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El cambio de enfoque de las empresas que se meten en la educación: de ofrecer recursos para el aula a modelar políticas

En los últimos años varias empresas han entrado en Educación.

Daniel Sánchez Caballero

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Repsol ofrece contenidos curriculares sobre medio ambiente y sostenibilidad. Samsung, un “uso correcto” de las tecnologías y Endesa “buenas prácticas medioambientales”. Empresas de todo tipo, cuyo ámbito de actuación está muy lejos de las aulas, están desembarcando en la Educación con programas formativos para docentes, elaboración de unidades didácticas listas para aplicar en clase –los contenidos que aprende el alumnado– o galardones que premian su forma de entender el sector, y lo están haciendo con la aquiescencia, la participación incluso, de las administraciones públicas, según expone la investigación El profesorado en el punto de mira: estrategias de influencia de las empresas españolas en el sistema educativo, de cuatro profesores de la Universidad Autónoma de Madrid.

Este trabajo explica que compañías de todo tipo se han autoubicado como referentes educativos sin justificar que sus propuestas vayan a mejorar algún aspecto concreto del proceso formativo. “Las empresas se postulan como agentes educativos incuestionables, ofreciendo soluciones a problemáticas que no les resulta necesario evocar o justificar”, escriben recogiendo un consenso aceptado por literatura científica previa, “e intervienen en decisiones pedagógicas clave, construyendo con sus discursos y acciones un régimen de conocimiento educativo de mercado que enfatiza el valor utilitario del sistema educativo”, sostienen Daniel Turienzo, Miriam Prieto, Jesús Manso y Bianca Thoilliez en su investigación.

Estos cuatro profesores han decidido centrarse en los casos de Endesa, Repsol, Samsung y Mapfre por ser empresas cuya línea de acción no se relaciona con la Educación, pero que sin embargo han elegido este campo –con la vista puesta especialmente en el profesorado– para entrar en lo que definen como la Industria Educativa Global (IEG), un sector que siempre se ha vinculado a lo privado y que ha visto un gran aumento de la participación empresarial en los últimos años. Pero no son las únicas, advierten.

“La privatización y la mercantilización son fenómenos globales que (...) han contribuido a generar sistemas educativos con enfoques promercado o favorables a la aparición y expansión de la IEG”, sostienen los autores. “La privatización del sector educativo (...) no solo ha experimentado un fuerte crecimiento en términos cuantitativos sino también una evolución cualitativa (...). La IEG, conformada por una amplia gama de empresas educativas, cadenas privadas de escuelas, consultorías o grandes conglomerados educativos, se perfila como un sector en auge que abarca cada vez más etapas, ámbitos y niveles formativos”, exponen.

Fuentes de Repsol explican que la compañía “lleva más de 10 años impulsando proyectos de educación a través de su Fundación, con el fin de acercar el mundo de la energía a la sociedad, un aspecto para el que la formación y el conocimiento son fundamentales y que sin duda ayudará a conocer mejor los retos del presente y del futuro”, y subrayan que ellos simplemente ofrecen materiales, no fuerzan nada. “A través de la plataforma educativa online Zinkers se ponen a disposición de los centros educativos (tanto de alumnos como de profesores) de forma gratuita múltiples contenidos y actividades relacionados con los retos energéticos, la sostenibilidad, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible para que de forma voluntaria hagan uso de ellos en sus clases”, sostienen.

Una portavoz de Samsung explica que la empresa decidió en 2013 “hacer una apuesta potente por la sociedad, transformadora” y tras un estudio se eligió la educación como un ámbito en el que la empresa, especializada en tecnología, podía aportar algo. Luego, continúa, estaba por definir qué hacer. “Lo fácil habría sido entregar dispositivos y ya, pero eso habría fracasado. Nos pusimos a disposición del Ministerio de Educación y desarrollamos un proyecto con el Intef”, el organismo de formación público. Aquello acabó cristalizando en convenios de formación con todas las comunidades autónomas centrados en “cómo la tecnología podía ayudar a mejorar las competencias de los estudiantes: competencia digital, aprender a aprender y la competencia en comunicación lingüística”. En estos años, explican las fuentes, Samsung ha formado a unos 4.500 profesores “para una correcta integración de la tecnología en los centros”, y según datos de la empresa sus programas han conseguido mejoras de entre un 24% en la competencia digital del alumnado y un 13% en comunicación lingüística“.

