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La discriminación múltiple de las personas LGTBI con discapacidad: “Me molesta que piensen que soy asexuado”

José Luis Sánchez Castaño, Estefanía Sancho, Mónica Rodríguez Varela y Arturo Góngora

David Noriega

“Me molesta mucho que la gente piense que soy asexuado”, dice Arturo Góngora. Con esta afirmación hace frente a una creencia generalizada y falsa: que las personas con discapacidad no tienen derecho a disfrutar de su sexualidad. Si a esto le añadimos que Arturo es gay, la discriminación que sufre se multiplica.

“A la discriminación que existe con la discapacidad en general, a veces se une una doble discriminación por ser LGTB, o una triple por tener pluma, movilidad reducida, ser gordo... Porque parece que solo existe la atracción hacia determinados cuerpos muy estereotipados”, explica.

“En las personas con discapacidad ha habido una tendencia a la infantilización, a privarnos de nuestra sexualidad, de nuestros deseos como hombres y mujeres que somos. Eso pervierte nuestra libertad a la hora de manifestar nuestra expresión de género, nuestra orientación y nuestra identidad sexual”, indica el delegado para los Derechos Humanos del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), Jesús Martín.

Coincide Estafanía Sancho, que tiene discapacidad intelectual, es lesbiana y trabaja como administrativa en Zaragoza: “La sociedad piensa que por ser persona con discapacidad, y más todavía si es intelectual, todos tenemos que ser iguales. Cuando le dices a la gente tus gustos les cuesta comprender, porque siguen pensando que las familias tienen que estar encima de nosotras y que la sociedad nos tiene que dejar de lado, y no es así”.

El sexólogo de la Asociación Sexualidad y Discapacidad y asesor de Plena Inclusión Carlos de la Cruz considera que la sexualidad de las personas con discapacidad “está ya en la agenda”. Destaca, eso sí, que “es el momento de pasar del tabú a la tarea”. Y se marca cuatro ejes de trabajo básico: acabar con el silencio alrededor de la sexualidad de las personas con discapacidad; favorecer la intimidad, cuando “muchas veces se ha primado la protección”; ofrecer tanta autonomía como sea posible, evitando la sobreprotección; y el acceso al cuerpo. Y esto, teniendo en cuenta las dobles discriminaciones, como ser mujer o LGTBI, por ejemplo.

“Si yo no veo la sexualidad desde el punto de vista heterosexual, como para ver la homosexual. Y ahí es donde se producen las discriminaciones, a veces dobles o triples”, indica De la Cruz. “Ahora que hablamos de legitimar sexualidades, no se nos puede olvidar que dentro del colectivo de personas con discapacidad existe un porcentaje de personas LGTB que necesita expresar su sexualidad igual que el resto”, destaca.

“Se empieza a hablar”, resalta Arturo, “pero muy por encima y de una forma muy heteronormativa. Solo se normaliza el autoerotismo, la masturbación y la sexualidad contigo mismo, que está muy bien, pero también hay que relacionarse con otra gente”.

“Se prioriza la discapacidad”

Para superar este escollo, el sexólogo reivindica una “doble tarea de trabajo con las familias y los profesionales” que pase por “hacerles ver que todas las personas tienen sexualidad y que, dentro de eso, es tan plural como en el resto de la sociedad. Si es un error presuponer la heterosexualidad en un instituto, también lo es hacerlo en un centro de personas con discapacidad”.

“Hay familias que no apoyan, no comprenden que su hija sea una mujer lesbiana”, apunta Estefanía. “Los colegios tampoco están acostumbrados a tener personas con discapacidad, porque no están adaptados y no podemos ser nosotras mismas”, añade.

Para la presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (FELGTB), Uge Sangil, la invisibilidad de las personas LGTBI con discapacidad radica en que “se prioriza su discapacidad por encima de su orientación o identidad de género, por lo que esa parte del bienestar psicosocial desaparece, cuando deberían ir totalmente a la par”. Esta organización acaba de firmar un convenio de colaboración con la Fundación ONCE para trabajar de forma paralela las múltiples discriminaciones que sufren las personas LGBTI con algún tipo de discapacidad.

“Cuando interaccionan distintas variables, los riesgos se multiplican”, apunta la secretaria general de Fundación ONCE, Teresa Palahí. Discapacidad, orientación sexual, género, pobreza... son factores que, combinados, agravan los efectos de la discriminación en cualquier ámbito. “El ámbito laboral es uno de los espacios donde la discriminación contra el colectivo LGTB en general es más difícil de identificar y denunciar, porque la gente se está jugando su medio de vida”, indica José Luis Sánchez Castaño, que es gay con discapacidad no visible y trabajador de Inserta, la plataforma de recursos humanos de la Fundación.

“Una entrevista de trabajo, un estrés”

Según el informe de la OCDE 'Miradas a la sociedad', en España la población LGTB visible tiene un 7% menos de posibilidades de acceder al mercado laboral que la heterosexual, cobra un 4% menos, tiene más dificultades para llegar a puestos directivos y el 37% afirma haber sentido discriminación en su entorno de trabajo.

Así, ocultar la orientación sexual acaba siendo muchas veces una necesidad. Más aún dentro de un colectivo, el de la discapacidad, donde la tasa de paro es del 26% –frente al 17% de las personas sin discapacidad– y la de empleo del 25,8% –por el 64,45%–, según datos del Servicio Estatal de Empleo Público (SEPE). “Para muchas personas con discapacidad, ir a una entrevista de trabajo supone un estrés por ver cómo van a reaccionar cuando le vean con una muleta, por ejemplo. Si a esto le unes el factor LGTBI, todo se puede complicar”, añade José Luis.

