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La multiplicación del ocio al aire libre provocada por la pandemia incrementa la masificación en parques nacionales

Aforo completo en el parking de Cantochino, en La Pedriza (Madrid).

Raúl Rejón

27 de marzo de 2021 21:58 h

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La explosión del ocio al aire libre que ha traído la pandemia de COVID-19 ha empeorado los problemas de masificación en varios parques nacionales. La estampida experimentada el verano pasado tras el confinamiento hizo que entornos como la Sierra de Guadarrama (Madrid y Segovia) o Cabañeros (Castilla La Mancha) tuvieran un 30% más de visitantes que en el mismo periodo de 2019. En el otro extremo, los parques de las Islas Canarias vieron sus visitas recortadas un 60%, según los datos del Seminario permanente de uso público de la Red de Parques Nacionales.

La pandemia ha conllevado temor a las aglomeraciones y un traslado de buena parte del ocio a lugares abiertos. Los espacios naturales protegidos en general y determinados parques nacionales en particular han soportado un incremento de la presión. Los gestores de estos espacios han percibido “mayor afluencia de personas menos concienciadas ambientalmente y con menor respeto a la naturaleza. Hay mucha basura”. Además, “en los primeros momentos después del confinamiento, en algunos parques las visitas fueron masivas, de forma que era difícil cumplir con las normas”, resumen los miembros del seminario.

El confinamiento para frenar la primera ola de la COVID-19 desplomó las llegadas de humanos a toda la red de parques españoles. Pero, con la desescalada y el verano, los parques de montaña de la península y los más cercanos a la ciudad de Madrid vieron cómo se pulverizaban las marcas de asistencia del año anterior.

Así que, tras seis meses de hibernación, la presión creció. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) explica que “la rápida expansión de la demanda turística asociada a áreas naturales protegidas refuerza la necesidad de unas directrices para alcanzar un uso sostenible, coherente con los objetivos primordiales de conservación”. Este análisis no siempre encuentra una implementación en España, donde el sector turístico es potentísimo. La tentanción de rentablizar económicamente los espacios naturales protegidos es constante.



Una Pedriza aún más saturada

Al Parque de la Sierra del Guadarrama, entre julio y agosto pasados, llegaron 449.000 personas, un incremento del 28% respecto a esos meses del curso precedente. De hecho, en el acceso que este parque tiene en la zona de máxima protección llamada La Pedriza, la multiplicación se disparó especialmente: de 18.000 entradas en 2019 a 30.500 en 2020. Un salto del 69% en un área ya muy saturada.

Después de verano, con la llegada del invierno y las nieves de la borrasca Filomena, los episodios de atascos inmanejables en las subidas a esta sierra se han sucedido. “Ahora tenemos la seguridad de que va a saturarse en Semana Santa”, afirma Nines Nieto, de Ecologistas en Acción. Nieto pide que se haga “un esfuerzo muy grande pidiendo responsabilidad a los ciudadanos” y que las administraciones cierren los accesos cuando se saturen los aparcamientos. “La naturaleza tiene sus ritmos y su capacidad de reacción y la estamos acogotando. No podemos seguir llenándola de gente, actividades sin control y de basura por todas partes”.

En una estela parecida, el Parque Nacional de Cabañeros pasó de recibir 15.300 visitantes entre julio y septiembre de 2019 a sobrepasar los 20.100 en el mismo periodo de 2020. Es un salto muy grande, del 30%, para un ecosistema como el de Cabañeros, que ronda una media de algo más de 100.000 turistas anuales para los doce meses del año.

Este parque, que apenas dista 160 kilómetros de Madrid, es uno de lo tres que gestiona directamente el Estado (la mayoría están asumidos por las comunidades autónomas). El Ministerio de Transición Ecológica dispuso el pasado 18 de marzo un cupo diario de visitantes y de acceso al aparcamiento para realizar la ruta más frecuentada del espacio (la de El Chorro). “Se garantiza la calidad de la visita y se asegura la conservación de la integridad de su patrimonio ecológico”, son las explicaciones del Ministerio para adoptar esta medida.   

Otro enclave con fuerte aumento de presión durante la desescalada tras confinamiento fue el parque de Monfragüe, en Extremadura. Este ejemplo casi perfecto de bosque mediterráneo a poco más de 200 kilómetos de la capital de España pasó de gestionar un volumen de 109.000 visitantes en los tres meses estivales de 2019 a recibir 123.000 el último verano. Un incremento del 11%. “Cifras llamativas”, las califica el resumen de resultados del Seminario.

Un equilibrio difícil

La organización de Nines Nieto, Ecologistas en Acción, analiza que se ha generado un sistema en el que “el turismo es negocio si es masivo y si es masivo no acompaña bien al mundo rural”. Critican que las administraciones se limiten “al control de frecuentación mediante la ordenación con infraestructuras y servicios de atención al visitante y no hacen una verdadera gestión”. También entienden que se produce un “efecto llamada al construir equipamientos de acceso privado, merenderos, pasarelas…” Y resumen: “Estos espacios se transforman en unidades de gestión más similar a parques urbanos o periurbanos que a espacios naturales”.

La IUCN, por su parte, sí desgrana impactos positivos del turismo en general en áreas protegidas como son la “educación pública, la generación de conciencia sobre el valor de los recursos naturales, la generación de ingresos para comunidades locales, la creación de servicios para los residentes o la mejora del nivel de vida”. La Unión explica que es “es difícil establecer un equilibrio” ya que “incluso un turismo bien gestionado generará impactos negativos para la conservación”.

Una de las medidas de gestión primordiales es conocer la capacidad de acogida que tiene cada parque y que está por desarrollar en España. El Parque Nacional de Picos de Europa es el más visitado de España en los meses de verano. En julio, agosto y septiembre de 2019 pasaron por allí 870.000 personas. En 2020, una vez abierto el espacio al público, llegó casi al millón de visitantes: 942.900. Un giro de tuerca del 8%.

Lo cierto es que los parques de montaña, en general, han sido objetivo de las escapadas para el ocio al aire libre. En Ordesa y Monte Perdido, en los Pirineos oscenses, los contadores de vehículos marcaron un incremento en el verano del 7% respecto a 2019: de 120.000 a 128.000. En Sierra Nevada (Granada), los datos de aforadores pasaron de 116.000 a 123.000, un 6% más. Una excepción ha sido el Parque Nacional d’Aigües Tortes y Estany Sant Maurici (en los Pirineos catalanes) que el verano pasado tuvo un 5% menos visitantes que el anterior. 

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