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La mitad de los menores matriculados en Infantil acude a una escuela privada

Dos niñas frente a las perchas de una escuela de Córdoba. / EFE

Daniel Sánchez Caballero

En las grandes cifras educativas España está en línea con los países de su entorno. Similares tasas de matriculación en todos los niveles, de titulación, nivel de inversión parecido (aunque siempre inferior a las medias) o unas ratios asimilables dibujan una foto fija equiparable a Europa, según el último informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo).

Es en los detalles donde se aprecian más las diferencias. Por ejemplo, las tasas de inversión son similares, pero más bajas. El Estado gasta el 3,1% de su PIB entre la Primaria y la Secundaria, cuando la media de la OCDE es del 3,5%. O la tasa de graduación en Secundaria —la etapa que marca el posible fracaso educativo—, también parecida, pero cinco puntos inferior (81% frente al 86% de media).

Los niveles de desempleo en relación a la formación directamente ni siquiera son equiparables: duplicamos las medias europeas.

La oferta pública no da abasto en Infantil

Empezando por abajo, España hace ya algunos años que logró la escolarización universal en la segunda etapa de la Educación Infantil, la que va de 3 a 6 años. En esa franja, no obligatoria, un 97% de los menores acude a algún centro frente al 87% de la media OCDE. En la etapa anterior, el 0-3, el 36% está escolarizado frente al 23% de la UE.

Este último indicador se ha disparado en nuestro país en los últimos años, pasando del 15% al 36% en poco más de una década. La OCDE señala la importancia educativa de esta etapa “como un pilar fundamental sobre el que asentar las bases del desarrollo cognitivo y mitigar los efectos de la falta de equidad a lo largo de la vida”.

Pese a ello, en España solo la mitad de los menores que están escolarizados entre los cero y los tres años puede ir a un centro público, no hay plazas para más. Entre los tres y los seis, el 66% de los pequeños va a centros de titularidad pública. Este reparto entre las escuelas del estado y las privadas en estas etapas no obligatorias es común en la OCDE, donde las cifras sobre matriculación son similares.

Donde España se queda atrás respecto a los países de su nivel socioeconómico es en inversión, un mal común en todos los campos. El Estado dedica 7.200 dólares equiparables a la educación de cada niño al año en Infantil, mientras que en la OCDE la media es de 8.600 dólares, un 19,4% más.

Sin embargo, esta menor inversión no se traduce en unas ratios más altas, como podría pensarse. El informe señala que España está algo mejor que la media de los países en la relación entre profesores y alumnado en Infantil: 14 alumnos por docente en la etapa de 3 a 6 años frente a los 15 de la UE y 10 alumnos en el 0-3, en consonancia con los países europeos. De lo que no se hace eco el estudio es de las grandes diferencias regionales en nuestro país: regiones como Madrid hasta duplican las ratios de otras como Baleares.

Poca Formación Profesional

En la etapa secundaria, la OCDE destaca la baja tasa de matriculados y graduados en la Formación Profesional (FP) de grado medio, un mal educativo del que son conscientes los responsables educativos españoles a tenor de sus declaraciones recurrentes sobre la importancia de la FP, pero al que no se le acaba de poner solución.

Así, uno de cada tres estudiantes de Secundaria elige la FP (33%), dato que en la media de la OCDE se va hasta el 40% y que en los países europeos del entorno más próximo es de casi uno de cada dos (46%). En esta etapa sí hay básicamente paridad entre matriculados hombres y mujeres, aunque la OCDE destaca que las estudiantes son mayoría en ámbitos de estudio como administración de empresas y derecho (un 62%) o salud y servicios sociales (77%).

A este respecto, la OCDE señala que “en algunos países, la FP ha sido marginada en las políticas públicas, a menudo eclipsada por un creciente énfasis hacia los estudios académicos”, en una definición que le ajusta a España como un guante. Sin embargo, continúa el informe, la FP tiene “micro y macro beneficios: ofrece la oportunidad de adquirir una cualificación e integración en el mercado laboral con un salario satisfactorio, oportunidades de desarrollo laboral, estatus profesional y competitividad económica”.

La brecha de género tras la universidad

El informe también señala la brecha de género que existe en España a la hora de acceder al mercado laboral y prosperar en él. Así, la OCDE explica que “el riesgo de desempleo se reduce considerablemente con el nivel de educación alcanzado”.

Los datos respaldan la idea: la tasa de desempleo del colectivo de personas sin Secundaria es del 21%, la de quienes tienen la ESO es del 14% y entre quienes están en posesión de un título de educación terciaria (universidad o FP de grado superior) no supera el 8%. Estas cifras prácticamente duplican las medias de la OCDE y la UE de los 23.

Para las mujeres este hecho es un poco menos cierto. Pese a que participan más del último nivel educativo (son el 55% del alumnado universitario y la mitad de las mujeres de entre 25 y 34 años tenía una titulación en 2018, frente a un 38% de jóvenes), se gradúan más (en el último curso fueron un 58,5% del total de egresados) y sacan mejores notas (7,04 por 6,83 de media), presentan peores tasas de empleo y salarios más bajos.

Según la OCDE, los varones con un título universitario tienen un porcentaje de desempleo del 19%, mientras que en las mujeres es del 24%. Además, ellas ganan un 18% menos que los hombres. Esta brecha es del 25% de media en la OCDE.

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