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Darío Sztajnszrajber: “No amamos, sino que reproducimos casi burocráticamente las formas del amor que se nos exige que apliquemos”

El filósofo Darío Sztajnszrajber.

Ana Requena Aguilar

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¿Es el amor imposible?, ¿o es que el amor no es lo que damos por hecho que es?, ¿está el amor impregnado de ideología?, ¿y si lo que hay que cambiar son las preguntas que nos hacemos sobre el amor? El filósofo argentino Darío Sztajnszrajber (Buenos Aires, 1968) es un divulgador muy conocido en su país que hace del amor uno de sus temas favoritos sobre los que pensar. Acaba de publicar en España El amor es imposible (Ariel), un libro con el que sigue su labor de politizar el enamoramiento y la construcción de vínculos.

Su libro sirve para pensar el amor y justo esa acción ya se opone a la manera en que entendemos el amor, como un fenómeno natural, como algo dado y, sin embargo, leyendo el libro concluimos que en realidad el amor es pura construcción. ¿Es entonces el amor uno de los conceptos sociales más engañosos en ese sentido?

Justamente una de las formas más eficaces de todo control social ha pasado históricamente por las prácticas de naturalización, o sea, el hacer pasar una versión de cómo pueden ser las cosas como si fuese algo propio de la naturaleza de las cosas. Y la naturalización en los últimos tiempos está asociada a una idea incluso científica o biologicista de ciertas características que hacen que el sujeto deba comportarse de cierto modo para justamente adecuarse y realizar su propia naturaleza.

De hecho, cuando se cuestiona a los movimientos o a las formas alternativas o contrahegemónicas de plantear cualquier cosa, uno de los epítetos más contundentes es el de ir justamente en contra de lo natural, como si hubiese algo que no puede ser de otra manera. Sucede cuando decimos, por ejemplo, “nadie puede venir a este mundo para estar solo, porque entonces le falta algo”, o “una mujer que no es madre es una mujer no realizada” o cuando creemos que el amor se constituye únicamente a través de la estructura de la pareja, porque dicen que por naturaleza somos seres binarios.

Hoy se sigue haciendo pasar por natural una versión de las posibilidades de vínculo social entre los seres humanos. Por eso es necesario revelar esa versión hegemónica, absolutamente alineada con otros intereses, y dejar aflorar otras versiones posibles

Está bueno hacer un recorrido de lo que se entiende que viene a cumplir con la naturaleza de las cosas para ver cómo hay una propuesta que se consolida hegemónicamente como única. Por eso me parece que toda deconstrucción tiene que empezar en un lugar que es el que mayor irritación causa, la desnaturalización. Deconstruir es al mismo tiempo generar tres prácticas, que son la desnaturalización, la desidentificación y la politización. Desnaturalizar, como estoy explicando, pero también desidentificar, en el sentido de poder realmente escaparle al mandato purista de la identidad como algo fijo y delimitado. Tratar de entender quiénes somos, o más bien tratar de dejar de ser lo que han hecho con nosotros.

En ese sentido, desidentificarse de estereotipos y formatos de género, de clase, incluso de vocación. Y politización en el sentido de entender que justamente detrás de todos estos fenómenos siempre se juegan relaciones de poder y que no hay mayor maridaje que el que se da, como muy bien explicó Foucault, entre el poder y el saber. Entonces, para cerrar la pregunta, hoy se sigue jugando en ese lugar de hacer pasar por natural una versión más de las posibilidades que hay de vínculo social entre los seres humanos. Por eso es necesario generar dos cosas: por un lado, revelar cómo es esa versión hegemónica, que está absolutamente alineada con intereses de otra índole, y al mismo tiempo dejar aflorar otras versiones posibles como para desarticular la versión hegemónica.

El amor también se ha vuelto, lamentablemente, en su versión dominante, en una forma, digamos, casi farmacológica, de cierta tranquilidad del yo, que en un sistema de la hiperproductividad como el nuestro solo encuentra calma poseyendo

De hecho, hay una pregunta que lanza en el libro y que le hago yo ahora: ¿a qué sistema económico, político y social sirve este modelo de amor que da por hecho la organización amorosa en parejas y, además, en parejas con unas normas muy concretas?

