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La OMS declara el aspartamo posiblemente cancerígeno pero considera seguro el consumo habitual de varias latas de refresco

Una lata de refrescos contiene unos 200 miligramos de aspartamo.

Esther Samper

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La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), de la OMS, ha anunciado que el edulcorante aspartamo, presente en multitud de bebidas y alimentos, es “posiblemente cancerígeno para los seres humanos”. El dictamen surge tras la evaluación de 1.300 estudios previos sobre la materia. Sin embargo, la propia OMS enviaba también un mensaje tranquilizador a través de una conferencia de prensa en la que reafirmaba que el consumo habitual de aspartamo es “seguro”.

Para entender ambos mensajes, en apariencia contradictorios, es necesario conocer varias cuestiones clave en torno a la evaluación científica que realizan diferentes organismos científicos para sopesar si una determinada sustancia es cancerígena para el ser humano y también conceptos básicos sobre toxicología y el funcionamiento de la ciencia.

En primer lugar, la IARC solo valora si un determinado agente podría potencialmente causar cáncer, pero no cuantifica el riesgo que tiene para la salud ni tampoco la dosis a partir de la cual se podría incrementar el riesgo de cáncer. Por eso, dentro de cada grupo de la IARC se encuentran presentes sustancias con una peligrosidad muy diferente. Por ejemplo, tanto el tabaco y el jamón se encuentran en el grupo 1 de cancerígenos para humanos, pero su riesgo para la salud humana es muy dispar.

“Peligro solo significa un posible daño (aunque sea muy improbable que se produzca), y riesgo es la probabilidad de que se produzca el daño. Es como conducir un coche. Los coches chocan, la gente se lesiona e incluso muere, pero el riesgo de que eso ocurra cuando se va de compras o se lleva a los niños al colegio es bastante bajo; la mayoría de nosotros no pensamos en ello, aunque el riesgo no sea cero. La IARC solo examina el peligro, lo que en este caso significa que se limitan a comprobar si existen pruebas de que el aspartamo pueda estar relacionado con el cáncer. No evalúa la probabilidad de que se produzca el peligro”, explica Oliver Jones, catedrático de Química de la Universidad RMIT (Australia) al Science Media Centre.

La incertidumbre científica en torno al aspartamo

La clasificación que realiza la IARC de cada sustancia se basa en la solidez de la evidencia científica que indique o sugiera su efecto cancerígeno en humanos. En ese sentido, que el aspartamo se encuentre en el grupo 2B como “posiblemente cancerígeno” significa que existen pruebas científicas limitadas sobre este efecto en humanos. Al ser limitadas, no se puede afirmar que el aspartamo provoque cáncer, ni tampoco que este efecto sea probable. En este grupo también se encuentran otros elementos como las verduras encurtidas, los anticonceptivos de progesterona, la gasolina o el uso del teléfono móvil.

La evidencia en humanos de que el aspartamo podría causar cáncer surge principalmente a partir de tres estudios epidemiológicos con cuatro grandes grupos de personas en Estados Unidos y diez países europeos. Estas investigaciones muestran que el consumo de este edulcorante se asocia con un aumento del riesgo de carcinoma hepatocelular (un tipo de cáncer de hígado). Sin embargo, este tipo de estudios no permite afirmar que el aspartamo provoque cáncer hepático (relación de causa y efecto), sino simplemente una asociación entre consumo de aspartamo y un mayor riesgo de sufrir este tumor. No pueden descartarse sesgos ni otros factores que estén involucrados en dicha asociación. Otros estudios epidemiológicos que evalúan el efecto cancerígeno del aspartamo cuentan con este y otros problemas (como no identificar directamente el consumo de aspartamo, sino el de edulcorantes en general). 

Por esta razón, la IARC concluye que la evidencia en humanos es limitada. Además, las pruebas científicas sobre el efecto cancerígeno en ratas y ratones y su posible mecanismo (a través de inflamación crónica, inducción oxidativa o alteración en la proliferación de las células, entre otros) también son limitadas.