Él ha sufrido homofobia en empleos anteriores. “Estuve en empresas en las que los jefes utilizaban la palabra 'maricón', con ese desprecio, esa superioridad, ese machismo. Incluso veía actitudes homófobas en compañeros. Eso genera una presión constante: tienes que medir qué haces, qué dices... Recuerdo que se lo conté a un compañero y me dijo: yo no tengo ningún problema, es una cuestión privada que no tienes por qué sacar en el ámbito de trabajo. Es la homofobia laboral. Mientras las personas heterosexuales pueden hablar libremente de su familia, de sus hijos, etc., yo tenía que ocultar lo que hacía con mi novio, si me había ido de puente o si estaba enfermo. Eso no es una cuestión sexual, engloba toda tu vida”.

La múltiple discriminación afecta también a los delitos de odio. En 2018 el Ministerio de Interior registró 259 hechos conocidos por delitos de odio por orientación sexual o identidad de género y 25 por discapacidad. Son solo, como destaca el Gobierno en su informe, los “conocidos” por la administración, porque el Observatorio Madrileño contra la LGTBIfobia registró cerca de 300 en el mismo periodo, solo en la región. “El dato no se cruza, por lo tanto no sabemos cuántos delitos de odio se producen por ser LGTB con discapacidad, y es algo que tenemos que tener en cuenta a la hora de denunciar”, indica Sangil, que destaca que la falta de registro puede deberse a múltiples factores: “Al miedo a visibilizarse, porque no sabes que debes denunciar de esa manera o por qué te están agrediendo”.

“No tenemos datos, por lo que es una de las líneas en las que queremos trabajar, para arrojar luz y deseñar actuaciones y lineas de trabajo”, explica Palahí, que considera que “clarisimamente, al interseccionar ser LGTB y tener discapacidad, los delitos de odio también crecen de manera importante”. “Yo no he sufrido, pero sí que leo, busco información y ves casos... Intentamos hacer nuestras vidas y la sociedad nos pone unas barreras...”, lamenta preocupada Estefanía.

Una sociedad “desinformada y sexista”

“Como persona sorda, mujer y lesbiana, en este grado y orden, recibo y percibo constantemente actitudes que no son más que resultado de una sociedad estructuralmente desinformada y sexista”, asevera Mónica Rodríguez Varela, una joven gallega de 29 años que se mudó a Madrid a los 16 “en busca de mejores condiciones educativas” ante la falta de recursos en las aulas. En su caso, considera que “identificar tanto el capacitismo como la misoginia y la LGBTIfobia interiorizada se hace necesario para poder construir una sociedad más justa, y es tarea de la administración pública y diferentes agentes sociales concienciar y legislar en esta materia”.

Las barreras existen también dentro del propio colectivo. “La sociedad invita a la participación de las personas sordas siempre que acaten la oferta normoyente, por lo que dentro del colectivo LGTBI+ también se dan situaciones en las que es difícil participar en igualdad de condiciones por ser persona sorda y usuaria de lengua de signos”, indica Mónica, que considera que “no solo se debe a la falta de recursos, principalmente es una cuestión actitudinal, que un acto sea o no accesible solo es la punta del iceberg”.

“Existe mucha etnodiscriminación”

“Se producen barreras arquitectónicas, pero también muchas mentales”, coincide Arturo. “La gente, sobre todo los hombres, muchas veces no es tan abierta como dice públicamente. Existe mucha etnodiscriminación”, lamenta. Esto se acentúa en aplicaciones para ligar o tener relaciones, donde “es mucho más directo, se exige una personalidad y unos cánones físicos muy estrictos: más o menos pelo, sin pluma, alto, una musculatura decente... y si no tienes todo eso y encima, como yo, te muestras en silla de ruedas, la indiferencia es el doble”, explica. Y aclara: “Pero pasa igual en el mundo real, cuando voy por la calle nadie me mira y, si me mira, es en plan mal”.

“Igual se visibiliza más porque utilizamos redes, pero ocurre en todos los mundos, sobre todo por la percepción de que las personas con discapacidad no tienen sexualidad”, apunta Sangil. “Establecer relaciones de afecto para una persona con discapacidad, sea gay o hetero, es complicado. Nos lo tenemos que currar un poco más, porque nuestras mentes o nuestros cuerpos son diferentes. La gente quiere tener sexo o enamorarse de una persona que esté 'buena'”, considera Martín, el delegado del CERMI.

“Hay pocos referentes homosexuales en los cuentos, en las pelis y en los relatos, por lo que las personas con discapacidad crecen sin referentes y en las charlas de familias, cada vez más aunque todavía hay pocas, el tema LGTB ni siquiera se aborda. Si hablamos de romper silencios, el silencio LGTB es uno de los que tenemos que romper”, plantea De la Cruz.

Precisamente, el CERMI inauguró la semana pasada la exposición 'Sin filtros', donde se realiza un recorrido por diferentes películas y series que han abordado la realidad LGTBI con discapacidad, analizando los distintos ejes de presión que pueden atravesar a una misma persona. “Queríamos hacerlo de forma amable, teniendo como marco el cine y las artes para que la gente conozca esta realidad, para abrir los armarios que la sociedad nos ha impuesto, apartándonos de la vida común”, explica Martín.

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