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¿Qué pasa con profesores y alumnos de las carreras de tres años? Una apuesta lastrada por el precio de los másteres

Un grupo de alumnos en una sesión de bienvenida del curso 2020/2021 en la Universitat de Lleida, una de las que imparte grados de tres años

Mónica Zas Marcos

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El Ministerio de Universidades desveló el martes su intención de fulminar los grados de tres años, una modalidad extendida en Europa y que consiste en una formación genérica y la posibilidad de especializarse durante dos años más con un máster en el mismo centro u otro distinto. De ahí que se conozca entre la comunidad educativa como 3+2. En España, el 18% de las universidades los ofertan, aunque no llegan ni al 30 de los 3.008 títulos expedidos.

La propuesta se encuentra de momento en un borrador, el del nuevo decreto de Ordenación de las Enseñanzas en el Sistema Universitario Español, pero la reacción ha sido inmediata. Los hay que aplauden su extinción porque “castiga a los estudiantes con menos recursos y favorece el mercado de títulos de posgrado en universidades privadas”, como dice CC.OO, y los que piensan que supone ir a contracorriente de otros países europeos, como los rectores que apostaron por ellos. 

En el medio, profesores y alumnos se muestran contrariados sin saber qué pasará con los grados actuales o con su futuro, a la par que reciben un aluvión de titulares al día: que los grados de tres años no forman lo suficiente, que se centran solo en lanzar al alumno al mercado laboral o que el 3+2 supone una brecha para quienes no se puedan permitir pagar dos años de créditos de máster, que son más caros que los de grado.

“Ayer me encontré con un montón de mensajes sobre esto”, explica María Navarro, estudiante de 18 años en Diseño Digital y Tecnologías Creativas en la Universidad de Lleida (UdL). “No estamos preocupados por el hecho de terminar la carrera”, puesto que el Gobierno contempla una moratoria de cuatro años, “pero nos da miedo que pueda repercutir en nuestro futuro y que nos echen para atrás por esto en entrevistas de trabajo”, dice expresando un sentimiento común en su clase.

“Una explicación por parte de la universidad no vendría mal en esta época de tanta incertidumbre”, reclama. Aunque muchas no se lo han comunicado a los alumnos, las universidades que los imparten se reafirman en su modelo y algunas planean oponerse a esta parte del decreto.

Por su parte, el Ministerio de Universidades arguye que estos grados son minoritarios y no han sabido o podido imponerse en el sistema educativo. Sindicatos como CSIF consideran coherente “homogeneizar el sistema 4+1”, pero no obvian que “la decisión va en perjuicio de la valoración de los alumnos y universidades que habían optado por este modelo”, prevé su portavoz de Universidades, Ramón Caballero.

No estamos preocupados por el hecho de terminar la carrera, pero nos da miedo que nos pueda repercutir en el futuro y que nos echen para atrás en trabajos por esto

“Nosotros apostamos por ellos porque no nos fijamos en años, sino en competencias”, dice Virginia Luzón, vicerrectora de comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona. En la UAB imparten en tres años los grados de Estudios Socioculturales de Género y el de Gestión de Ciudades Inteligentes y Sostenibles. “No tienen nada que ver con los títulos de 240 créditos”, reconoce la responsable, y son solo dos porque la UAB “tiene muchos grados y no había margen para crear más”.

Catalunya es la comunidad que más se ha decantado por el 3+2. En total, son 17 titulaciones ofrecidas en ocho universidades distintas, muchas privadas pero también públicas, como la UAB, la Pompeu Fabra o las universidades de Lleida y Barcelona. Los rectores lamentan que el ministerio de Manuel Castells no les haya dado la oportunidad ni siquiera de auditar su utilidad.

La breve historia del 3+2 se puede resumir en seis años, desde 2015, cuando José Ignacio Wert, ministro de Educación del Partido Popular, aprobó por decreto ley que las universidades pudieran optar por tres años para algunas titulaciones o grados de nueva creación. Según su ideólogo, Jorge Saínz, por entonces secretario general de Universidades con el PP, la intención era poner a España en la senda de la Unión Europea, donde el 3+2 es la fórmula mayoritaria, como en Francia, Portugal o Alemania.

“Teníamos la idea de las carreras de tres años desde la llegada del espacio común europeo, ya que los países con una educación más sólida las imparten”, argumenta Carles Sigalés, vicerrector de la universidad de titularidad público-privada UOC (Universitat Oberta de Catalunya). “Acabar con esos grados atenta contra la autonomía universitaria y supone ir en contra de la tendencia de nuestros países vecinos”, critica. 

Todo radica en una falta de comprensión en España de la educación, donde parece que hay que pasar muchos años en la universidad estudiando 'de codos'

Su universidad imparte Diseño y Creación Digitales porque “entendíamos que los grados de tres años debían estar dirigidos a ámbitos de las TIC o del diseño, que tienen un reclamo profesional muy fuerte”, explica el vicerrector. Lo dirige Javier Melenchón, para quien su duración es un reclamo precisamente “por motivos de rapidez de acceso al mundo laboral, económicos y de conciliación con la vida familiar o laboral”. “Es un grado generalista a precio público que cuenta con la evaluación positiva de las agencias de calidad”, asegura.

