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ENTREVISTA | Directora de diversidad sexual y LGTBI

Boti G. Rodrigo: “Hay que decirlo alto y claro: las mujeres trans son mujeres y no hay más vueltas que darle”

Boti García Rodrigo, en la azotea del edificio que alberga el Ministerio de Igualdad.

Marta Borraz

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Contestó uno a uno a los casi mil mensajes de Whatsapp que recibió cuando se hizo público que sería la nueva directora general de Diversidad Sexual y LGTBI del Ministerio de Igualdad. “Se lo debo al activismo”, reconoce. Boti García Rodrigo (Madrid, 1945) espera con música clásica de fondo en un despacho recién inaugurado. Acaba de aterrizar y se nota. Solo hay lo imprescindible: radio, ordenador, papeles y muchas banderas arcoíris. La tiene colgada en la pared, la lleva en la solapa y en los calcetines, en forma de pegatina en un cuaderno o de lazo en el flexo. “Y aún faltan”, ríe. Aún no le ha dado tiempo a colgar la bandera trans, que permanece doblada en una estantería.

Boti, expresidenta de COGAM y de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB), tiene tarea por delante. El organismo que dirige, de nueva creación, deberá impulsar las políticas LGTBI en un contexto marcado por el discurso abiertamente homófobo y tránsfobo de la extrema derecha. “Creer, sonreír y luchar” es la receta vital de esta histórica del movimiento LGTBI que siempre dice que llegó tarde al activismo, pero lo hizo pisando con fuerza.

Fue muy celebrada por parte del colectivo LGTBI la creación de la dirección y que fuera usted designada para ella ¿Cuánto de simbólico hay en tener un organismo específico LGTBI en el Ministerio de Igualdad? la creación de la dirección y que fuera usted designada para ella

Hay mucho de simbolismo. Una Dirección General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI implica que por primera vez en este país se ha creado un organismo específico en un ministerio por y para luchar por los derechos de un colectivo histórica y tradicionalmente discriminado, marginado y olvidado. Y creo que también hay simbolismo en que se le haya encomendado a una mujer activista, lesbiana y mayor. No obstante, yo soy la directora, pero detrás hay muchas personas con mucho sufrimiento y mucha lucha. Me acuerdo mucho de Pedro Zerolo, por ejemplo. Ellos y ellas son quienes realmente integran esta dirección general. 

Más allá del simbolismo, ¿cuál es el margen de acción política real?

Yo creo que la dirección ha despertado empatía por lo simbólico, pero además tiene un margen de maniobra muy amplio y real. Esto no es una cosa decorativa o nominativa, sino que hay que llevar adelante políticas y medidas. Va a ser algo palpable y tangible. La Ley LGTBI pretende llegar a Consejo de Ministros antes de verano. Hay muchas cosas que poner en marcha porque todavía hay discriminación y estigma hacia el colectivo LGTBI, hace falta decirlo.

¿Alguna medida concreta?

En el corto plazo vamos a lanzar el Consejo de Participación LGTBI, al estilo del de mujeres o jóvenes, porque es importante abrir un espacio de comunicación con la sociedad civil y decir 'no' a los armarios de las instituciones. La ley LGTBI y la ley trans son también imprescindibles y tenemos que sacarlas adelante porque emanan de la Constitución, que obliga a los poderes públicos a remover los obstáculos que impiden el disfrute de derechos fundamentales, especialmente a quienes han sido tradicionalmente privados de ellos. Además, transversalizaremos la perspectiva de derechos LGTBI en todos los ámbitos de actuación del Gobierno: tendremos que tocar las puertas de Sanidad, de Justicia o de Interior, por ejemplo, para mejorar la política de asilo.

¿En qué sentido se está trabajando la ley LGTBI? ¿Va a haber cambios respecto a la tramitada en el Congreso?

Ahora mismo el borrador está en manos de los colectivos, que es de donde emanó. El objetivo es que le den una vuelta y lo actualicen. A partir de ahí, lo trabajaremos con la mirada puesta en que ponga las bases para prevenir, detectar y poner solución a muchas de las discriminaciones que sufre el colectivo. Está claro que una ley no es la panacea, pero tenemos que dotarnos de este instrumento. En muchas comunidades autónomas ya hay este tipo de legislaciones, lo que está generando una desigualdad importante entre ciudadanos. Los cambios se verán, todavía tenemos que trabajarla.

