Mario Rodríguez: “La emergencia climática estaba antes de la pandemia de COVID-19 y va a estar después”
Mario Rodríguez (Madrid, 1965) lleva 28 años en la organización Greepeace. En este tiempo ha pasado de activista raso a director. Durante este periplo, las acciones del grupo han tomado la central nuclear de Cofrentes o han visto una de sus lanchas embestida por la Armada en las aguas de Canarias durante una protesta contra los sondeos petrolíferos marinos. En un momento crucial para la agenda ecologista en el que la pandemia de COVID-19 ha hecho crudamente evidentes las consecuencias de la degradación ambiental al tiempo que la crisis económica derivada de la crisis sanitaria amenaza con relegar las prioridades verdes a un segundo plano, Rodríguez recuerda que la destrucción de ecosistemas es la causa primigenia de la aparición y expansión de enfermedades como la del nuevo coronavirus. Y alerta de que, antes de la pandemia, el planeta ya estaba en la encrucijada de la emergencia climática. Y “después de la pandemia, seguirá”.
¿La pandemia de COVID-19 está suponiendo un peligro para la protección del medio ambiente en España?
Yo creo que el debilitamiento de la salvaguarda ambiental está ahí. Sobre todo a nivel autonómico es un hecho irrefutable. En el Gobierno de la nación, por lo menos, el discurso va hacia otro lado. Ya veremos luego cómo se traduce en medidas, en leyes, etcétera. De momento sólo hay una declaración de intenciones. No hay nada todavía, digamos, sustanciado.
¿Ve riesgo de que, con la excusa de recuperar la economía, se eche mano de viejos modelos como el urbanismo a toda costa?
El peligro es real y patente porque lo que ha hecho la pandemia no ha sido que se vuelva a retomar un modelo que se nos hubiera olvidado. No se ha producido una disrupción o un punto de inflexión. A nivel autonómico, lo que están haciendo es una estrategia perfectamente trabada. Primero, debilitar el sistema de protección ambiental a nivel legislativo con lo que están haciendo ahora y luego lo que sí ha introducido la pandemia es que se ha acelerado. No tienen que mantener una pose.
La pandemia en las autonomías ha sido la excusa para acelerar ese proceso: en el caso de Andalucía, en el caso de Murcia, es claro en Madrid, con el cambio de la ley del Suelo. En Galicia son más sutiles con pequeños cambios. En la Comunidad Valenciana está un poquito más frenado que en otros momentos. Cataluña también. Entonces, la pandemia, desgraciadamente, no ha sido una nueva normalidad sino que vamos de forma acelerada a la antigua, la vieja normalidad. A efectos económicos y de protección ambiental vamos aceleradamente a peor.
¿Percibe un enfrentamiento Gobierno-comunidades en materia ambiental?
Esto es un problema claro de la administración autonómica que hemos detectado en comunidades de distinto signo político. Es decir, cambios de legislación ambiental se han dado en Andalucía, en Murcia, en Castilla La Mancha, en Madrid, en Cataluña. Distinto arco ideológico. En Castilla y León también empezará con algunas cosas y en Aragón con el tema agroganadero...
En el ámbito autonómico la dirección es totalmente opuesta a la transición verde, aunque dicen que sí que están alineados con ella, es un sálvese quien pueda. Hay que activar cualquier cosa que evite que aumente el paro usando el patrón convencional encima acelerado por miedo a que haya un colapso de la economía. En el Gobierno central el discurso es muy bueno, nadie lo niega. El enfoque es bueno. Han conectado la reconstrucción post-pandemia con la transición ecológica justa. Pero, a la hora de concretar, nos hemos quedado ¿y ahora qué?
¿Dónde están detectando los problemas?
Hay casos muy claros como el de la costa y el ladrillo. Esto es obvio. Pero, por debajo del radar, hay campos que estaban antes más camuflados. El tema del automóvil y de mantener el estatus de que hay que vender más por encima de cambiar el modelo, sigue vigente. Las ayudas al turismo no están condicionadas a ningún tipo de aspecto social ni ambiental con la novedad de que se está permitiendo que los hoteles puedan construir superficies con la excusa de la distancia social. Se está forzando los resortes de la ley de costas con la excusa de que tiene que haber una distancia social, que los hoteles tengan más espacios comunes. Eso es muy peligroso porque, con esa excusa, están ampliando superficies.
