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“Incluso los políticos más reaccionarios saben que la ciencia es rentable”

Francisco J. Ayala. Foto: F.R.A.

Materia

Nuño Domínguez —

Si piensa que Mick Jagger ha hecho un pacto con el diablo para estar “joven” debería conocer a Franciso J. Ayala. Este científico hispano-estadounidense le saca casi una década al cantante de los Rolling pero tiene muchas menos arrugas (también es más elegante). A los 12 o 13 años cuenta que su padre ya le dejaba beber cerveza cerca de Antón Martín, el barrio de Madrid donde nació en 1934. Y desde entonces parece que hubiera vivido varias vidas. Se hizo fraile dominico “por querer salvar el mundo”, renunció a sus votos, se fue a estudiar genética y evolución a EEUU y nunca volvió.

Sus testimonios en tribunales han sido claves para impedir que el fundamentalismo cristiano equipare el creacionismo con la ciencia en las escuelas. Ha sido asesor de un expresidente de EEUU (Bill Clinton) y condecorado con la Medalla Nacional de las Ciencias por otro (George W. Bush, un hombre “sin simpatía por la ciencia ni ninguna otra cosa intelectual”, dice). Ha dirigido algunas de las organizaciones científicas más importantes del país y descubierto mecanismos genéticos claves para entender enfermedades como la malaria o el chagas.

En 2010 recibió el premio Templeton por “su papel público como defensor de la práctica científica y la fe religiosa”, un honor cuya prestación económica donó a la Universidad de California en Irvine, donde trabaja. Ese, dice, es uno de los secretos para que florezca la ciencia en países como España: filantropía. Su último ejemplo: donar 10 millones de dólares a su universidad salidos de los beneficios de sus viñedos en California. “Estoy pensando en alguien que se haya graduado en la Universidad Complutense de Madrid y mande todos los años 1.000 dólares o 5.000 dólares”, dice con algo de sorna. Aunque lleva décadas en EEUU, Ayala dice sufrir el problema de la “sangría” de científicos españoles en su propia familia: “Mi bisnieto es un cerebro fugado”. De visita en Madrid para impartir una conferencia en la Fundación Ramón Areces (que era amigo de su padre), Ayala ha respondido las preguntas de Materia.

Usted es un experto en evolución. ¿Cómo seremos de diferentes los humanos dentro de 1.000 años?

Viviremos más, pero biológicamente seremos iguales. Mil años no son nada, apenas 40 generaciones. La vida cambiará mucho pero ya no evolucionamos tanto cambiando genéticamente sino culturalmente. Nos adaptamos adaptando nuestro ambiente a nuestros genes, en vez de adaptar nuestros genes al ambiente. Nuestra especie evolucionó en África tropical y nuestro cuerpo necesita 25 grados de temperatura para poder funcionar. Sin embargo vivimos en España, en Escandinavia, en Alaska, no porque nos haya crecido más pelo o piel para protegernos, sino porque creamos el ambiente que necesitan nuestro genes mediante las casas y la ropa. Creamos lo que necesitamos y así es como nos adaptamos al ambiente.

¿Puede esa forma de adaptarse acabar con nosotros?

Podemos acabar con nosotros mismos con bombas atómicas o haciendo que aumente la temperatura del planeta. Yo soy optimista. Creo que el conocimiento científico, el conocimiento tecnológico y el sentido común eventualmente prevalecen. Así sucedió durante la Guerra Fría cuando EEUU y Rusia podían haberse destruido mutuamente y con ellos el resto del mundo. El sentido común prevaleció.

Dice que el siglo XX fue de la física y el XXI de la biología. ¿Qué descubrimientos serán claves?