Los delitos de odio, el acoso LGTBIfóbico en las aulas, el miedo a salir del armario en el trabajo o en la familia… Aún son muchos los retos.

Se ha avanzado mucho, pero sí, hay muchos retos. Está este mantra de 'si ya os podéis casar, ¿qué más queréis?'. Por supuesto, no basta con que nos podamos casar, tenemos que poder vivir. En algún sitio leí una vez algo que creo que expresa muy bien la situación: dos hombres se casan, pero no ponen sus nombres en el buzón de casa. Todavía tenemos que combatir el miedo. Por otro lado, el acoso en las aulas es una realidad sangrante y mucha gente no se atreve a salir del armario en el trabajo. Tenemos derecho a disfrutar de lo que yo llamo 'la felicidad de la maquina del café': que una mujer pueda, mientras toma café con sus compañeras, comentar que se va con su novia de vacaciones. Y luego las personas trans sufren un nivel de discriminación y de exclusión tremendo...

Le iba precisamente a preguntar por ello. En concreto, por la ley trans. Ya ha dicho que se va a poner en marcha, pero el proyecto genera controversias en el movimiento feminista. ¿Prevén algún cambió respecto al que se registró en el Congreso?

Eso habrá que verlo. Se estudiará con detenimiento, igual que la Ley LGTBI. Lo que está claro es que se va a abordar con el objetivo de garantizar derechos a un colectivo que es especialmente discriminado, marginado y necesitado de derechos. Va a ir a un ritmo más lento que la ley LGTBI.

La ley actual exige a las personas trans varios requisitos médicos (informe de disforia de género y dos años de hormonación) para cambiar su nombre y sexo legal en sus documentos oficiales. ¿Va a impulsar este Gobierno la autodeterminación de género?

Sí, por supuesto. Los derechos de las personas trans pasan por la despatologización y por la autodeterminación. Eso significa que la propia identidad no debe estar sujeta a requisitos médicos porque las personas trans no son enfermas. Yo soy como realmente soy y no lo tiene que decidir un tercero. No tengo que estar sometida a la sanción ni la aprobación de una tercera persona médico, psiquiatra o psicólogo. 

Como le decía, estas cuestiones provocan críticas en parte del movimiento feminista, que considera que la autodeterminación del género vulnera los derechos las mujeres.

A mí es que me sorprenden mucho estas críticas. El feminismo ha de ser inclusivo y generoso. O, si no, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de sororidad? La sororidad es para todas las mujeres. Y todas las mujeres son las trans, migrantes, racializadas y precarias. Es evidente que las trans están siendo excluidas por parte de cierto sector del feminismo, de ciertas feministas que parece que no han tocado la realidad de estos colectivos. Esto que dice parte del movimiento feminista no es real y, por supuesto, no es un problema reivindicar derechos trans, es una urgencia. El verdadero problema y lo verdaderamente real es la exclusión laboral, la discriminación y la vulnerabilidad que sufre el colectivo. Y digo que de lo que alertan estas feministas no es real porque, además, la autodeterminación está aprobada ya en ocho comunidades autónomas y ¿acaso ha pasado todo esto que dicen que va a pasar? 

En algunos casos, estos comentarios se dirigen al colectivo LGTBI creando una brecha entre sus demandas y las del feminismo. ¿Esa brecha es real?

Yo creo que no. El feminismo es un movimiento liberador y emancipador y también lo es el movimiento LGTBI. Estamos en el mismo camino y debemos ir de la mano. Obviarlo es no querer acercarse a la realidad ni a la vulnerabilidad que sufren las personas LGTBI, en concreto las personas y las mujeres trans. Porque es una realidad indiscutible que las mujeres trans son quienes más están sufriendo la marginación y la discriminación. Y frente a eso, es tremendo que parte del movimiento feminista está empeñado en negar directamente que sean mujeres. Hay que decirlo alto y claro: las mujeres trans son mujeres y no hay más vueltas que darle. Les guste o no les guste, es una realidad.

En Polonia se han declarado 100 municipios libres de “propaganda homosexual” por parte de la ultraderecha. Aquí Vox intenta imponer el veto parental en las aulas y habla de “lobby LGTBI”. ¿Qué papel puede jugar la Dirección LGTBI en evitar la extensión de estos discursos?

Estamos asistiendo a una expansión de los discursos claramente homófobos y tránsfobos que, como vemos en Polonia, tienen consecuencias. Aquí, el discurso de Vox claramente alienta situaciones de discriminación y de odio hacia determinados colectivos. Desde la dirección tenemos que trabajar para que estos discursos, y lo que llevan aparejados, no calen. Por eso es tan importante el ámbito de la educación.