También el sistema agroindustrial de las grandes macrogranjas. Ese modelo ganadero intensivo es caldo de cultivo para este tipo de pandemias. Y lo que se está imponiendo en España en muchos sitios es el modelo agroindustrial de macrogranjas de porcino y vacuno. Ya se ha visto la problemática con los visones. Sin embargo, cuando hablamos con el Ministerio de Agricultura están dando una visión de los años 90: de alta productividad, concentración, reducción de costes, alto contenido en medicamentos, de piensos artificiales. Se trata de un modelo muy contaminante. España es el país con mayor emisiones de amoniaco en la Unión Europea y no es baladí que el porcino tiene ese problema. Entonces ahí vamos a peor. Es más, la estrategia de transición ecológica justa en el ámbito agrícola está totalmente desaparecida en combate. Lo asocian a la PAC porque dicen que la PAC va a tener un condicionante climático ambiental.
¿Dice que ve desaparecida la agricultura de la agenda ambiental?
Ha habido una idealidación de la España vaciada. Nosotros compartimos el hecho de que hay que dignificar la España vaciada, pero hay que dignificarla de una forma que sea sostenible. Lo que no puede ocurrir es que cometamos los mismos errores como fue crear monocultivos industriales, ahora monocultivos agrarios. Con grandes proyectos que lo que hacen es expulsar a la gente de la España vaciada porque las familias, la gente que vive de su explotación ya no va a poder hacerlo. Una granja de 30.000 vacas tiene 20 empleados, no tiene más.
Lo que se está haciendo en el medio rural es lo que se hizo en los focos industriales en las afueras de las ciudades que acabaron con cierres como el de Altos Hornos. Se está produciendo una concentración en el medio rural que tendrá un recorrido de 10, 15, 20 años y luego serán monocultivos que caigan. A lo que hay que añadir la contaminación de los acuíferos que, en España, son la reserva estratégica por una situación crítica. España tiene mucha agua subterránea, pero no se puede contaminar ni despilfarrar porque es básica para beber, para que no nos muramos. Este es un problema que para nosotros es uno de los grandes temas de esta legislatura, porque si no se cambia con este gobierno, ya va a arrancar y va a ser muy difícil pararlo.
¿Les decepcionó el plan de ayudas al automovil?
Sí es agridulce. Nos tienen acostumbrados a ir en la dirección correcta, pero... En este caso, evidentemente, se apuesta por el eléctrico y el híbrido, porque hay más ayudas, aunque las ayudas, viendo los precios, tampoco hacen decantarse a la gente, pero matienen la gasolina y el diésel, sin ningún condicionante, sin ningún phase out. Podrían haber puesto estos condicionantes dentro de los gasolina y diésel. Podría aparecer la renta como factor. No es lo mismo el que gana 60.000 euros al año y se quiere comprar un Mercedes que el que gana 20.000 al año y necesita la furgoneta para trabajar.
¿Sospechan que el miedo a la recesión económica deje de lado las prioridades ambientales?
Puede pasar si el modelo va mal. Hay un caso muy paradigmático que es el del plástico y la cultura de usar y tirar. Con la entrada de la pandemia y la necesidad de mascarillas, de productos de plástico, se ha vuelto a poner en valor un sector que estaban de capa caída. Ha vuelto a reflotar y parece casi un sector esencial. Y esto es peligroso porque una cosa es, obviamente, el material sanitario que es necesario y que nadie cuestiona -aunque se deriva un problema real de gestión de residuos-, pero otra cosa es la cultura del usar y tirar, del plástico, de la botella, de lo que es espúreo que no tiene que ver con esto. Ahí hemos ido para atrás un poco.
Por otro lado está el miedo a la recesión económica. Sería una buena oportunidad para que se impulsasen sectores económicos asociados a la transición verde. Un buen momento de hacer las transiciones, es decir, si se hace una ayuda a Seat que esté condicionada a una línea de eléctrica. No decimos que no se ayude, pero que haya una condicionalidad del dinero público para que hagas esto, no hagas otra cosa. Sin embargo, la sensación que hay es “voy a taponar la hemorragia que está generando esta situación y ya la transición verde más adelante”, cuando es al revés. En esta situación disruptiva, donde realmente las empresas necesitan de verdad ayuda pública.Tampoco hace falta presionar al nivel que podría exigir una asociación ecologista, entendemos que habrá que llegar a un término medio.
