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El sexo sin protección duplica los casos de sífilis y gonorrea en seis años

Sofía Pérez Mendoza

Las enfermedades de transmisión sexual han vuelto a las consultas médicas. En realidad nunca se fueron del todo, pero en estos últimos años el número de casos ha aumentado de forma sostenida en lo que es ya una tendencia. No hablamos del VIH/sida, la más conocida y grave, sino de otras infecciones bacterianas como la sífilis, la gonococia o la infección por clamidias.

Según un informe publicado hace unos días por el Instituto de Salud Carlos III –dependiente del Ministerio de Sanidad– y basado en los resultados de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, los diagnósticos de sífilis, por ejemplo, se han duplicado entre 2006 y 2012: de 1.711 a 3.641. La multiplicación de casos también se aprecia en la tasa por cada 100.000 habitantes, que pasa de 3,91 a 7,89. Con la infección gonocócica, conocida comúnmente como gonorrea, las cifras son muy similares, aunque el número de casos se mantiene ligeramente por debajo. En el mismo periodo de tiempo, los casos aumentaron de 1.423 a 3.044.

De momento no se dispone de datos relativos a 2013 y 2014, pero las expertas coinciden en señalar un repunte cuya explicación se relaciona, al menos en parte, con los avances para tratar el VIH. “Observamos un aumento de las conductas de riesgo porque a raíz del buen funcionamiento de los tratamientos antiretrovirales [la terapia con tres fármacos de alta eficacia] el VIH se ha convertido en una enfermedad crónica. Ya no se muere por contraer sida y nos hemos relajado. Al mantener relaciones sexuales nos protegemos, y no siempre, del embarazo, pero no de las enfermedades de transmisión sexual”, afirma Miren Larrazabal, psicóloga, sexóloga y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.

La conducta descrita por Larrazabal se traduce en datos en la Encuesta sobre Salud Sexual realizada por el Ministerio de Sanidad en 2009. Según los resultados, el 44% de los hombres y mujeres no utilizaron ningún método de protección para evitar las ETS en su primera relación sexual. En el caso de parejas estables, cerca del 25% (el 23,5% de las mujeres encuestadas y el 25,2% de los hombres) prescinde –o al menos lo hicieron en 12 meses previos a la consulta– de métodos para protegerse de las enfermedades de transmisión sexual.

“Hubo una época en la que nos bombardearon con campañas de prevención, pero ya lo hemos olvidado. Hablamos de salud reproductiva, y nos olvidamos de la salud sexual”, considera la sexóloga, que explica de este modo la ruptura de una tendencia a la baja en el número de casos que se invirtió en 2002. 

Otra variable que participa de esta vuelta de la tortilla de los datos es, según las expertas, una cuestión puramente política: la educación sexual reglada. O más bien la ausencia total de ella en la escuela. “El desconocimiento de estas enfermedades dificulta mucho, también por la vergüenza –especialmente en los hombres– que no se acuda a una consulta médica. En muchos casos, la bacteria no da la cara y los síntomas apenas se perciben. Y en el caso de las mujeres, que son a las que yo veo, menos aún”, describe Isabel Serrano, ginecóloga del Programa de Salud Sexual y Reproductiva del Ayuntamiento de Madrid. Estas infecciones, recuerda Larrazabal, “también pueden transmitirse cuando practicas sexo oral, aunque muchas personas creen que solo es posible si hay penetración”. 

De los casos diagnosticados en 2012, la mayoría son hombres. Si hablamos de sífilis, el porcentaje alcanza el 79,65% y tiene más incidencia en personas de entre 25 y 34 años. El mismo grupo de edad registra más casos de gonorrea, con pacientes masculinos en el 87,9% de los nuevos diagnósticos. Sin embargo, la clamidia –con 1.022 nuevos diagnósticos en 2012, según el informe del Instituto de Salud Carlos III– se desmarca y afecta casi por igual a hombres (527) y a mujeres (484).

Sí reconoce que ha notado algunos casos más en su consulta, pero “no es algo que deba alarmarnos”. “Atiendo a mujeres que acuden con picores, con secreciones... pero que no saben muy bien a qué se deben estos síntomas”, explica. Por lo general, estas infecciones, que pueden sobrevivir en el cuerpo durante bastante tiempo, no provocan síntomas muy evidentes. “Incluso en ocasiones son asintomáticas, de ahí que lo realmente importante para evitarlas sea practicar sexo seguro”, señalan desde el Centro Epidemiológico Nacional del Instituto de Salud Carlos III. 

En estadios avanzados, la infección gonocócica o por clamidias pueden provocar esterilidad si afecta a las trompas de falopio, en el caso de las mujeres. La sífilis –si llega a ser terciaria– causa alteraciones a nivel cardiovascular y/o neurológico. Unos extremos a los que Serrano, en 30 años de experiencia, nunca ha tenido que enfrentarse en consulta. “Es muy poco probable”, reconoce.

Serrano también llama la atención un aumento en el número de diagnósticos de ITS víricas más desconocidas y también “más difíciles de tratar”, como el virus del papiloma humano. “Las ya conocidas, que habíamos dejado de verlas, vuelven. Ahora se trata de que no sigan avanzando. Me parecería un error crear una alarma, pero sí es un buen motivo para hablar de ello y que se naturalice, y de esta forma cortar la cadena de transmisión”, opina.

Enfermedades tabú

Porque el miedo al rechazo, el estigma, pone muros a las puertas de los centros de salud. “No es lo mismo hablar de hipertensión o de una erupción en la piel, que de una erupción en los genitales. Y esto pasa, en buena parte, porque estas enfermedades se asocian a la promiscuidad. En ocasiones se crea vergüenza y sentimiento de culpa en los pacientes, lo que les dificulta acudir a un profesional de la salud a contar lo que le ocurre”, señala Larrazabal, que subraya que hay que romper con la idea de que “tener una ITS es moralmente reprobable”.

En este sentido, Serrano advierte el “uso interesado” que pueden hacer de estos datos los sectores que plantean que “las prácticas sexuales actuales son demasiado liberales”. “El enfoque para erradicar estos diagnósticos no es el represor, sino el del conocimiento y la responsabilidad, y también ser conscientes de que son enfermedades cuya detección está a nuestro alcance y cuyo tratamiento es sencillo y se hace con éxito. No hace falta ir a ningún centro especializado”, recalca.

“La cuestión”, resume Larrazabal, “en la que hay que focalizar el tema no es el sexo casual y esporádico. No podemos demonizarlo. Hablemos de salud: el problema no está en que te acuestes con alguien sin conocerlo, sino que alguno de los pilares del sexo sano (libre, responsable, seguro y placentero) se quede cojo”.

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