Hay detrás de todo una metafísica del sujeto centrado en el yo, donde el yo todo lo mercantiliza, donde todo lo piensa en términos de acaparamiento. Desde ese lugar el amor también se ha vuelto, lamentablemente, en su versión dominante, en una forma casi farmacológica de cierta tranquilidad del yo, que en un sistema de la hiperproductividad como el nuestro solo encuentra calma poseyendo. Entonces, el otro, que es para mí la gran figura enigmática del amor, se pierde porque se vuelve fantasmagóricamente solo una proyección del yo.

Fíjate que toda la gramática del mal llamado amor romántico está puesta en la expansión del yo, en la idea del amor como conquista, como posesión. Hablamos de una sociedad en la cual nuestra relación con nuestro propio cuerpo es una relación de posesión. O sea, seguimos pensando que “tenemos” un cuerpo y no que somos un cuerpo. Desde el momento en que nuestra relación con lo propio incluso es una relación de propiedad, imagínate cómo pensamos el vínculo con el otro.

El gran ausente de la política moderna es el otro. Creo que todo amor es una práctica política y por eso pienso que hacer una filosofía de la deconstrucción del amor es también una forma de llegar a esa imposibilidad que es el otro

Creo que hay una posibilidad que brinda el amor de desarticulación de todo ese dispositivo. Porque también es posible pensar el amor como todo lo contrario, como un ejercicio de desapropiación o la experiencia de un derrumbe. El enamoramiento es tan inesperado que pone en jaque esa seguridad autotélica del sujeto que cree que es dueño de todo lo que hace y entonces hay como un terremoto. Es la experiencia del derrumbe. Es este ideal de sujeto que cree que todo lo puede y todo lo consigue. Entonces el libro busca recuperar mitos o una literatura del amor descentrada del yo y puesta más en función del otro. El gran ausente de la política moderna es el otro. Creo que todo amor es una práctica política y por eso pienso que hacer una filosofía de la deconstrucción del amor es también una forma de llegar a esa imposibilidad que es el otro.

Dice en el libro que el dispositivo del amor como búsqueda de la otra mitad es muy convincente. Justo desde el feminismo se ha combatido mucho esta idea de la media naranja, ¿pero la mera asunción de que el amor es en pareja implica que seguimos asumiendo el mandato de que hay una carencia si no tenemos a un otro?

Hay un primer paso que es aceptar la precariedad de lo que somos, desarmar la idea de carencia. Lamentablemente nuestra cultura ha asociado lo carente a lo jerárquicamente inferior y a lo potencialmente necesitad de, justamente, su rellenado o su complementación. Se ha construido al otro desde la carencia como una falla. Las grandes discriminaciones de la historia siempre tienen que ver con la carencia. 'El nene tiene pito, la nena no tiene nada'. Entonces la mujer como la entidad carente. Hay una necesidad de reconciliarnos con lo carente como algo ontológico. Nadie enamorándose va a resolver su finitud, morir nos vamos a morir igual, enamorados o no. Ese ideal poco tiene que ver con el amor y tiene más que ver con nuestra forma de creer que alcanzamos una trascendencia.

¿Qué es un vínculo? Es que en el camino que cada uno construye para sí hay momentos donde coincidís en recorrer un mismo trayecto, pero cada uno después sigue su recorrido. Ese caminar juntos no implica dependencia ni otra cosa que no sea esa contingencia

Yo prefiero un amor más inmanente, más sucio, más contaminado, más fluctuante. Prefiero pensar menos en términos de trascendencia y más de inmanencia, pero de una inmanencia apasionada. No quiero alcanzar el cielo, quiero vivir la vida terrenal como si fuese celestial, bajar el cielo a la tierra. Me parece que con el amor se trata un poco de eso, de en todo caso encontrar a alguien o álguienes con quien/es compartir la carencia. Epicuro decía que era posible pensar el amor –sobre todo la amistad, pero yo lo traigo para el amor– como que las personas van arrojadas a distintos caminos y cada tanto la ruta por la que vas transitando coincide con la del otro.

