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La cantidad de animales vertebrados en el planeta se desploma un 69% en 50 años

Una rapaz vuela sobre un bosque de baobabs

Raúl Rejón

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Cada vez hay menos. Menos ranas, menos felinos, menos peces, menos pájaros. Menos serpientes. En solo 50 años, la abundancia de vertebrados en el planeta ha caído un 69%, según la revisión de poblaciones animales de WWF y la Sociedad Zoológica de Londres.

El trabajo no analiza el número de especies sino la evolución de la cantidad de ejemplares de variedades de vertebrados salvajes detectados en una zona a lo largo del tiempo. El muestreo de una especie ofrece un índice de abundancia. Si se encuentran menos ejemplares, su índice baja, es decir, el tamaño de la población de esa especie ha disminuido. “El índice global se genera calculando la tendencia media de decenas de miles de poblaciones terrestres, marinas y de agua dulce en todo el planeta”, describe el informe.

Han sido casi 32.000 poblaciones de 5.230 especies diferentes de anfibios, reptiles, mamíferos y aves. Y la tendencia global media es muy a la baja. Un 69% menor que en 1970. “Ahora tenemos una imagen más nítida que nunca sobre la evolución en todo el mundo”, explica el análisis. Y no es halagüeña. Las principales causas de esta crisis de biodiversidad son las siguientes:

  • Degradación y pérdida del hábitat: el cambio en el uso del suelo con fines urbanísticos, de infraestructuras o agrícolas es la principal causa del declive de la biodiversidad en el planeta. “Es la mayor amenaza”, concluye este análisis global.
  • Sobreexplotación de especies: el cálculo es que el sobreuso de plantas y animales está al 75%, es decir, equivale a “vivir en 1,75 planetas como la Tierra”.
  • Contaminación: tanto del aire, el terreno, las masas de agua dulce y el mar.
  • Especies invasoras: la introducción de variedades exóticas que desplazan y acaban con las especies autóctonas está provocada por la acción humana comercial o recreativa.
  • Cambio climático: esta crisis activa “repercusiones en cascada” que degradan el mundo natural. “Hasta la fecha no ha sido el factor dominante, pero si no limitamos el calentamiento de la Tierra es probable que se convierta en la principal causa de pérdida de biodiversidad”, es la advertencia.  

El descenso varía según la zona del mundo que se observe. La tendencia global describe una parte de la realidad, pero se deja matices. No es lo mismo el deterioro de la fauna en Norteamérica que en el sureste de Asia o en Europa. De hecho, la peor situación se concentra, precisamente, en sendos focos de especial riqueza como son África y Suramérica-Caribe.

Cada región del planeta padece algún declive en su abundancia de animales: en Europa y Asia central la caída es del 18% y en Norteamérica del 20%; en América del sur y el Caribe el retroceso es del 94% respecto a 1970

Con todo, cada región del planeta padece algún declive en su abundancia de animales. Mientras en Europa y Asia central la caída es del 18% en estos últimos 50 años y en Norteamérica del 20%; en América del sur y el Caribe el retroceso es del 94% respecto a lo que era hacia 1970. Al ser un área tan biodiversa y exuberante, aún hay mucho. Sin embargo, es mucho menos de lo que atesoraba hace solo medio siglo.

En África el índice de pérdida se ha situado en el 66% y en Asia-Pacífico –que incluye Oceanía– en un 55%. Siempre relativo a la situación estimada para hace cinco décadas.  

Una ruina que atenta contra la “vida humana”

La biodiversidad es la “variedad existente entre los organismos vivos”, según define la ONU. “Es esencial para la función de los ecosistemas y que estos presten sus servicios”, añade la Organización de la ONU para la alimentación y la agricultura (FAO).

Es decir, que haya una buena biodiversidad permite que se proporcionen esos “servicios ecosistémicos” que “hacen posible la vida humana”. Existen multitud de ejemplos: facilitan alimentos y agua limpia. También regulan las enfermedades ya que contienen virus y patógenos que podrían saltar a los humanos –como hizo el SARS-Cov-2 que causa COVID-19–, permiten la polinización de los cultivos, normalizan el clima y crean suelo, un bien que se pierde a pasos agigantados.

“A pesar de que la valoración económica de estos servicios suma 125 billones de dólares, no se les presta la atención adecuada en las políticas y normativas”, denuncia la FAO. Y la biodiversidad es pieza clave de su funcionamiento.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza elabora un índice para mostrar las probabilidades de supervivencia de las clases de especies. Desde 1980, todas las clases han ido para abajo –el caso de los corales es un desplome en toda regla en apenas 15 años, de 1995 a 2010–.

Dos caras de la misma crisis

Este trabajo insiste en que la Humanidad se enfrenta a una crisis climática y otra de biodiversidad, pero que ambas “no son asuntos separados”. El calentamiento global ya provoca “procesos sumamente mortíferos” hasta, incluso atribuirle extinciones totales de algunas especies como el sapo dorado o el roedor Melomys rubicola.

La crisis del clima, al mismo tiempo, modifica el funcionamiento de ecosistemas. “El aumento de los incendios, los árboles que mueren por culpa de la sequía y las plagas de insectos, las turberas que se secan y el permafrost de la tundra que se deshiela liberan más CO2”. Hábitats que, hasta ahora mitigaban el efecto invernadero al tragarse los gases están convirtiéndose en emisores.

El secretario general de WWF en España, Juan Carlos del Olmo, afirma que este informe indica que “podemos construir un futuro en el que prosperen tanto las personas como la naturaleza, pero hacen falta cambios sistémicos que aborden la forma en que producimos y consumimos, la tecnología que usamos y nuestros sistemas económicos y financieros”.

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