Formación y recursos

La participación de empresas en la Educación no es nueva. Ni reciente. Con una clientela cuasi cautiva, hace tiempo que todo el sector es uno más para invertir. Lo hacen los fondos de inversión en universidades privadas, un suculento negocio. También en la FP o en colegios privados. Y, el caso analizado, están bajando a los niveles obligatorios. Macarena Verastegui, responsable de Programas e Investigación de la Fundación Promaestro y miembro del equipo que ha elaborado el estudio, explica que localizaron “25 grandes empresas que están desarrollando programas educativos enfocados al desarrollo profesional docente”, que han aglutinado entre todas a 150 patrocinadores. Estas empresas, añade la investigadora, pertenecen a ocho sectores económicos: medios de comunicación, textil, seguros, tecnología, telefonía, energía, banca y tercer sector.

Los investigadores cuentan que lo que se ha dado ahora es un cambio del paradigma en el que se movían. Se ha pasado, afirman, de las más tradicionales fundaciones, entidades religiosas u ONGs que ofrecían sus servicios en torno a la educación, o ejercían de lobbistas, a think tanks, plataformas o compañías que con “facilidad relativa (...) están logrando hacerse un hueco en los procesos de construcción, definición e influencia en la toma de decisiones políticas y administrativas en materia de profesorado en España”.

“Entran a través de dos vías: la formación del profesorado vinculada a la innovación y las nuevas tecnologías (los programas que ofrecen las fundaciones de empresas), y con los recursos que ofrecen a los centros, tanto en materiales didácticos como tabletas”, ilustra Miriam Prieto, una de las investigadoras. “Me parece significativo por dos motivos: se habla de que estas empresas influyen en la idea del profesor, etc., pero que ofrezcan unidades ya hechas influye también en el currículum, que es uno de los elementos que más marcados vienen de las administraciones. Ya no están decidiendo qué recursos se utilizan en la escuela, sino qué se aprende en la escuela. Es un salto cualitativo importante”, sostiene.

Las empresas analizadas buscan su nicho específico de influencia. Y lo hacen, explica Turienzo, justificando que es necesaria una mejoría del sistema, aunque no se diga por qué ni para qué. Por ejemplo, promete Endesa: “Nuestro lema es ‘iluminamos talento’, y Retotech es uno de esos programas donde de verdad podemos desarrollar el talento brutal que tienen los más de 5.400 alumnos que ya han pasado”. Samsung asegura que “en este cambio metodológico se cambia la forma de aprender y la forma de enseñar”. Repsol también habla de utilizar “nuevas metodologías de aprendizaje”.

Cada empresa tiende a centrarse en un aspecto. El programa Zinkers de Repsol ofrece formación para profesores y programas educativos, tanto en Secundaria como en Primaria, en los que “los docentes podrán trabajar contenido curricular con sus alumnos, utilizando una metodología basada en el aprendizaje colaborativo y por proyectos”. La web destaca también los recursos “que invitan a conocer y reflexionar sobre temas de actualidad relacionados con la transición energética, el cambio climático, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. “Y así tienes una empresa que está contribuyendo al cambio climático hablando de transición energética”, comenta Daniel Turienzo.

La Fundación Endesa también ofrece “educación energética” y ambiental, además de haber creado los premios a la Ecoinnovación. Esta práctica –premiar lo que una empresa cree es mejor a nivel educativo– es cada vez más común en el sector y empieza a ser habitual, recuerda Turienzo, que cuente con el respaldo –y por tanto impulso– de la administración, como ha ocurrido con los Premios Abanca al mejor docente, los que más fuerza han cogido en los últimos años. “Se crearon hace tres años y este ya han contado con la ministra [de Educación, Pilar Alegría]. Eso acaba marcando. Si Abanca da un premio a un profesor y no a otro se está diciendo que esa manera de ser profesor es mejor que la otra. Y que el ministerio le dé reconocimiento acaba dejando en mano de una entidad privada la definición de lo que es profesor y la capacidad de establecer referentes”, cuenta el investigador.

