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Células T para el nuevo corazón de Irene

La pequeña Irene con su madre.

Esther Samper

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El Hospital Gregorio Marañón (Madrid) ha dado a conocer los resultados, aún preliminares, pero muy prometedores, de su ensayo clínico en fase I/II para evitar el rechazo inmunitario de corazones trasplantados en bebés. Por ahora son tres lactantes los que han participado en este estudio pionero en el mundo en el que se emplean linfocitos T reguladores (también llamados células T reguladoras) para aumentar la supervivencia de sus corazones trasplantados. Todos los bebés evolucionan favorablemente hasta ahora.

La primera persona del mundo en recibir esta novedosa terapia ha sido la pequeña Irene, una bebé que nació con una grave cardiopatía congénita que le obligaba a pasar por un trasplante de corazón cuando tan solo tenía seis meses de edad para poder seguir viviendo. Nueve meses después de comenzar con esta terapia, Irene mantiene buenos niveles de células T reguladoras y no muestra signos de rechazo hacia su corazón, gracias a que estas células limitan la respuesta inflamatoria y controlan la proliferación de linfocitos que podrían atacar al órgano trasplantado

Los bebés participantes se encuentran en seguimiento para ver cómo evolucionan la respuesta inmunitaria y las células T reguladoras a lo largo del tiempo, especialmente durante los dos primeros años –tras el trasplante– que son los más críticos por el riesgo de rechazo. 

La terapia celular: paso a paso

Este ensayo clínico es el fruto del trabajo de más seis años del Laboratorio de Inmuno-regulación dirigido por Rafael Correa Rocha, con la colaboración del Área del Corazón Infantil y la Unidad de Producción Celular, todos ellos pertenecientes al Hospital Gregorio Marañón. Los investigadores descubrieron que, si extraían las células T reguladoras del timo en lugar de hacerlo de la sangre (como se venía haciendo hasta ahora), podían conseguir 600 veces más de estas células (miles de millones de ellas en total). Además, estos linfocitos procedentes del timo tienen un mayor potencial terapéutico, ya que su supervivencia es mayor, son más inmaduros y su capacidad reguladora del sistema inmunitario es muy superior.

El timo es una glándula que se sitúa por encima del corazón y se encarga de la producción de linfocitos T. A la hora de realizar un trasplante cardiaco, los cirujanos deben extraer total o parcialmente esta glándula, que suele desecharse. Con esta terapia, el timo de los bebés se utiliza para aislar y expandir células reguladoras en el laboratorio. Una semana después del trasplante, estas células se infunden en los mismos bebés para evitar el rechazo inmunitario y el uso de fármacos inmunosupresores. Como la cantidad de células obtenidas es muy alta, el resto se congela indefinidamente, por si se necesitara volver a utilizarlas en el futuro.

El talón de Aquiles de los trasplantes de órganos infantiles

Aunque los órganos candidatos para trasplante se seleccionan para que sean compatibles con los receptores, muy rara vez la compatibilidad es total. En su lugar, y si no se hace nada por evitarlo, se produce la activación del sistema inmunitario, que reconoce al órgano trasplantado como algo extraño y los linfocitos T (células inmunitarias) proliferan y atacan a este órgano. 

El uso crónico de fármacos inmunosupresores se vuelve necesario para evitar el rechazo inmunitario y mantener la supervivencia del órgano. Sin embargo, esta opción dista de ser perfecta. Por un lado, el uso de estos medicamentos provoca un debilitamiento general del sistema inmunitario, lo que incrementa el riesgo de sufrir cáncer, infecciones o problemas autoinmunes. Por otro lado, los fármacos inmunosupresores no evitan que los órganos trasplantados tengan una vida media inferior a 20 años. Este problema es aún más grave en bebés y niños que se someten a un trasplante: tienen toda una vida por delante en la que el rechazo aparece tarde o temprano y requerirán la sustitución de su órgano trasplantado por otro.

En condiciones normales, la esperanza de vida del corazón trasplantado suele rondar los 15 años. Esto implica que la mitad de los niños trasplantados tienen que volver a someterse a una nueva operación para sustituir su corazón tras ese tiempo. Con el novedoso tratamiento desarrollado en el hospital Gregorio Marañón se busca alargar la supervivencia de este órgano, idealmente para que dure de forma indefinida, gracias a inducir tolerancia inmunitaria al órgano trasplantado través de las células T reguladoras. Todo ello con muchos menos efectos secundarios que el tratamiento farmacológico convencional, con la mejora en la calidad de vida que ello supone. 

Las células “pacificadoras” del sistema inmunitario

Estas células inmunitarias especiales del cuerpo humano tienen un papel vital a la hora de controlar las respuestas del sistema inmunitario y conseguir que estas sean proporcionadas. Entre sus diversas funciones, se encargan también de eliminar los linfocitos que se vuelven “locos” y atacan a células y tejidos propios del cuerpo humano. Tienen un rol clave a la hora de evitar alergias, enfermedades autoinmunitarias o inflamatorias.

El uso terapéutico de estas células no es solo potencialmente valioso para extender la supervivencia de los órganos trasplantados, sino que en la actualidad se están investigando otras indicaciones médicas: tratamiento de enfermedades autoinmunitarias, de procesos inflamatorios (como la enfermedad de Crohn o la respuesta inmunitaria descontrolada que tiene lugar en los casos más graves de COVID-19) o de la enfermedad de injerto contra huésped (cuando se trasplantan células madre de la médula ósea). 

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