España reconoce en un plan que la degradación ambiental tiene cada vez más impactos sobre la salud
Cada vez se acumulan más evidencias sobre cómo el deterioro ambiental y la crisis climática dañan la salud de las personas. Desde los impactos a simple vista como la contaminación del aire que se respira, hasta la expansión de enfermedades infecciosas transmitidas por especies invasoras que se asientan favorecidas por las nuevas condiciones creadas por la alteración del clima. También la destrucción de ecosistemas está detrás del surgimiento de nuevas patologías mundiales como la COVID-19.
Los ministerios de Sanidad y Transición Ecológica se han unido en un plan que, aseguran, servirá para identificar y reconocer “los problemas emergentes” al tiempo que deberá permitir “proteger y reducir la exposición a los riesgos ambientales”. Lo han llamado Plan Estratégico Salud y Medio Ambiente presentado este miércoles.
Los protocolos que alberga tienen tarea por delante. Deben activar indicadores de riesgo y medidas de actuación para los fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor –el impacto más mortífero del cambio climático en Europa– pero también las inundaciones derivadas del nuevo patrón de precipitaciones más escasas y más violentas a a vez. También la superación de los límites de calidad del aire o nivel de partículas en suspensión. La contaminación atmosférica ya ha demostrado su agresión directa sobre la salud y se cuantifica en unas 30.000 muertes prematuras al año en España, según la Agencia Europea de Medio Ambiente.
La contaminación, además, se hace en buena parte a base de gases de efecto invernadero que provocan el recalentamiento del planeta. La crisis climática está dejando una ristra de daños en la salud. El informe anual Lancet Countdown está dando cuenta de cómo este fenómeno global ya afecta a todos los países, sin importar su posición o riqueza, deteriora a los menores con secuelas de por vida o ya está impactando en la salud mental de los ciudadanos. Además, vectores como los mosquitos invasores, hasta ahora ajenos a lugares como España, se han establecido y permiten expandir patologías como el dengue.
El plan pondrá el foco en asegurar que haya acceso a agua apta para el consumo –el mal estado de masas de agua por contaminación difusa es un problema casi estructural en España– o la exposición al ruido o a residuos químicos.
Una evidencia rotunda de cómo el factor medioambiental influye en la salud humana ha llegado con el estallido de COVID-19. La pandemia ha ilustrado cómo la destrucción de hábitats por las actividades humanas, que está causando una extinción masiva de especies, está detrás del origen y la expansión de enfermedades infecciosas que afectan a personas. El 75% de las nuevas enfermedades humanas surgidas en los últimos 40 años tienen su origen en animales, calcula la Organización Mundial de la Salud (OMS). El virus SARS-CoV-2 es uno de ellos. De hecho, dos tercios de todos los tipos de patógenos que infectan personas son zoonóticos, es decir, saltan de un animal a un ser humano.
La vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, piensa que este plan permitirá “hacer frente a la situación de emergencia climática y ambiental que estamos viviendo con la vista puesta, también, en la salud pública”.
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