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Los políticos siguen asumiendo las tesis de la industria sobre que existe un consumo saludable de alcohol

Archivo - Una camarera sirve una copa de vino en el interior de un bar de Barcelona

Sofía Pérez Mendoza

21 de febrero de 2022 22:49 h

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Que la industria del alcohol influye en las políticas de salud pública de los países es de sobra conocido. La última manifestación se dio hace solo unos días en el Parlamento Europeo, donde una mayoría de diputados apoyaron retirar del Plan Europeo contra el Cáncer las referencias, avaladas por una evidencia científica aplastante, a que el consumo de bebidas alcohólicas es siempre perjudicial para la salud, aunque sea en pequeñas cantidades.

El informe final solo hace alusión a los riesgos de una ingesta abusiva tras la enmienda liderada por la eurodiputada del PP, Dolors Montserrat, para no “criminalizar el vino, el cava y la cerveza”, según escribió ella misma en un tuit en el que defiende “el consumo moderado y nuestra reconocida dieta mediterránea”. La maniobra no es nueva. Una investigación publicada el 1 de febrero pasado en The Lancet revela el potencial de la industria para frenar las regulaciones. La mayoría de veces de manera soterrada, filtrando sus intereses, como en este caso, en las declaraciones de los países responsables de regular el consumo.

Una de las tesis es esta presunción de que hay una cantidad aceptable, no perjudicial, de consumo, pero existen más. Las investigadoras citan las siguientes: “Promover el consumo responsable porque es beneficioso, beber excesivamente es el principal problema, centrar el problema en los jóvenes o en las personas que conducen, alertar sobre los costes de cambiar el etiquetado o refutar la evidencia disponible”.

“Los políticos han logrado modificar un informe científico elaborado por una acumulación de evidencia que es imposible contradecir. Funciona todo así: con tabaco, alcohol, bebidas azucaradas... Estamos acostumbrados y es lo que ya conocemos”, lamenta Iñaki Galán, investigador del Centro Nacional de Epidemiología, respecto al caso europeo.

Del Plan Europeo contra el Cáncer desapareció la siguiente frase: “La OMS reconoce que no existe un nivel seguro de consumo de alcohol en lo que respecta a la prevención del cáncer e insiste en la necesidad de tener esto en cuenta al diseñar y aplicar las políticas de prevención”. En la votación no influyó tanto si los eurodiputados eran de derechas o de izquierdas. Las enmiendas fueron apoyadas fundamentalmente por representantes de países productores de vino (sur de Europa, Francia, España...). “Para mí el titular de todo esto es que los políticos que han votado en contra de este informe –que no es vinculante– no defienden en realidad los intereses de los ciudadanos sino de la industria”, incide Galán.

Sabemos que para el cáncer la ingesta no tiene ningún límite de seguridad, pero la industria se aprovecha de que es algo cultural, vinculado a la socialización de un país como España

Iñaki Galán, investigador del Centro Nacional de Epidemiología

El resultado directo de estos mensajes, dice el epidemiólogo, es que la “gente no sabe diferenciar el riesgo que asume”. “Con toda esa desinformación se podría pensar que el consumo moderado es hasta bueno y sabemos que para el cáncer la ingesta no tiene ningún límite de seguridad, pero la industria se aprovecha de que es algo cultural, muy vinculado a la socialización de un país como España”, analiza.

Las evidencias son palmarias y hablan de una relación directa entre la ingesta de alcohol y el cáncer, incluso en cantidades pequeñas. El consumo moderado de alcohol, enarbolado por Montserrat y la industria y que se concreta en una cantidad de menos de dos cervezas diarias, provocó 100.000 tumores en 2020. Son el 15% de los cánceres generados por tomar estas bebidas, que a su vez están detrás del 4% de todos los diagnósticos de cáncer en aquel año, según un estudio publicado el pasado mes de julio en la revista The Lancet Oncology.

“Mucha de la influencia es indirecta”

Sin embargo, el arsenal científico no ha frenado significativamente la capacidad de la industria para presionar a los gobiernos. Las investigadoras Pepita Barlow, Deborah Gleeson, Paula O'Brien y Ronald Labonte analizaron 212 declaraciones de países de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre nuevas políticas de etiquetado propuestas por 10 gobiernos entre 2010 y 2019. En concreto escanearon las discusiones del Comité de Obstáculos Técnicos al Comercio (TBT, por sus siglas en inglés), creado en 1995 para “compaginar la defensa de los objetivos de política normativa y el respeto de las disciplinas esenciales del comercio multilateral”.

Según las conclusiones, solo en el 3,3% de las declaraciones los países reconocieron abiertamente que estaban incorporando las tesis defendidas por la industria. En el 55,2%, 117 declaraciones, se encontraron argumentarios que responden a los intereses de los productores pero sin referencias explícitas a ellos. “Aunque los países de la OMC parecen influenciados por los intereses de la industria de alcohol, solo una minoría aludió a sus demandas, lo que sugiere que mucha de la influencia es indirecta”, colige el estudio, publicado el pasado 1 de febrero. La mayoría de las alegaciones se realizaron por parte de estados ricos (países de la Unión Europea, Estados Unidos o Nueva Zelanda), añade la investigación.

El etiquetado es el gran caballo de batalla de los productores de bebidas alcohólicas, asegura Galán. “La industria alcoholera tiene mucho miedo porque piensan que se les va a etiquetar como dañinos, pero es verdad. No quieren asumirlo, se encuentran cómodos en esta fase marcada por el mensaje de que el consumo excesivo es nocivo pero el moderado es fantástico”.

El texto final del Plan Europeo contra el Cáncer también se modificó a este respecto. Si decía que se “apoya que se facilite información más completa a los consumidores mediante la mejora del etiquetado de las bebidas alcohólicas para incluir advertencias sanitarias y la introducción del indicador obligatorio de la lista de ingredientes y la información nutricional”, se ha votado que diga “apoya que se facilite información más completa a los consumidores mediante la mejora del etiquetado de las bebidas alcohólicas para incluir información sobre el consumo moderado y responsable y la introducción del indicador obligatorio de la lista de ingredientes y la información nutricional”.

Es cierto que existe un consumo de bajo riesgo, que minimiza el daño, pero nunca es cero. La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semyfc) recuerda que esa ingesta “moderada” se sitúa en dos unidades de alcohol al día en varones y una en mujeres, lo que equivale a uno o dos vasos de 100 cc de vino o de 250 cc de cerveza. “Este consumo supone un riesgo de mortalidad de 1/100, que por consenso se considera aceptable en caso de conductas voluntarias”, dice la Semyfc.

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