Entonces, ¿qué es un vínculo? Es que en el camino que cada uno construye para sí mismo hay momentos donde coincides aleatoriamente en recorrer un mismo trayecto, pero en algún momento cada uno sigue su recorrido. Ese caminar juntos no implica ni dependencia, ni implica otra cosa que no sea esa contingencia. Me parece que hay algo de la contingencia amorosa que para nuestro ideal romántico sea como desposeerla de intensidad, pero para mí es al revés. Es mucho más intenso saber que hay un momento de compartir juntos y que ese momento se comparte a pleno sabiendo que en algún momento, o no, se termina.

De hecho trata en el libro de la idea del fracaso amoroso. Curiosamente fracaso es cualquier relación que termina, es decir, parece que la única manera de no fracasar sería no terminando con algo.

Si lo pensamos así, entonces la vida es un fracaso porque termina. Existir mismo es un fracaso y por eso inventamos religiosamente la continuidad eterna de la vida en un más allá. Una de las tesis que trabajo en el texto dice que el amor es imposible porque todo amor es un desamor. Es una tesis provocativa, cuyo axioma central se pelea con la idea de que la vida no es lo que, jugando con la frase famosa de John Lennon, sucede entre amor y amor, sino entre duelo y duelo. Siempre nos estamos separando, no siempre nos estamos enamorando. El enamoramiento nos inhibe de pensar el amor, porque estamos ahí en pelotudeces con el enamoramiento. Pero no hay que olvidar que Cupido arrojaba flechas de oro, pero también de plomo. Esa parte del mito la tenemos como escondida, invisibilizada. La flecha de plomo te desenamoraba.

Me gusta pensar que estoy solo en pareja y en la medida en que recupero una instancia de soledad estando en pareja, la pareja crece. Pero no estamos acostumbrados a pensar la pareja incluyendo el momento de la soledad, porque está pensada desde la fusión

No sé si hemos podido todavía resolver cómo pensar el desamor sino como el fracaso y no como una experiencia que hace a la finitud de todo vínculo. Como dice Byung-Chul Han, no sabemos convivir con el dolor, solo lo extirpamos, pero extirpamos algo de nosotros mismos ahí. Este libro es lo contrario a un libro de autoayuda, no da recetas para amar bien, sino que propone cuestionar las formas del amor instituido, pero no deja de ser terapéutico, entendiendo que hay una condición terapéutica de la filosofía que tiene que ver con el sentirse acompañado, con el alivio.

Subraya que la pareja es un ideal prescriptivo, no solo descriptivo, esto es, se constituye la idea de que estar en pareja es lo normal, mientras que estar solo es lo raro. Pero ¿cómo convive eso con una realidad en la que el individualismo es enorme y hay una gran dificultad para construir vínculos?

Uno de los dispositivos actuales, muy propios de la modernidad, es la confusión entre hacer pasar como descriptivo algo que es prescriptivo. Tiene que ver con los esencialismos, es hacer pasar como propio de la naturaleza esencial de las cosas lo que en realidad es una versión más que intenta prescribirse como un deber ser. Entonces la familia tiene que ser 'de tal modo'. Esto que se muestra como una descripción es en realidad un acto normativo. ¿Qué es lo que más me gusta de la deconstrucción? ¿Por qué trabajo la filosofía desde la deconstrucción? Porque le escapa a los binarios. Escaparle a los binarios significa que frente a cualquier binario y al mandato de tomar partido por un polo, se busca desarmarlos.

