Castigado por Juan Pablo II, bendecido por Francisco en su lecho de muerte: Hans Küng, el teólogo que cuestionó a la Iglesia
¿Es el Papa infalible, o puede equivocarse? La pregunta, que hoy ya ha sido contestada, por la fuerza de los hechos, por el primer Papa en la historia moderna en reconocer en público sus errores, le costó a Hans Küng el dudoso honor de convertirse en el primer teólogo condenado por Juan Pablo II. Ocurrió en 1979, pocos meses después de que Wojtyla llegara al trono papal. No fue el único: tras el teólogo suizo, llegaron las condenas a Leonardo Boff, Bernhard Häring, Jon Sobrino, Edward Schillebeeckx, Jacques Dupuis o a los españoles Marciano Vidal, Juan Masiá o José Antonio Pagola, en una lista prácticamente interminable.
Hoy Juan Pablo II es santo, y Küng acaba de fallecer. Pero antes de morir, el teólogo condenado por Wojtyla fue bendecido por Francisco. Según ha asegurado este miércoles el cardenal alemán Walter Kasper, Bergoglio le dijo “que le transmitiera sus saludos y sus bendiciones en la comunidad cristiana” a Küng. “Fue como si Küng se sintiera en paz con la Iglesia y con Francisco, una especie de reconciliación”, explicó.
Víctima de la contrarreforma al Vaticano II
Por mucho que los sectores ultracatólicos acusaran al teólogo suizo de no ser católico, el Küng jamás abandonó la Iglesia, ni dejó de ser sacerdote. Simplemente, no transigió con los vientos de la contrarreforma al Concilio Vaticano II que trataron de implantar, durante décadas, tanto Juan Pablo II como su sucesor, Benedicto XVI. ¿El precio? Dejar de enseñar teología en centros católicos. ¿La consecuencia? Convertirse en el teólogo más escuchado de la historia.
Porque Küng (Sursee, Suiza, 1928) fue uno de los teólogos más reconocidos en los últimos setenta años. Nombrado perito del Concilio Vaticano II por Juan XXIII (fue, junto a Ratzinger, uno de los más jóvenes), fue un férreo defensor de los cambios en la institución, desde el fin del celibato obligatorio a la ordenación de las mujeres, pasando por una petición de una iglesia más democrática y un compromiso con el diálogo con las religiones. Todas ellas, modificaciones negadas durante años por Wojtyla y Ratzinger, y ahora recuperadas por Bergoglio. También mostró sus diferencias con la doctrina oficial en lo referente al aborto y a la eutanasia. De hecho, en sus memorias dejaba claro que, si llegaba el caso, optaría por la muerte digna: “No quiero seguir viviendo como una sombra de mí mismo”, apuntaba. A los 93 años, falleció de muerte natural, consecuencia del Párkinson que padecía desde hace años, según informó su fundación, que no dio más detalles.
“No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones; no habrá paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones”, sentenció Küng, quien fundó un programa para la Ética Mundial que fue asumido por Naciones Unidas y sin cuyos trabajos no se entiende la última encíclica papal, Fratelli Tutti, dedicada a la fraternidad universal.
Fiel a su conciencia
Sin embargo, como tantas veces a lo largo de la historia, la Iglesia camina dos pasos por detrás de la realidad, y Hans Küng murió sin ser oficialmente rehabilitado por el Vaticano. “Fue fiel a la Iglesia, pero mucho más fiel al Evangelio y a su conciencia, lo que le supuso un intenso sufrimiento”, apunta el teólogo José María Castillo, otro de los represaliados por el tándem Wojtyla-Ratzinger, y también reconocido por Bergoglio, quien lo recibió en dos ocasiones y aseguró leer todos sus libros.
En 2016, Francisco y Küng arrancaron una correspondencia que se mantuvo durante años. “Querido hermano”, le llamó Bergoglio. Hoy, el Papa reza por el que, sin lugar a dudas, fue el teólogo más leído, y más influyente, desde la década de los setenta del siglo pasado.
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