Samsung tiene un programa por el que, destaca en su web, “junto al Ministerio de Educación y las 17 comunidades autónomas” (el respaldo institucional se valora) “investiga cómo mejorar la educación a través de la tecnología (...), además de desarrollar contenidos digitales y apps que contribuyan a reducir la brecha tecnológica”.

Contenidos curriculares para todos

Pero casi todas tienen en común que se han apuntado a la elaboración de contenidos ya preparados para utilizar directamente en clase. “Ofrecemos diferentes recursos interactivos basados en el rigor y la neutralidad tecnológica”, promete Repsol: “Vídeos, píldoras formativas, infografías, presentaciones o actividades, que te ayudarán a que tus alumnos comprendan el mundo de la energía y sus retos de futuro”.

Samsung Smart School y Retotech (Endesa) se centran en contenidos relacionados con la digitalización y la inclusión de tecnología en los centros educativos; el programa de la Fundación Mapfre lo hace sobre salud. “Son materiales avalados por supuestos expertos y están diseñados para usar en el aula directamente”, explica Turienzo. “Es muy atractivo para los profesores, pero también están diseñados para ser aplicados de manera acrítica: se descargan y se aplican tal cual”. Los investigadores consideran estas prácticas como intrusivas con el currículum oficial

“El currículo es el bagaje cultural, los conocimientos que la sociedad considera clave que los adquieran los niños. Pero de repente llega Repsol y mete unidades didácticas sobre energía o cambio climático. O Mapfre, que con sus contenidos sobre nutrición está decidiendo sobre un elemento central de dominio de la administración”, ilustra Prieto. Nadie controla estos contenidos ni su encaje, con el que elaboran las consejerías de Educación de las comunidades autónomas. De los cuatro estudiados, solo Zinckers, de Repsol, incluye en sus materiales la relación de lo que en ellos se enseña con las competencias que articulan el sistema educativo.

Turienzo admite que este tipo de prácticas generan dudas. “Las administraciones defienden muchas veces la colaboración con las empresas. Incluso buscan la foto a veces”, desliza, y realiza una comparación con lo que ocurre en la Sanidad en ocasiones. “Una entidad te entrega tabletas. ¿Qué haces? ¿Aceptas aunque corras el riesgo de dejarte influenciar o lo rechazas y lo pierdes sin más?”, pregunta en voz alta. Le sucede también al profesorado con los premios. “Muchos creen que está bien que se reconozca a un colectivo que se siente maltratado muy a menudo, pero también hay quien cree que los premios individuales no tienen sentido”.

Solo va a ir a más

Y la perspectiva de futuro es que estas colaboraciones público-privadas, ese nombre amable de la privatización, no va a parar. Básicamente, dicen los investigadores, porque no tiene ningún motivo para hacerlo. “Aceptemos la hipótesis que aceptemos, sea filantropía o markéting, no hay argumento alguno para que vaya a menos. El sistema español tiene una larga tradición de cooperación público-privada y mucha gente lo entiende. Cualquier entidad va a encontrar una nueva demanda en la escuela: tienes programas de educación financiera, vial, antidrogas, de uso seguro de las nuevas tecnologías, de acercamiento a la ciencia...”, enumera Turienzo. “Y es prácticamente imposible que el sector público pueda atender todas estas temáticas o preparar materiales. Pero la industria sí es capaz de crear esto. Ni siquiera tengo claro que sea una buena idea que el sector público haga ciertos programas. También entiendo al docente. Quieres hacer un día una jornada o dos sobre educación financiera, pero no puedes saber de todo. Entonces te encuentras un material avalado por el banco de España que parece que está bien y lo usas”, cierra.

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