La memoria del abuelo gaseado en Mauthausen
La memoria no es la historia, es la vida rescatada. La historia está encuadernada en impecables manuales que se apilan en las bibliotecas. El relato universal que se construye con pruebas y consenso por los acaƒdémicos de todo el mundo. La memoria es lo otro, lo inesperado. La memoria no es la verdad, pero es la parte real de la historia. A Marcelino Bilbao le inyectaban vete a saber qué en el corazón para comprobar su fuerza. “Allí llegabas tú, para que te inyectara, como castigo o como experimento a ver cuánto tiempo resistías. A algunos les daban convulsiones, a otros se los llevaban a rastras. Seis sábados consecutivos me inyectaron al lado del corazón. Nos cogieron a 30, sólo siete logramos sobrevivir a los pinchazos. Entonces no me importaba morir, no tenía familia ni nada...” La memoria se escribe en primer persona, como estas palabras de Marcelino, uno de los supervivientes del campo de concentración de Mauthausen, en Austria, que la historiadora Montserrat Llor publicó en el libro Vivos en el averno nazi (Crítica, 2014).
La memoria es la segunda oportunidad de la historia. La memoria se hereda y forma parte de la biografía de uno cuando pregunta por los recuerdos de otro. De un antepasado al que no conociste, por ejemplo, el hermano de tu abuelo republicano, que se exilió a Francia para salvar a su familia de las represalias de Franco. Esa memoria viajó desde las fronteras españolas a los campos de concentración de Argelès-sur-Mer, la playa de los Pirineos Orientales, y de allí a Mauthausen, donde el 26 de octubre de 1941 fue asesinado en una cámara de gas, siete meses después de llegar al campo conocido por los 186 escalones de la cantera de piedra y porque fue allí donde los republicanos deportados españoles murieron en masa. Llegaron alrededor de 7.300 y fallecieron más de 4.000.
Cuentan los responsables del Centro Sefarard que allí llegan muchos alumnos de institutos pensando que el holocausto fue una película de Steven Spielberg. Y salen impactados ante las pruebas de la barbarie
La memoria también es lo que no se borra y lo que no se puede evitar. La historia forma parte del conocimiento y la memoria de tu biografía. Como la historia de Alfonsina Bueno y Josep Ester, una pareja de anarquistas que se conocieron en una fábrica de hilados en Berga (Barcelona) y que tras combatir en la Guerra Civil huyeron al exilio, donde lucharon con la resistencia a los nazis hasta que fueron detenidos por la Gestapo. Josep fue deportado a Mauthausen, donde se integró en el movimiento de resistencia, y Alfonsina al de Ravensbrück, donde fue sometida a un experimento médico que alteró su salud para siempre.
En marzo de 1945 Alfonsina fue trasladada a Mauthausen, junto con otras seis españolas más en un grupo de 1.799 mujeres. Allí, en el infierno de Mauthausen, después de varios años sin noticias, se reencontraron. En las duchas del campo. El encuentro no podía ser a la vista. Ambos sobrevivieron y retornaron a Francia tras la liberación del campo en mayo de 1945.
La foto del día en que llegaron las tropas norteamericanas es un icono democrático. Los supervivientes rodean para dar la bienvenida a un tanque que acaba de cruzar la puerta de acceso sobre la que hay una pancarta en castellano: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”.
Estas son algunas de las voces rescatadas en la exposición Mauthausen: memorias compartidas, organizada por el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Histórica, en el Centro Sefarad-Israel de Madrid. El ministro Félix Bolaños ha señalado el vínculo entre la memoria y la democracia, la importancia de las “pequeñas historias” en la construcción de la Europa de la tolerancia. Ha recordado que España no es un país incómodo con la diferencia, porque está habitado por diferentes. “Este Gobierno está comprometido en honrar a las personas que lucharon por la democracia”, ha explicado. También José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, ha sostenido en la inauguración de la muestra que el Gobierno no se olvida del legado de los republicanos. “España conoce lo que es el desprecio a la democracia”, ha dicho.
Con la memoria, la imaginación sube los 186 peldaños de la cantera de piedra que acabó con la vida de la mayor parte de los españoles prisioneros de los nazis, como indica el comisario de la exposición, Josep Calvet. Ha recuperado los testimonios de los supervivientes españoles y también algunos objetos. Ahí, en la vitrina, aparecen los anteojos, un tenedor y una cuchara, y una navaja de fabricación casera que se hizo Eliseo Villalba. A su relato le debemos una de las frases más recordadas del holocausto de seis millones de judíos y otros cuatro millones de opositores al Tercer Reich: “El intérprete, al final de su ilustración explicativa, nos dijo: 'De aquí sólo existe una manera de salir... la chimenea'. Tardé algún tiempo en comprender que la chimenea a la que se refería era precisamente la de los hornos crematorios. Triste y brutal perspectiva. Aquella chimenea no dejó de echar humo hasta unas horas después de aquella en que fuimos liberados”, escribió Eliseo en sus memorias.
La memoria es esa parte de la historia que te pertenece. La que guardas en una cinta VHS donde tu abuelo cuenta la España negra, el asesinato de su madre y la pérdida de su hermano. También es una reconstrucción en la que añades datos, como el triángulo invertido de color azul claro con el que los nazis señalaron a los republicanos españoles en el campo de Mauthausen. De allí sólo salieron vivos el 35% de los que entraron. Cuentan los responsables del Centro Sefarard que llegan muchos alumnos de institutos pensando que el holocausto fue una película de Steven Spielberg. Y salen impactados ante las pruebas de la barbarie.
Esta exposición recorre la memoria de los españoles que quisieron dejar constancia de su paso por el infierno para que nadie olvidase. Ya no queda ningún republicano deportado a Mauthausen vivo. Es un rescate de memorias compartidas con los judíos y también con los brigadistas internacionales que lucharon contra Franco. Pero sobre todo compartidas con nosotros hoy, aquí y ahora porque la memoria no caduca. La memoria es la vida que no encuentras en los libros que lees. No es la verdad, pero es lo real. Son estas pequeñas vidas supervivientes que se exponen para que nadie olvide su historia.
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