La clonación de animales domésticos está muy bien, porque tener muchos animales iguales tiene ciertos beneficios, también peligros, pero es posible evitarlos. La clonación de seres humanos no tiene sentido ninguno, aún cuando sea posible, y no lo será tal vez dos o tres décadas más, pero no hay razón para ello. No necesitamos producir más individuos y mucho menos individuos que sean idénticos. Lo que necesitamos es variación genética, más educación, más interacción entre individuos distintos. Va a haber más métodos para controlar el envejecimiento. Se puede decir que dentro de 50 años el promedio de vida llegará a 100 años. Cuando yo era niño y subía al tranvía había asientos reservados para ancianos de 60 o más años. Ancianos… yo tengo 79 y no me siento anciano. Hemos avanzado mucho en el promedio de vida porque controlamos mucho mejor las enfermedades infecciosas, la degeneración del cuerpo. Ahora nos enfrentamos a dos peligros en Occidente, la obesidad y el tabaco. El tabaco lo estamos controlando, pero la obesidad también acorta la vida. Calculan que en una persona de 60 años obesa su esperanza de vida son 12 años menos.

¿Qué sentido evolutivo tienen los vicios o el gusto por la comida basura?

Tenemos predisposición a grasas y azúcares, que dan muchas calorías y que eran muy raras en las condiciones en las que evolucionamos. Por eso se desarrollaron los instintos de que, cuando había alguna cosa dulce, quisiéramos comer más de ellas porque eran raras. Ahora que tenemos tanta disponibilidad de cosas dulces y grasas, esto se vuelve en nuestra contra. Es algo que hay que aprender a controlar porque es muy fácil engordar en el mundo moderno, pero no es racional.

¿Se está ganando la guerra contra el creacionismo?

Queda mucho por conseguir, hay que dar más educación científica y evitar que las escuelas públicas se enseñen cosas contrarias a la ciencia. Las guerras modernas contra la enseñanza de la evolución comienzan en el XX. Finalmente el Supremo de EEUU dijo que no se podía prohibir. Así surge el creacionismo, la ciencia de la creación. El Tribunal Supremo dice que eso no se puede enseñar porque es religión. Así surge el diseño inteligente, que dice que los organismos están diseñados, no dicen por quién, por un diseñador inteligente, no mencionan a Dios pero todo el mundo sabe que se refieren a Dios. En el único juicio serio que ha habido sobre eso, en 2005, el juez, un cristiano evangelista, dijo que eso era un camelo. Es una pretensión, dijo. El diseño inteligente no va a durar mucho. Intentarán inventar otro camelo pero les va a ser difícil.

Estos días se está tramitando en España una ley educativa que incluye la religión como asignatura puntuable en los colegios y que computa para poder pasar curso. ¿Cree que es acertado?

Yo estoy convencido de la sabiduría política práctica de la Constitución estadounidense, que es la más antigua del mundo y ha sobrevivido sin cambiar desde 1787. Una de las cosas que dice es que en ninguna institución pública, incluidas las escuelas públicas, se puede enseñar nada que vaya en contra ni a favor de la religión, ni tampoco nada que promueva la religión. A mí eso me parece una gran sabiduría. En las escuelas privadas uno puede enseñar lo que le parezca, pero no me parece muy buena idea que se enseñe la religión en las escuelas públicas porque tiene potencialmente muchos problemas.

¿Cree que en España hay un déficit de cultura científica?

Definitivamente, y en EEUU también. Hay muy poca cultura científica desdichadamente, no sé si más en un país que en otro. Si miramos a científicos de gran categoría está claro, hay muchos más en EEUU porque hay muchos más recursos, universidades muy bien mantenidas por el Gobierno y donaciones particulares. Hay mucho más apoyo a la ciencia, el Gobierno invierte el 3% del PIB en investigación científica. Luego hay otro factor, y es que la gente y las fundaciones dan mucho dinero a las universidades para investigación científica y por eso la ciencia prospera.

¿Los ricos en España no tienen cultura científica?

No tienen cultura científica y no tienen cultura filantrópica. Hay muy pocas instituciones filantrópicas. Y la gente que no es multimillonaria pero que es de clase media acomodada o alta, en EEUU damos dinero. Yo desde que terminé la universidad y tenía poco dinero daba por lo menos unos 1.000 dólares al año. Los antiguos alumnos dan dinero en la medida en que pueden. Esta tradición no la hay en España. Ahora estoy pensando en alguien que se haya graduado en la Universidad Complutense de Madrid y mande todos los años 1.000 dólares o 5.000 dólares. Aquí dan para la Iglesia, y aún así menos de lo que dan los americanos.