Los estudios actuales no permiten afirmar que el aspartamo provoque cáncer y, menos aún, que lo provoque a las dosis de consumo habitual, pero tampoco se puede descartar totalmente

Por otro lado, el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA) sostiene que no existe evidencia convincente tanto en humanos como a nivel experimental de que el aspartamo provoque efectos adversos tras su ingestión. Los estudios en el laboratorio (con células y animales) ofrecen resultados contradictorios sobre la capacidad del aspartamo para dañar el ADN. De hecho, la mayoría de ellos ofrece resultados negativos sobre este efecto y los estudios que arrojan resultados positivos tenían limitaciones importantes en cuanto al diseño de los experimentos y la calidad en la interpretación de los datos. En otras palabras, no existencia evidencia científica sólida ni convincente, por ahora, del efecto cancerígeno del aspartamo como edulcorante.

Otro hecho que considera la JECFA para considerar seguro el aspartamo es que este se metaboliza en el aparato digestivo, antes de llegar a la sangre, en ácido aspártico, fenilalanina y metanol. Estas tres moléculas aparecen tras la ingestión de muchos otros alimentos y bebidas que no se asocian con efectos cancerígenos.

Al igual que el aspartamo, el café fue declarado “posiblemente cancerígeno” (grupo 2B) por la IARC en 1991. Sin embargo, dicha agencia sacó al café de este grupo en 2016

En cualquier caso, dado que no existen estudios de elevada calidad en humanos (como ensayos clínicos) que puedan valorar con rigor el potencial efecto cancerígeno del aspartamo, existe cierto lugar para el debate científico sobre si este efecto es real o no. Los estudios actuales no permiten afirmar que el aspartamo provoque cáncer y, menos aún, que lo provoque a las dosis de consumo habitual, pero tampoco se puede descartar totalmente.

Para disipar la incertidumbre científica, serán necesarios más estudios que aclaren los efectos del aspartamo sobre la salud. Puede que entonces ocurra como con el café. Al igual que el aspartamo, esta bebida estimulante fue declarada “posiblemente cancerígena” (grupo 2B) por la IARC en 1991. Sin embargo, dicha agencia sacó al café de este grupo en 2016 (actualmente está en el grupo 3: “No puede ser clasificado respecto a su carcinogenicidad para el ser humano”), tras evaluar más de 1.000 estudios con humanos y animales y concluir que no existía suficiente evidencia sobre la carcinogenicidad del café en general. 

La dosis es clave

Potencialmente, cualquier sustancia puede ser perjudicial para el ser humano a partir de cierta dosis. Incluso una bebida tan sana como el agua, ingerida en exceso, puede provocar la muerte (por desequilibrio de la concentración de electrolitos en el cuerpo). De la misma forma, en nuestra vida diaria nos exponemos constantemente a sustancias, tanto en los alimentos (alcohol en las bebidas) como en el medio ambiente (radiación solar), que podrían incrementar el riesgo de cáncer, pero para que este efecto sea apreciable tiene que existir una dosis mínima.

En ese sentido, la JECFA reafirma que el actual límite de consumo del aspartamo es seguro, fijado en una ingesta diaria admisible (IDA) de 40 miligramos de aspartamo por kilogramo de peso corporal al día. La IDA es una estimación de la cantidad de una sustancia presente en los alimentos que puede consumirse diariamente durante toda la vida sin que se aprecie un riesgo para la salud. Este valor suele fijarse de forma muy conservadora, siguiendo el principio de precaución. En el caso del aspartamo, una lata de refresco sin azúcar suele contener entre 200 y 300 mg de esta molécula. Por tanto, un adulto estándar de 70 kg tendría que ingerir más de 9-14 latas al día para superar la IDA de dicho edulcorante. La mayor parte de los consumidores no llega ni a acercarse a este volumen de consumo.

 

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