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El 'fracking', doble amenaza para las zonas españolas con escasez de agua

Pozo de 'fracking',

Raúl Rejón

Hace un mes, el 22 de enero, la Comisión Europea renunció a regular la explotación de gas mediante la fractura de rocas con inyecciones de agua. El fracking hallaba vía libre en Europa. Territorio casi virgen todavía, en el continente hay estados pioneros como Polonia –con 40 pozos ya abiertos y una explotación comercial prevista para 2015– y otros que anuncian centenares de yacimientos, como en la campiña de Gran Bretaña.

En España hay más de 120 permisos de exploración concedidos o en trámite. Crece una cierta fiebre del fracking, sin saber a ciencia cierta las consecuencias que pueden ocasionar estos pozos. Desde Estados Unidos comienzan a llegar ejemplos de qué implica saciar la sed energética a base de utilizar agua para extraer carburantes.

Los grupos ecologistas llevan tiempo advirtiendo de que el fracking tiene riesgos de contaminación de acuíferos. A ello se suma ahora un estudio que demuestra el peligro que constituye esta práctica en las zonas con escasez hídrica, debido al gran consumo de agua que demanda. A medida que avanza la vida de los pozos, más agua requieren. Y sólo para su mantenimiento, no ya para seguir partiendo roca a miles de metros de profundidad. Se trata de un abultadísimo consumo que choca con las necesidades de agua que puedan existir en los territorios donde se implanta la actividad.

La búsqueda de gas encerrado en las rocas de esquisto aún no ha perforado significativamente el subsuelo europeo. Donde sí está desatada la fiebre del gas es en Estados Unidos, donde las explotaciones se multiplican. Así que las consecuencias de este controvertido método de extracción se están evidenciando antes en América.

La organización CERES ha realizado el primer análisis de datos de la “creciente demanda de agua de las operaciones de fractura hidráulica”. Y lo primero que queda demostrado es que las empresas energéticas no ponderan mucho la zona en la que se implantan en busca de gas y su consecuente uso masivo de agua. De los 39.000 pozos analizados en EEUU en este documento, casi la mitad de los abiertos desde 2011 se sitúan en zonas de “alto o extremadamente alto estrés hídrico”.

Además, en el 55% de los casos las poblaciones afectadas por las perforaciones viven en sequía. Regiones bien conocidas por su sequedad como Texas, Colorado o parte de California concentran más del 90% de los pozos de fracking abiertos en áreas con muy altas deficiencias de agua.

Sequía y 'fracking' en España

En España, la mayoría de los proyectos están ubicados en el norte (Cantabria, País Vasco, Burgos…), pero la vertiente mediterránea también ha llamado la atención de las empresas, que ya cuentan con permisos de exploración en Andalucía, Murcia y Castilla-La Mancha. En Región de Murcia, Invexta y Oil & Gas Capital tienen tres proyectos en la zona de Calasparra, Cehegín y Moratalla. Murcia registra una media de 35 días de lluvia al año. En septiembre de 2013, su presidente, Ramón Luis Valcarcel, pidió al Gobierno central que el trasvase Tajo-Segura tuviera rango de ley “para que nadie pueda dejar sin efecto un acuerdo que puso fin a la guerra del agua”.

La propia Oil & Gas Capital obtuvo en 2012 tres licencias de fracking en Albacete. Los permisos concedidos por la Consejería de Industria de Castilla-La Mancha (llamados Esteros, Almorada y Nava) tienen extensiones de entre 20.000 y 26.000 hectáreas en zonas rurales de la provincia que incluyen los términos municipales de Munera, Ossa de Montiel, El Ballestero o El Bonillo. En Albacete se registran de media unos 58 días de lluvia al año, que dejan menos de 400 mililitros de agua por metro cuadrado. Al lado de Jaén, esta prospectora tiene concedidos permisos por parte de la Junta de Andalucía. Tanto Oil & Gas como Repsol han solicitado otros ocho proyectos entre Jaén y Córdoba.

Samuel Martín, de Ecologistas en Acción, sigue de cerca la evolución internacional de esta fiebre por el fracking. “Es una agua perdida para siempre”, analiza. El estudio de CERES asegura que en las explotaciones americanas se gastaron 350.000 millones de litros de agua. Y advierte de que, si no hay una regulación más estricta, la industria del fracking entraría “en conflicto” con otros usuarios del agua.

La industria minera aduce que se ha avanzado mucho en la reutilización del líquido gastado, pero Martín explica que “el 80% del agua que se inyecta para partir la roca se queda en el subsuelo”. Y en cualquier caso, “está tan contaminada que sólo vale para volver a inyectarla en los pozos; no regresa al circuito hidrológico”. De hecho, el agua, una vez que ha sido utilizada para extraer el gas, necesita un proceso de depuración muy fuerte. “Así que en los yacimientos que ahora funcionan se está almacenando el líquido en depósitos subterráneos, con el riesgo de seísmos que ello implica, como ha ocurrido en Tarragona con la plataforma Castor”, asegura este ecologista.

Hasta ahora las autorizaciones en España son de exploración, y suelen durar unos seis años. Después se entraría en un proceso de explotación. La Comisión Europea permite que cada país trate este tema según sus criterios. El Gobierno español incorporó los proyectos de fracking dentro de los nuevos trámites de evaluación ambiental, por lo que admite que se inicien perforaciones gasísticas por fractura hidráulica.

“El agua para sacar el combustible tiene que salir de algún lado. Las empresas necesitarán concesiones de uso de agua”, señala Samuel Martín. El 80% de los proyectos españoles están colocados sobre acuíferos naturales.

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