Los dos responsables de la UOC se muestran en contra de la idea de que tres años sean insuficientes: “La idea de que la educación comienza a una edad y termina en otra es cosa del pasado”, defiende Carles Segalés. Para él, “lo que hay que hacer es facilitar las vías de acceso a los campos laborales que tengan demanda”, dice en referencia a los escalofriantes datos de paro juvenil, que rondan el 40,9%. “El ámbito digital es muy cambiante” y, según Melenchón, el grado corto que él dirige responde a esa “actualización constante”. 

“Es absurdo añadir años de forma artificial cuando ya han sido verificados por una agencia de calidad”, comparte Luzón, de la UAB. Sin embargo, la mayoría termina asumiendo que si es necesario, intentarán convertirlos en grados de cuatro años. “Claro que mis alumnos están inquietos por su futuro; yo misma lo estoy porque no sé qué va a pasar o si me van a decir que lo reconvierta en un grado de cuatro años”, reconoce Esther Valdés, directora del Grado de Gestión Urbana de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), un centro privado en Madrid. 

“En tres cursos se ofrecen unos conocimientos muy potentes, pero se me ocurren mil cosas para incluir en un año más”, dice más positiva, aunque admite que este debate perjudica a la imagen pública de grado. Al mismo dilema se enfrenta la UOC, donde hay 1.700 alumnos en Diseño “que empezaron en su momento un título perfectamente legal y certificado, y de la noche a la mañana se encuentran con que su grado está puesto en entredicho”, lamenta Sigalés. 

Claro que mis alumnos tienen inquietud por su futuro. Empezaron un título perfectamente legal y certificado y de la noche a la mañana se encuentran con que su grado está puesto en entredicho

Además, la UOC tenía en el tintero dos nuevos grados de tres años sobre aplicaciones de software e interacción multimedia. “Están diseñados para que sean coherentes en tres años, y eso no se arregla añadiendo unas cuantas asignaturas más al cuarto año”, se resigna. “Todo radica en la falta de comprensión de la educación en España, donde parece que hay que pasar muchos años en la universidad estudiando de codos”, dice Valdés, paisajista y defensora de la formación multidisciplinar, dinámica y de los talleres prácticos.

Aunque todos los responsables defienden de forma vehemente la educación en tres años, no obvian el problema que existe en España con el precio de los másteres, que ha logrado poner en entredicho el sistema 3+2.

El problema español: el precio de los másteres

María Navarro, la estudiante de Lleida, reconoce que el asunto del máster es una conversación recurrente entre su promoción, que paga 1.500 euros al año por los créditos de grado: “La inquietud está ahí, porque hay gente a la que le cuesta un poco más, te lo replanteas y preocupa. No poder acabar la formación porque no te lo puedes permitir es un gran problema”, admite. Aun así, a ella le salía rentable porque es “una carrera muy innovadora y no se imparte en la modalidad de cuatro años”. 

Estos días han salido a flote las razones del debate sobre el 3+2. ¿Es una fórmula de formación escasa o el problema radica en el asunto económico? Todas las respuestas recabadas por este diario señalan a la segunda. Juliette, francesa de 28 años y residente en Madrid, estudió Letras modernas, Lengua y Literatura francesa en esta modalidad en la Universidad de Angers. En su opinión, la fórmula de los tres años para los conocimientos genéricos ahorra tiempo al estudiante y le ofrece una opción de futuro más amplia. “Elijas la carrera que elijas, luego tienes la oportunidad de cambiar de rumbo sin que se haga muy tarde”, defiende. Ella hizo un máster en Gestión Cultural en España, en la Carlos III, pero reconoce que el sistema francés tiene serias ventajas en esto también.

La inquietud está ahí, porque hay gente a la que le cuesta un poco más, y te lo replanteas y preocupa. No poder acabar la formación porque no te lo puedes permitir es un gran problema

“Los créditos del máster en Francia son siempre más caros que los del grado, pero aún así son mucho más baratos que los de España”. En la mayoría de países europeos, estudiar un máster cuesta lo mismo que estudiar un grado o, como mucho, alrededor de 100 euros más. Pero en nuestro país esta diferencia puede llegar a ser superior a 1.000 euros. 

Esther Valdés, directora de grado de la UCJC, reconoce que “es un argumento muy válido” y que hay que “hacer una revisión de los precios en la educación pública”. Pero cree que dar carpetazo al sistema 3+2 es “ir por la calle del medio, sin resolver el problema de raíz y alejándonos de Europa”. Carles Sigalés, vicerrector de la UOC, defiende que había soluciones en marcha, al menos en Catalunya. “Se acordó que, para quienes viniesen de una carrera de tres años, los primeros 60 créditos del máster tendrían el mismo precio que en grado”, defiende. 

Para los docentes y responsables de las universidades, el económico es un tema independiente y como tal debería resolverse. “Si la cuestión es poner los másteres a precio regalo, se negocia, pero esta no es la vía”, dice Sigalés. Sin embargo, muchos argumentan que no es tan fácil puesto que los posgrados se han convertido en un jugoso negocio para muchos centros privados. Por su parte, Javier Melenchón, responsable del título de Diseño de la UOC, cree que “se ha dado la imagen de que las carreras de tres años necesitan un máster cuando es falso; solo face falta para hacer un doctorado”, defiende. “Lo que da acceso a la profesión es el grado, no el máster, así que esta opción puede salir incluso más barata que la de estudiar un título 4+1”, concluye Sigalés. 

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