Precisamente uno de los campos de batalla preferidos por Vox.

Sí. En concreto, con el veto parental, que no es solo un torpedo a la enseñanza pública, sino a la misma realidad. Y la realidad es que en las aulas hay niños y niñas del colectivo LGTBI. Lo que tenemos que hacer es mirar de frente a quienes están en las aulas y a todas las diversidades que conviven en ellas. Cuando estás privando que se hable de estos temas en clase, estás provocando sufrimiento y atizando la pervivencia del acoso. 

Es como esto de “puedes ser y vivir con quién quieras, pero en casa”. Pues no, mire, yo soy como soy en ni casa y fuera de ella; desde que nazco y en todos los ámbitos de mi vida: en la escuela, en la universidad, en el trabajo, cuando acudo al médico. Los derechos LGTBI no son derechos de ámbito doméstico, no son para ejercerlos en la intimidad de las casas. La visibilidad es clave porque nosotros estamos en el mundo tal y como somos.

La irrupción de la extrema derecha hizo que el Orgullo del año pasado tuviera un espíritu más reivindicativo. ¿Se había acomodado el movimiento LGTBI en los últimos años?el Orgullo del año pasado tuviera un espíritu más reivindicativo.

Bueno, sobre el Orgullo sí quería comentar que este año se cumple el 15 aniversario de la aprobación del matrimonio igualitario y este Gobierno quiere llegar a él con la aprobación del anteproyecto de la ley LGTBI. Por otro lado, yo no creo que podamos decir que el movimiento LGTBI se ha acomodado. El activismo ha estado ahí exigiendo y reclamando derechos siempre. Y, por otro lado, la irrupción de los fascismos nos ha pillado por sorpresa en general, no solo al colectivo LGTBI. 

Sin embargo, ha surgido un 'Orgullo crítico'...un 'Orgullo crítico'...

Sí, es cierto. Y quizás eso es sintomático porque ha detectado que a lo mejor los Orgullos tenían que ser más combativos y más reivindicativos. Yo creo que son críticas absolutamente razonables.

Tiene 74 años. Decía cuando Irene Montero la nombró que ya no se imaginaba en algo así. ¿Qué hace una histórica activista en un puesto de Gobierno?

Sí, en nada cumplo 75. Yo creo que eso también es simbólico porque es una forma de combatir el edadismo, que además existe mucho en el colectivo LGTBI porque se suele temer más a la vejez. En general, la sociedad tiene miedo a cumplir años y quiere mantenerse joven, pero la vida es asumirlo y, sobre todo, es no perder la ilusión por los combates cotidianos, que es lo que realmente hace que seas joven. Resignarse... eso sí que es ser mayor aunque tengas 40 años.

Cuando Irene Montero me llamó y me planteó la posibilidad yo me quedé asombrada y dudé. Pero me acordé de una pregunta que me hicieron cuando asumí la presidencia de la FELGTB: me dijeron '¿Pero ahora vas a ser presidenta? ¿Cuándo te vas a bajar de esto?'. Y yo pensé que del activismo no se baja una nunca porque se es activista como se es rubias, morenas, madrileñas o bajitas. A la pregunta concreta respondí “cuando se sequen las lágrimas de mi colectivo”. Así que cuando Irene me lo planteó, pensé en eso: en que todavía no se han secado.

¿Qué le ha enseñado el activismo que crea que le puede servir en esta tarea de Gobierno?

Resaltaría dos cosas: a empatizar con lo que realmente son las personas y a luchar siempre, a no dar nunca una batalla por perdida ni por ganada. Por perdida porque hay que seguir conquistando derechos y por ganada porque siempre nos los pueden arrebatar. Leí hace tiempo una cosa que convertí en una especie de lema vital: para llevar adelante una tarea, hay que creer, sonreír y luchar. Eso he intentado llevar a la práctica en el activismo e intentaré llevar a la práctica en esta tarea.

¿Qué le diría a alguien que tiene ahora mismo miedo a salir del armario?

Le diría que no podemos vivir sin ser. No podemos vivir engañándonos. Y salir del armario es asumir lo que se es. Una vez dije que armario casa bien con llanto. Es así. El armario huele a naftalina, a cerrado y a humedad. Para respirar, hay que salir.

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