¿Todo científico español excepcional está condenado al exilio?

No. Hay científicos muy buenos en España. Pero no hay el dinero, el apoyo, los vehículos de enseñanza e investigación suficientes para producir muchos grandes científicos y por eso tienen que irse al extranjero. El caso típico más cercano a mí es un español que hizo el doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona y que es mi bisnieto. Salió dos años de investigador postdoctoral a Londres, luego a Oxford. Quiso volver a España, opositó para plazas, pero no lo consiguió. Nosotros sacamos continuamente plazas de nuevos profesores porque es una universidad pequeña, reciente, y estamos creciendo. En el departamento necesitábamos a dos profesores para el departamento de genética de poblaciones. Los candidatos escribe una carta y de unos 150 se elige a los 10 o 15 mejores. Se les hace alguna entrevista, vienen a dar seminarios y nos quedamos con los dos mejores. Uno de ellos fue él. Se llama José María Ranz. Mi bisnieto es un cerebro fugado. Tiene cerca de 40 años.

Usted fue asesor de Clinton durante ocho años. ¿Los políticos valoran la ciencia?

Definitivamente sí. Generalmente, cuanto más inteligentes son, más valoran la ciencia. Hay una cosa que los políticos, incluso los más reaccionarios, saben, y es que la ciencia es rentable. Hay tres estudios que yo conozca, hechos entre mediados de los 80 y de los 90, uno hecho por una oficina autónoma del Congreso americano, otro por una fundación privada y otro hecho por la Casa Blanca en tiempos de Clinton, que dicen, casi con resultados iguales, que el 50% de todo el crecimiento económico de EEUU a partir de la II Guerra Mundial se debe a descubrimientos científicos y tecnológicos que se hicieron después de la II Guerra Mundial. Esto quiere decir que cada año después de la contienda, el Gobierno invierte el 3% del PIB y se lleva el 50% de aumento del PIB por año. Cuando llega un presidente como Bush, que me dio la Medalla Nacional de Ciencia y que no entiende la ciencia ni tiene simpatía por ella, ni por nada intelectual, y quiere recortar un poco el apoyo a la ciencia, su propio partido en el Congreso se opone, porque saben que la ciencia es rentable, la ciencia rinde.

¿Qué dice pues de nuestros políticos el hecho de que en España llevemos cuatro años recortando en ciencia?

Es muy corto de vista. Están haciendo daño al país a corto y largo plazo. Hace años, los socialistas querían saber qué había pasado con la ciencia en los años de su Gobierno y me encargaron un estudio sobre el tema. Ellos ya sabían el resultado, claro. Hubo una gran expansión económica en los años 80. Al mismo tiempo la inversión en investigación pasó del 0,45 al 0,90% del PIB. En esos años el número de estudios publicados en revistas internacionales aumentó tremendamente. Las citas a estudios españoles crecieron un 17%, el mayor aumento de Europa después de Alemania. Ahí se ve cómo se está invirtiendo en ciencia, y la ciencia está pagando. Ellos me decían que pretendían continuar hasta llegar al 2%. Pero en los 90 llegó la crisis económica, cambio de Gobierno y se quedó en el 1% por 10 o 12 años. Ahora seguimos perdiendo tiempo y España sigue desangrándose, que es la expresión que yo uso respecto a los cerebros fugados. España invierte dinero en producir gente capaz, y después nos beneficiamos los estadounidenses, los alemanes o los franceses. Pensemos en el caso de Ranz. España le paga la enseñanza primaria y secundaria, la universidad, el doctorado, no sé si alguna beca, son muchos miles de dólares invertidos en él. Se ha invertido todo eso pero cuando llega el momento de producir se va a EEUU y nos beneficiamos nosotros de la inversión española de muchos años. Al no invertir en ese nivel alto de la ciencia se pierden las inversiones que se han hecho antes en niveles más bajos. No es un modelo de negocio razonable.

Información publicada por Materia.

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