife.

El trabajo señala, precisamente, el derrumbe de los gansos –el ánsar común– que encendieron la chispa en Escandinavia: “Han pasado de superar habitualmente los 40.000 ejemplares a menos de 10.000, lo que marca los registros más bajos de la historia”.

Aunque los recuentos globales tienen fluctuaciones, la tendencia a la baja de todas las especies es constante en los últimos 20 años. En los cursos más recientes se ve una caída en picado. Si en 2017 se contabilizaron 670.000 ejemplares de especies de invernada, en 2022 el número se quedó en 263.000, según los datos del Censo Internacional de Humedales. Eso es un 40% menos. “La falta de precipitaciones de aquel año conllevó los peores datos de invernadas acuáticas en la historia del parque”, analiza el documento.

Este año, con algo más de lluvia, el volumen ha subido respecto a 2022, pero aun así se ha quedado en unas 289.000 aves, en uno “de los peores datos” de la serie. Y destaca entre los damnificados el ánsar.

Esta especie es tan emblemática que da nombre a la duna más alta de Doñana: el cerro de los ánsares. Hasta esa duna móvil de unos 30 metros de altura, los gansos vuelan cada atardecer tras haber comido los duros granos que componen su dieta.

Una vez aterrizados, las aves se tragan la arena de la duna de Doñana para deshacer los granos y poder hacer la digestión. Tras aguantar temporadas y temporadas de caza –en las que las escopetas les esperaban allí camufladas para dispararles–, ahora los ánsares se tragan los perdigones de plomo perdidos. Y se envenenan.

Se observa una preocupante tendencia negativa, lo que, en muchos casos, es aún más alarmante al tratarse de especies en peligro o amenazadas

Inmaculada Álvarez-Manzaneda Investigadora de la Universidad de Granada en un análisis para el Spain Media Center

Aunque se ponga el foco en los gansos, el Parque Nacional de Doñana también es la principal zona de invernada de muchas otras especies: el silbón europeo, el ánade rabudo norteño, la cuchara común, el pato colorado, el porrón europeo, el flamenco común, la cigüeñuela común, la avoceta común, la avefría europea, la aguja colinegra y el correlimos común. También representa el segundo lugar de España en importancia para la invernada de la cerceta común.

Solo la longitud y variedad de la lista refleja por qué Doñana es crucial.

“En general, se observa una preocupante tendencia negativa, lo que, en muchos casos, es aún más alarmante al tratarse de especies en peligro o amenazadas”, analiza la investigadora de ecología en la Universidad de Granada Inmaculada Álvarez-Manzaneda en un análisis para el Science Media Center. “Este informe señala la grave amenaza del cambio climático sobre Doñana que, sumado a la explotación de los acuíferos, a los vertidos y al aumento de depredadores como el jabalí, pone en peligro su biodiversidad”.

Los regadíos ilegales

La investigación llega en medio del intento por parte del PP en Andalucía por regularizar fincas de regadío ilegales alrededor de Doñana. Y justo 24 horas después de que el consejero de Medio Ambiente andaluz, Ramón Fernández-Pacheco, se reuniera con el comisario europeo Virginijus Sinkevičius para, en palabras de la Junta, “explicar” la proposición de ley.

De hecho, el Ejecutivo de Moreno Bonilla, al acabar esa reunión, ha insistido desde Bruselas en que su plan no perjudica “en absoluto” al acuífero de Doñana. Y ha dicho que el Gobierno español ha lanzado “bulos” sobre su iniciativa.

Sin embargo, la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha analizado tras culminarse el encuentro que “una vez que la Junta ha recibido el mensaje de la Comisión ya no hay excusas. No vamos a negociar ilegalidades, solo cabe la retirada”.

“La preocupación por Doñana no ha hecho más que incrementarse debido a las últimas propuestas de explotación hídrica”, ha añadido la investigadora Álvarez-Manzaneda tras leer el informe de SEO-Birdlife. “Parecen ir en la dirección opuesta a las medidas que deberían tomarse con objeto de minimizar los impactos de la sequía”.

El agua no llega y la cercanía de las elecciones municipales ha acelerado el plan de amnistía de regadíos ilegales. Mientras tanto, la marisma aguanta como puede para que los gansos sobre los que viajaba Nils Holgersson para aprender el valor de la naturaleza puedan volar hasta su refugio de invierno. Y posarse en su propia duna.

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