Hasta hace nada, se estaba incluso desarrollando un movimiento para dejar de tomar aviones a la hora de viajar, parece algo muy lejano ahora.
Lógicamente ahora mismo estamos en esta situación tan crítica que es atípica. Un país como España, que depende del turismo, que es uno de los pilares de la economía. Evidentemente es difícil que el Gobierno vaya a tratar de poner trabas al transporte aéreo porque colapsa el sistema turístico. Pero sí entraría dentro de lo posible que se les demandase a las compañías una hoja de ruta para cumplir con el Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático. Por desgracia hemos visto a los países ponerse proteccionistas: Alemania con Lufhansa, Holanda con KLM...
¿La pandemia está frenando cambios que ya estaban en marcha entonces?
Genera oportunidad y a la vez frena cosas. En el sector del transporte tampoco se está viendo, en aras de esta nueva normalidad, que se potencie la movilidad en las ciudades. Vale que están empezando tímidamente algunos carriles bici, pero que haya más espacios abiertos, que haya más protección de transporte público. Un cambio en los sistemas modales para evitar que el coche privado entre a saco. Se podría aprovechar que hemos vivido confinados y se ha visto que es factible. Y cómo baja la contaminación. Si lo que quieres es que la gente se sienta segura y a la vez no aumente la contaminación en una ciudad, en tu ciudad, tendrás que facilitar que la gente pueda ir con transporte público con más frecuencia, con mayor distanciamiento social, y eso se puede hacer. Se puede hacer con más autobuses, con más trenes, facilitando la movilidad en la ciudad por otros sistemas que no sean de coche privado. Ese cambio tiene que ser ahora. Si no, se pasa se pasa el tren. Este es el momento.
Sin embargo,el pasado 27 de julio se supo que un juez anulaba Madrid Central por defectos de forma ¿Servirá la sentencia de excusa al Ayuntamiento de Madrid para revertir la zona de bajas emisiones, cosa que no pudo hacer al inicio de su mandato?
Podría servir para revertir Madrid Central. De hecho, esa era la intención tanto de la Comunidad de Madrid, como del grupo municipal del PP. Era la intención inicial del actual alcalde el Sr. Almeida (y me temo que final) ya que el Ayuntamiento de Madrid no va a recurrir esta decisión judicial a pesar de que no paró de hablar de las bondades de Madrid Central para la salud de los madrileños y la lucha contra el cambio climático durante la celebración de la pasada Cumbre del Clima de Madrid. Tras esta sentencia, el Sr. Almeida tiene que posicionarse a favor de la salud de los madrileños y en contra de la contaminación y del cambio climático o seguir manteniendo el Madrid en blanco y negro dominado por el imperio del coche. O salud o coches. El alcalde no puede estar en misa y repicando.
¿Queda lucha en los tribunales por Madrid Central?
Sí, ahora toca recurrir ante el Supremo para evitar, una vez más, el desmantelamiento de Madrid Central. Porque mientras los defectos de forma son subsanables, el derecho a respirar aire limpio es irrenunciable.
¿En qué medida un shock como la COVID-19 va a potenciar la conciencia verde?
Creo que se ha tomado conciencia del impacto que tiene la actividad humana. Nuestro modelo actual sobre la naturaleza. De ahí a otro tipo de cambios va una larga distancia. De hecho se está observando que hay un efecto rebote en el aumento del tráfico aéreo, en el aumento del tráfico en las ciudades. Empieza a subir el nivel de contaminación y la gente vuelve a los patrones habituales. Yo creo que tenemos un efecto rebote negativo.No estamos viendo que haya una concienciación donde la gente diga bueno, como antes no hacía esto, voy a dejar el coche en mi casa y me voy en transporte público porque tiene miedo a que el transporte público esté muy lleno.
La pandemia ha puesto de relieve el impacto de la destrucción ecológica...
