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La niña que nunca olvidó el último beso que le dio su hermano antes de que lo mataran

Melchora González Soto, a los 96 años, hermana de Urbano González, asesinado y desaparecido en Villadangos del Páramo en 1936

Olga Rodríguez

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Melchora González Soto, la pequeña de su familia, fallecida este 2023, siempre quiso honrar la memoria de su hermano Urbano, asesinado por los golpistas en 1936 sin simulacro de juicio previo y arrojado a una fosa en Villadangos del Páramo (León) con más víctimas. Su esperanza de encontrar sus restos y enterrarlos con los de su madre creció con la exhumación de parte de esa fosa en febrero de 2022.

Hace unos meses la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) extrajo una muestra de ADN a Melchora en su casa y la envió para su cotejo. “Siempre he querido encontrarle. No puedo olvidar el dolor de mis padres”, contó entonces a elDiario.es.

Ahora el laboratorio de la Universidad del País Vasco acaba de notificar que entre los restos exhumados ha podido identificar los de su hermano Urbano González Soto. Pero la confirmación llega tarde.

La familia de Melchora ha acogido la noticia con la alegría del hallazgo, que “es una reparación”, pero con la tristeza de que ella no esté “para ver lo que tanto había esperado y deseado”, cuenta Carmen Méndez, su nieta.

elDiario.es habló con Melchora González –Chora, para la gente cercana– poco antes de su fallecimiento, en su casa de Valencia de Don Juan. Estos eran sus recuerdos cuando todavía estaba a la espera de la identificación de los huesos exhumados.

¿Qué recuerda de su hermano?

Cómo olvidarlo. Yo tenía diez años en 1936, era la más pequeña de la familia. Unos días antes de su asesinato unos falangistas le llamaron a él y a otros cinco de aquí del pueblo para que fueran a declarar al cuartel de la Guardia Civil. Y como mi hermano no tenía un pecado ni nada, fue. Y se tuvo que quedar. Estuvo dos o tres días en la cárcel del pueblo.

Tengo entendido que usted fue a verle

Sí. Le llevé el desayuno todos días, café con leche, porque no le gustaban las sopas de ajo, que entonces se desayunaban mucho. No me olvido del último beso que me dio entre rejas. Esa fue la última vez que le vi. El día que se lo llevaron hacía mucho frío. Mis padres salieron a ver cómo los trasladaban en un camión. Pensaban que les llevaban a San Marcos [campo de concentración franquista en León] porque eso fue lo que nos dijeron. Mi madre salió corriendo detrás de él.

Yo veía llorar a mis padres y al verles así, lloraba también

¿Y cómo supieron que era él uno de los asesinados en Villadangos del Páramo?

Alguien dijo a mis padres que los habían matado. Yo les veía llorar y al verles así, lloraba también. Pensaba cómo podía estar muerto mi hermano, con lo buena persona que era. Era una cría, pero lo recuerdo todo. No olvido cuánto padeció mi pobre madre.

Él era hijo de obrero, fuimos obreros siempre. En el pueblo el médico era el jefe local de Falange. Mi madre, que era matrona, había ayudado a nacer a sus hijos. Pero él y otro señalaron a mi hermano, ya ves…

Pensábamos que nunca íbamos a poder encontrar sus restos. Por eso nos dio tanta alegría la exhumación y la suerte de que quizá puedan ser ellos. A ver, estamos a la espera.

Hicieron un monumento a los caídos por Franco, pero de mi hermano y de los otros no dijeron ni mu

Mi madre en vida no tuvo ninguna reparación, porque aquí en el pueblo hicieron un monumento a los caídos que habían muerto en el frente luchando con Franco, pero no se dijo ni mu de mi hermano ni de los demás asesinados.

A las familias de las víctimas las dejaron de lado. Y claro, mi madre dijo “ay, por Dios, por mi hijo y por los demás no hicieron nada, su nombre no está en ningún sitio”. Y ahora pienso en ella: “Madre, si vieras su nombre ahora en una placa…”.

¿Se acuerda de la cara de su hermano?

Sí, sí [susurra]. No era ni alto ni bajo, era normal. Había estado en Francia con otro compañero. Entonces no iba nadie a Francia, pero ellos fueron a ganar cinco duros. Y eso quizá también hizo que se la juraran, esas cosas que pasan.

Íbamos a tener dos bodas pero tuvimos dos novios muertos. Uno, sin entierro ni procesión. Como si no hubiera ocurrido

¿Cómo se enteraron de que a Urbano lo habían enterrado en una fosa en Villadangos?

