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Condenado un colegio por no proteger a una alumna que sufría acoso racista: “Nos hemos sentido muy solas”

Sandra, madre de una menor que ha sufrido acoso escolar

Laura Galaup

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“El acoso escolar deja secuelas”, advierte Sandra. La Justicia ha acreditado que su hija sufrió bullying cuando tenía entre ocho y diez años. La menor, una niña racializada, fue víctima de vejaciones y de insultos racistas, como “tiene la piel de color mierda” o “negra de mierda”, durante al menos dos cursos. “Su autoestima está por los suelos”, lamenta esta mujer, que aporta informes médicos fechados después de los hechos enjuiciados que constatan que su hija ha sufrido ideas suicidas. 

El Colegio Literator Sociedad Cooperativa, situado en Aranjuez (Madrid), no detectó el bullying, a pesar de las reiteradas quejas de Sandra. El caso también pasó por la inspección, que comunicó a esta mujer que el centro había “concluido con la no verificación de acoso escolar comprometiéndose a la implementación de medidas de carácter preventivo”. “Nos hemos sentido solas”, concluye, mientras se vuelve a emocionar recordando el caso. Para evitar que el acoso se prolongase, Sandra optó por cambiar a su hija Verónica (nombre ficticio) de centro. 

Tras su salida del centro concertado de Aranjuez, esta mujer no se olvidó de lo vivido y acudió a los tribunales. Tanto en primera como en segunda instancia se ha ratificado que la menor sufrió acoso escolar “al menos durante el curso escolar 2016/17 y 2017/18” por parte de otros alumnos del centro. En la investigación judicial realizada también se detectó que el protocolo de acoso que abrió el colegio presentaba “deficiencias”. Como consecuencia de estos hechos, se ha condenado al centro a abonar 10.000 euros a la menor. 

La menor se “cree que es la culpable”

Aunque ha conseguido una condena, Sandra no ha logrado la segunda pretensión por la que impulsó la demanda: la Justicia no ha obligado a los responsables educativos a pedir disculpas a la menor. “Quiero que se le pida perdón y que reconozcan que se han equivocado. Ella cree que es la culpable”, detalla esta mujer, que también cuenta que su hija “rechaza su color” y “su pelo”. “Le decían que tenía pelo asqueroso y color de mierda. Me he enterado de eso por la sentencia”, apunta. 

El centro alegó en el proceso judicial que no existía “prueba alguna relativa al acoso escolar invocado”. “El colegio actuó con toda la diligencia, abriendo el protocolo de acoso escolar de motivación racista, no encontrando finalmente prueba alguna de ello”, apuntaron los representantes legales del centro educativo. La Audiencia Provincial de Madrid reconoce que la respuesta de la institución educativa “fue inmediata”, aunque también señalan que “las medidas adoptadas no fueron proporcionadas a las circunstancias del caso”. 

En su exposición, esta mujer alerta sobre las conductas autolíticas de su hija. Según señaló en su relato –tal y como consta en la sentencia de primera instancia emitida en marzo– llegó a avisar a las instituciones educativas de “que el día 27 de mayo de 2018 había encontrado entre los libros de Verónica una nota de suicidio”. Años después, conserva el texto de aquel documento, donde la menor asegura: “No puedo con mi vida”. 

“Me encontré esa nota entre los libros. Limpiando”. Cuenta que se le cayó el alma a los pies al descubrirla, aunque optó por “hacerse la tonta” porque coincidió con los días previos a la comunión de Verónica. Eso sí, optó por “informar al colegio”. “Yo tenía [conversaciones en] WhatsApp con la tutora. Cuando le mandé eso me dijo ‘qué fuerte’ y no me volvió a escribir más”, apunta. 