En el famoso binario alma-cuerpos, ¿antes de ser alma o de ser cuerpo, qué somos? Carne. Así introducís otra figura. ¿Estamos en pareja o estamos solos? A mí me gusta pensar que yo estoy solo en pareja y en la medida en que recupero una instancia de soledad estando en pareja, la pareja crece. Pero no estamos acostumbrados a pensar la pareja incluyendo el momento de la soledad, porque la pareja está pensada desde el ideal fusionalista, que es pensar que con el otro se provoca una fusión y una pérdida de la singularidad. Para que haya singularidad tiene que haber momentos de soledad y para que haya deseo en la pareja, el otro tiene que poder reconciliarse con su soledad aun estando en pareja. Pero todo está tan mecanizado y prescrito que el ideal de pareja inhibe a una persona para que pueda darse con sus tiempos, sus lugares. Entrar en una pareja parece entonces la fusión que implica la convivencia, el estar 24/7, compartir todo.

Lo mejor que le puede pasar al amor es la discontinuidad y la discontinuidad no significa que el amor merme, el amor crece. Extrañar al otro es una forma de enamorarse permanentemente

Yo no creo en el amor como en un continuum. Lo mejor que le puede pasar al amor es la discontinuidad y no significa que el amor merme, el amor crece. Extrañar al otro es una forma de enamorarse permanentemente. Si hay enamoramiento hay falta, pero abjuramos de la falta. El ideal romántico del amor es la estabilidad, porque el ideal del sujeto es la estabilidad, porque es lo que más anestesia la finitud del ser humano. Por un lado se entiende que nacemos para morir, entonces necesitamos algo estable, porque hay que vérselas con esa angustia existencial que todo lo atraviesa. Ese es el hecho fundamental que para mí explica también por qué estas formas dominantes del amor se han impuesto.

La soledad parece lo contrario al amor. Por un lado, eso hace que mucha gente sienta que no puede estar en un vínculo amoroso porque necesita soledad, como si se tratara de dos extremos que se anularan necesariamente. Por otro lado, hay quien cree que por estar en una relación nunca sentirá soledad... ¿Nos dificulta esta idea de amor y soledad como contrarios la posibilidad de transitar tanto nuestros vínculos como nuestra soledad?

Me parece que frente a esa dualidad que es 'o estoy solo, sin pareja, o estoy en pareja y no estoy solo', se trata de encontrar una figura que no es intermedia, sino una figura que rompa ese binario. Yo creo que el amor por venir tiene que ver con eso, con cómo poder realmente estar en el interior de una pareja y estar al mismo tiempo solos.

El amor por venir tiene que ver con eso, con cómo poder realmente estar en el interior de una pareja y estar al mismo tiempo solos

Esas ideas no nos permiten entretejer vínculos hermosos, entretejer vínculos por fuera de lo prescrito. Nuestro amor es un amor que se halla siempre inserto en un dispositivo previo que ya establece cuáles son sus formatos. A veces siento que no amamos, sino que reproducimos casi burocráticamente las formas del amor que se nos exige que apliquemos. La creación tiene que ver con romper todos esos moldes. Ahora, los moldes se rompen desde los moldes, no es que se rompe desde cero o desde la nada. Uno está en pareja y desde la pareja va viendo. A mí me parece el amor más como una práctica de escape mutuo, o sea, nos escapamos juntos. ¿De qué? De esos prototipos en los que cuando nos dimos cuenta ya estamos insertos.

Entonces, ¿el amor es posible?

La asociación más rápida con lo imposible es con lo inexistente. Entonces, desde que publiqué el libro siempre me han dicho 'Ah, ¿no crees en el amor?' Y en realidad creo demasiado en el amor. Creo tanto en el amor que me parece que las formas en que acontece como posible no hacen más que degradarlo. Digamos que creo tanto en el amor que lo coloco en ese lugar de la imposibilidad, porque las formas en que el amor se manifiesta en nuestra sociedad me parece que tampoco tienen que ver con el amor, así que esta es una manera como de salvaguardarlo. Lo imposible no significa que no exista, al revés, existe demasiado. Tal vez es lo único que existe y en todo caso lo que podemos cuestionar es si esta realidad que vivimos existe de verdad. La frase del mayo francés 'Seamos realistas, pidamos lo imposible' justamente me permite pensar el amor desde este otro lugar. Pedir lo imposible es cuestionar esa construcción de lo real que uno da como algo dado, necesario y supuesto. Tal vez creyendo o pidiendo el amor imposible podamos transformar la realidad.

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