Desgraciadamente, esta pandemia ha puesto en evidencia lo que significa el deterioro de la biodiversidad. Antes era muy difícil este concepto de diversidad porque era muy etéreo. Se ha abierto un espacio en el que la gente empezó a comprender que la deforestación, el tráfico de especies, el sistema de cría intensivo es el origen. Pero tampoco es consciente de que evitando la deforestación o este tipo de prácticas se podría poner un colchón natural, una vacuna natural. Tenemos más esperanza en la vacuna médica que en la vacuna ambiental, pero es que hacen falta las dos. Obviamente, a corto plazo, la médica. Esto es indiscutible, pero si no se si no se cortan de raíz los factores de degradación ambiental, estas pandemias serán cada vez más recurrentes porque es un mundo globalizado, interconectado, donde se está yendo hacia sistemas de concentración de producción, lo que hace es potenciar las pandemias. Creo que ha ayudado a que la gente tome conciencia de que la degradación de los ecosistemas puede estar relacionada con esto y por lo tanto tiene que ser parte de la solución. Ya lo visualiza, lo visualiza, lo que pasa que lo ven lejos.
¿La crisis del coronavirus va a hacer más complicado afrontar la crisis climática?
No vamos al ritmo adecuado. La emergencia climática estaba antes y va a estar después. De hecho, la reconstrucción, que dicen que se va a ser en clave verde, debería acelerar los procesos de transición energética. Debería acelerarlos. La lucha climática se puede resentir porque los gobiernos sean timoratos, tengan cálculos partidistas a corto plazo o de cálculo electoral. En esta década tenemos que afrontar la emergencia climática con una velocidad que permitiese reducir las emisiones un 7% anual, con la pandemia superpuesta, esto se va a frenar. El efecto rebote lo vamos a ver el año que viene. Las emisiones [de gases de efecto invernadero] van a rebotar, ya están haciéndolo en China. Lo han hecho por encima de lo que estaba previsto.
¿Por qué cree que un proyecto hotelero reducido como el de la playa de los Genoveses en Almería ha generado tanto revuelo?
Yo creo que ha sido como una señal de alerta. Esto es un poco como pasó con Valdevaqueros. El Cabo de Gata es una especie de laboratorio para el país. Digamos que Genoveses, obviamente no es El Algarrobico. Se trata de la ocupación de zonas muy próximas en la interfase ya con una zona protegida que deben conservarse. No es lo mismo una explotación agraria como la que hay ahora en el cortijo, que introducir un hotel que luego dará pie a que otros cortijos se conviertan en hoteles.
Ejemplos como Genoveses indican una tendencia: la segunda generación de especulación y de degradación. Son terrenos a uno o dos kilómetros de la línea de costa. El concepto te lo venden como un turismo de naturaleza, digamos, muy específico de gente sensibilizada. Te pongo placas solares, reciclaje de aguas... Desde el punto de vista de la construcción, no creo que haya muchos inconvenientes. Pero el problema no es el caso en sí. La Asociación Amigos del Parque lo ha dicho muy bien: “No es el caso, sino la tendencia”. Lo que abre, que es esa nueva degradación.
¿Estamos ante la última oportunidad de salvar, o al menos, amortiguar la degradación de la costa?
Sí, sin duda. Nos hemos cargado casi toda el litoral. Oportunidad, no ya para la primera línea de costa donde, vamos, habría que deconstruir, sino para la segunda franja. Si no hacemos el cambio ahora habrá una nueva generación de especulación urbanística de 10 a 15 años, con otra burbuja más en esas zonas más tierra adentro y en un contexto de emergencia climática. Porque todas estas DANAS que estamos viendo serán más frecuentes. La naturaleza golpea para abrirse paso en la primera línea de playa y el espacio de crecimiento turístico se va a ubicar en lo que llamamos la segunda franja, entre cinco y 10 kilómetros donde, en general, hay muchas zonas de gran valor ambiental. Entonces, si este gobierno no reforma la ley de costas otra vez, por lo menos reformar teniendo en cuenta la estrategia, la adaptación al cambio climático y son valientes habremos perdido el tren, ya no habrá esa oportunidad: esa segunda franja, que era el amortiguamiento, estará también construida. Este es el estilo que representa Genoveses, un modelo mucho más sutil, pero muy dañino.
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