“Secuelas que afectan a su vida personal”

Las ideas autolíticas, o incluso alguna autolesión, se han vuelto a repetir, tal y como constatan los informes sanitarios de los últimos dos años aportados por Sandra. También fueron mencionadas por un pediatra que declaró en el juicio. Otros especialistas, además, han constatado en la vista oral que la menor sufre “ansiedad y nerviosismo”, así como “preocupación o sentimiento de miedo a ser rechazada o no ser integrada en el grupo de sus compañeros”. Se alerta, también, de “secuelas que afectan a su vida personal”. Aún así, la magistrada desvincula esta “sintomatología” del “acoso escolar sufrido”. 

Esta mujer no sabría ubicar cuál fue el primer episodio de acoso que sufrió su hija. “Noto que hay algo, que pasa algo, pero ella siempre me lo niega”. Así recuerda sus primeras sospechas. “Voy notando que Verónica va teniendo problemas de adaptación. Veo que en los cumpleaños la dejan aislada”. Sandra continúa preguntando y Verónica se lo sigue negando. Las sospechas van aumentando y esta mujer opta por actuar. Se acerca a los recreos para ver cómo interactúa su hija. La menor está sola. Juega sola. 

Poco a poco Sandra comienza a obtener información. “Una madre me contó que una niña se empezó a meter con mi hija. La llamaba ‘hija de puta’, ‘negra de mierda’. [Verónica] se escondía en el baño, entró a pegarla, la tiró por las escaleras. Todo esto sin yo saberlo”, añade. Un día su hija se sinceró. “Me dijo que se metían con ella, que la llamaban negra”. En ese momento, según el relato de la entrevistada, la menor tenía seis años. ¿Desde el colegio le informaron de estos hechos? “Nunca”, asevera. Esta redacción ha tratado de obtener la versión del centro, sin haber recibido respuesta por el momento. 

Ante los episodios de acoso, en febrero de 2017 fue la propia Verónica la que “decidió llamar al teléfono de acoso escolar, –recoge la sentencia–puesto que en el patio del colegio la habían vuelto a llamar ‘puta’, diciéndoselo a su tutora sin que nadie hiciera nada”, explicó Sandra en el procedimiento judicial. En enero, la Audiencia Provincial confirmó el fallo, que ya es firme.

El protocolo de acoso presentaba “deficiencias”

Tras enviar correos a la dirección del centro informando sobre el caso, se terminó reuniendo con los responsables del colegio. “Nada más entrar me dice la directora: ‘Madre mía, eres una pesada”, asegura Sandra. En un encuentro con tres responsables del centro le “dicen que todo está bien, que no ven nada raro en Verónica”. “Yo digo que sí, que mi hija no quiere ir al colegio, que por las noches se hace pis. Que algo está pasando. Y me dicen que seguirán mirándola”, reseña. Finalmente le confirman que se va a iniciar una investigación: “La directora me contesta cuando voy a salir de la reunión que va a abrir el protocolo de acoso porque soy una pesada”.

La Justicia ratificó en primera instancia que “sí existió una situación de acoso escolar en relación con la menor, con insultos y vejaciones hacia su persona, principalmente relacionados con su color de piel”, “sin que por el centro se adoptaran las medidas necesarias para poner fin a tal situación”. Analizando toda la documentación aportada, la magistrada concluyó en marzo que en este caso “no se adoptaron las debidas garantías para recabar la información suficiente para apreciar si verdaderamente se estaba produciendo una situación de acoso escolar”. 

Este fallo, además, desvela que la investigación que realizó el centro no fue correcta, ya que el inspector llegó a constatar que “el protocolo de acoso presentaba series (sic) deficiencias”: “La directora no ha nombrado formalmente a dos docentes para obtener la información necesaria y determinar la existencia de acoso escolar”, tal y como establece la actuación autonómica para estos casos. En su lugar, solo figuraban las firmas de la jefa de estudios y la directora.

El suicido de Sallent (Barcelona) ha removido emocionalmente a esta mujer. “El caso es muy parecido al de mi hija porque todo el mundo lo ha negado. Siento muchísima pena, mucho dolor”, replica. Reivindica que tanto las familias como las instituciones cuentan con “medios para que eso no pase”, aunque lamenta que “no se estén utilizando”.

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