Alguien se lo dijo a mis padres, no sé quién. Las familias de los asesinados quisieron ir en coche hasta allí para reconocer los cuerpos. Pero se necesitaba un salvoconducto y mis padres no tenían.

Pero una tía mía de Villamañán [otro pueblo de León] que estaba casada con un señor abogado y era gente lista, logró ir con su marido. Y así se enteraron de que lo habían matado. El secretario de allí de Villadangos les dijo que lo habían enterrado con un abrigo jaspeado que, según la descripción, correspondía al suyo.

Mi hermano llevaba algo de dinero, una cartera, un reloj y una foto en la que aparecía él. No hubo rastro del reloj ni de la cartera, pero sí de la foto, la habían guardado y se la dieron a mi tía.

¿Las familias de los asesinados en este pueblo tuvieron algún tipo de relación después?

Sí, mucha. Mucha. Estaban unidas, se apoyaban de puertas para adentro. Con dolor se juntaban y a llorar, la madre de uno con la madre de otro o con la hermana de otro y hablaban todas de lo mismo.

Pero madre no disimulaba con otra gente. Alguna gente le decía que se callara, que la iban a meter en la cárcel. Mi madre contestaba: “A mí no me importa, como si me matan. Digo lo que me sale del corazón, porque mi hijo era un hombre hecho y derecho de 29 años y me lo quitaron de delante. ¿Cómo no voy a hablar?”. La pérdida de un hijo… Mi madre no callaba, no se avergonzaba.

Pienso mucho en ella. Mucho. Iba a misa, pero de otra forma, antes le gustaba ir, después empezó a cogerle un poco de manía.

¿Estaba casado su hermano?

Tenía novia. Iba a casarse pronto. En la familia íbamos a tener dos bodas y en su lugar tuvimos dos muertos. Uno, con entierro y homenaje. El otro, nada. Desaparecido. Como si no hubiera ocurrido.

Mi hermano se casaba en septiembre del 36. Y mi hermana mayor, también. Pero a mi hermano lo mataron los franquistas, y el novio de mi hermana murió en el frente. Fue el primero del pueblo que cayó en la guerra. Era del bando nacional. Mi hermana no se casó nunca. Ni ella, ni la novia de mi hermano.

Aquí en el pueblo hubo una gran procesión por el novio de mi hermana porque era del bando de los franquistas. Yo me acuerdo que iba detrás en la procesión. Iba a ser un cuñado, pero no era un hermano. Para mi hermano, no hubo ni procesión ni nada.

¿Era del pueblo la novia de su hermano Urbano?

Carmina se llamaba. No, eran asturianos. Alquilaban una casina aquí, venían a veranear. Decíamos que venían a secarse. Mantuvo relación toda la vida con mi familia y la pobre no se casó más, no quiso. Fue madrina de uno de mis sobrinos, que lo llamaron Jesús Urbano, por mi hermano Urbano, su prometido. La mataron un poco. “Me morí”, decía ella. “No me casé con él, no me caso con nadie”, decía Carmina. Aquí no hubo guerra, pero fue horrible.

¿Cuántos hermanos eran en total?

Cuando mataron a mi hermano Urbano éramos cinco, pero habíamos sido diez. Uno se ahogó entre paja, otros murieron también. El de la paja estaba trabajando, era un obrero. Hacía montones de paja en los almacenes que los terratenientes tenían para el ganado. Y se le vino encima una montaña de paja.

¿A qué se dedicaba su padre?

Al campo. Pero a sueldo, no tenía tierras. Trabajaba para señores. Como mi hermano, el que se asfixió con la montaña de paja que le cayó. Y mi madre por las casas, ayudando a las que parían, le daban la voluntad. Pero era buena. El propio médico, cuando alguien iba a dar a luz, la llamaba a ella. La llamó para el parto de su esposa.

Ella ayudaba a todo. También a los gitanos, cuando venían por aquí como titiriteros. No hacía distinción. Había gente que le decía “vaya con cuidado que cualquier día la meten un navajazo”. Y ella contestaba que los gitanos eran personas como todos los demás. Braulia se llamaba mi madre. Lo que sufrió. Cuánto años lleva mi pobre hermano por ahí perdido… Aquel beso que me dio no se me olvida.

*Esta entrevista se realizó en vida de Melchora, en su casa de Valencia de Don Juan, hace unos meses. Los restos de su hermano Urbano, recién identificados, serán entregados próximamente a su familia por integrantes de la ARMH.

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